/ jueves 24 de marzo de 2022

Actitud, Aptitud Y Altitud

Si no está en nuestras manos cambiar una situación que nos produce dolor, sí podremos escoger la actitud con la que afrontamos ese sufrimiento

Víctor Frankl

La actitud es una elección mental… una postura ante la vida.

La actitud positiva no va a hacer desaparecer los obstáculos de la existencia, pero sí va a colocar a la mente y al cuerpo, en el mejor estado para encararlos.

Por eso resulta importante favorecer el pensamiento libre, haciendo que las ideas y soluciones interconecten el esquema neuronal del cerebro, manejando información correcta.

La actitud adecuada permite que nuestra respuesta esté al nivel del desafío que nos toca enfrentar. Es la forma de actuar de una persona… es el comportamiento que emplea un individuo para hacer las cosas.

Epícteto dijo que: “No son las cosas o acontecimientos en sí, los que hacen desgraciado al hombre, sino la forma en que el ser humano los vive, los interpreta y los traduce a su vida”

Es preciso cambiar nuestras acciones haciendo las cosas diferentes y ayudar a los otros.

La actitud es lo único sobre lo que tenemos posible control, porque no es la aptitud, sino la actitud lo que determina la altitud de cada cual.

Aquí esta anécdota que ilustra el tema:

-Reflejo de derrota, un hombre maloliente y sucio tocaba con desdén el violín en las calles de París. Frente a él y en el suelo, yacía su boina con la esperanza de que los transeúntes se apiadaran de su condición y le arrojaran algunas monedas para sobrevivir.

El músico callejero intentaba ejecutar una melodía, pero le resultaba del todo imposible debido a lo desafinado de su instrumento y a la forma displicente y aburrida con la que hacía sus interpretaciones.

Un músico concertista pasó frente al desafortunado músico. Caminaba junto con su esposa y unos amigos al salir de un teatro cercano. Al oír aquellos sonidos tan discordantes todos quedaron paralizados frunciendo el ceño. La esposa le pidió acercarse a aquel individuo; él solicitó el violín al colega, quien con cierto recelo se lo prestó. Lo primero que hizo el concertista fue afinar sus cuerdas y, entonces, vigorosamente y con gran maestría, arrancó una melodía fascinante del viejo instrumento. Se escucharon aplausos y las personas comenzaron a arremolinarse para ver el improvisado espectáculo.

Al percibir la música, la gente de la cercana calle principal acudió también y pronto había un numeroso grupo atendiendo con asombro el extraño concierto.

La boina se llenó no solamente de monedas, sino de muchos billetes de todas las denominaciones, mientras el maestro ligaba una melodía tras otra, interpretando con efusividad y buen gusto.

El “mendigo musical” estaba aún más feliz de ver lo que ocurría… no cesaba de dar saltos de contento y repetir orgulloso a todos: "¡Ese es mi violín! ¡Ese es mi violín!", lo cual, por supuesto, era rigurosamente cierto-

La vida a todos nos da "un violín": es el cúmulo de actitudes, conocimientos, aptitudes y habilidades que poseemos.

Tendríamos que aprender, tarde o temprano, que el éxito y la plenitud son para aquellos que, no solamente afinan el violín, sino que también aprenden con el tiempo ¡a tocarlo bien!

La madurez aparece a veces como un enigma intransitable. ¿Serán los años vividos los que nos ubican en el camino de la madurez? ¿O será tal vez la agitada marcha de la vida que nos hizo brincar etapas para ser adultos antes de tiempo?

La madurez resuena peyorativamente también; la asociamos con vejez, extraviando su verdadero significado: la trascendencia.

Caracterizan al proceso de madurez:

La Objetividad, rasgo que permite percibir las cosas tal como son, sin enmiendas ni exageraciones.

La Responsabilidad, expresada en testimonios que dan cuenta de puntualidad y cumplimiento, es decir, aptitud de responder ante compromisos y situaciones que la vida nos presenta.

La Congruencia, para hacer lo que se piensa y pensar lo que se hace. Este acto es fundamental en la vida del ser humano. Resulta poco conveniente una multiplicidad de conductas y actitudes cambiantes en distintos contextos.

La Sencillez, que significa una postura humilde, particularmente ante el éxito y el elogio. La simplicidad favorece muchas decisiones y la sana convivencia.

El Sentido del buen humor, que refiere a una peculiar capacidad para reírnos, incluso de nosotros mismos. ¡Reír es terapéutico!

El cobro de las facturas por el paso del tiempo es inevitable. Vale la pena acompañar el proceso de crecer y envejecer, madurando con la práctica de los rasgos que nos hacen vivir con plenitud y concordia.

La historia está llena de ejemplos de gente que, aun con dificultades iniciales, ha llegado a ser concertista. La historia del violinista es equiparable con la vida misma; notables casos de personas que, teniendo oportunidades, decidieron con ese “violín”, transitar en la mediocridad.

¡Afinemos pues, nuestro “violín de la vida”!

Si no está en nuestras manos cambiar una situación que nos produce dolor, sí podremos escoger la actitud con la que afrontamos ese sufrimiento

Víctor Frankl

La actitud es una elección mental… una postura ante la vida.

La actitud positiva no va a hacer desaparecer los obstáculos de la existencia, pero sí va a colocar a la mente y al cuerpo, en el mejor estado para encararlos.

Por eso resulta importante favorecer el pensamiento libre, haciendo que las ideas y soluciones interconecten el esquema neuronal del cerebro, manejando información correcta.

La actitud adecuada permite que nuestra respuesta esté al nivel del desafío que nos toca enfrentar. Es la forma de actuar de una persona… es el comportamiento que emplea un individuo para hacer las cosas.

Epícteto dijo que: “No son las cosas o acontecimientos en sí, los que hacen desgraciado al hombre, sino la forma en que el ser humano los vive, los interpreta y los traduce a su vida”

Es preciso cambiar nuestras acciones haciendo las cosas diferentes y ayudar a los otros.

La actitud es lo único sobre lo que tenemos posible control, porque no es la aptitud, sino la actitud lo que determina la altitud de cada cual.

Aquí esta anécdota que ilustra el tema:

-Reflejo de derrota, un hombre maloliente y sucio tocaba con desdén el violín en las calles de París. Frente a él y en el suelo, yacía su boina con la esperanza de que los transeúntes se apiadaran de su condición y le arrojaran algunas monedas para sobrevivir.

El músico callejero intentaba ejecutar una melodía, pero le resultaba del todo imposible debido a lo desafinado de su instrumento y a la forma displicente y aburrida con la que hacía sus interpretaciones.

Un músico concertista pasó frente al desafortunado músico. Caminaba junto con su esposa y unos amigos al salir de un teatro cercano. Al oír aquellos sonidos tan discordantes todos quedaron paralizados frunciendo el ceño. La esposa le pidió acercarse a aquel individuo; él solicitó el violín al colega, quien con cierto recelo se lo prestó. Lo primero que hizo el concertista fue afinar sus cuerdas y, entonces, vigorosamente y con gran maestría, arrancó una melodía fascinante del viejo instrumento. Se escucharon aplausos y las personas comenzaron a arremolinarse para ver el improvisado espectáculo.

Al percibir la música, la gente de la cercana calle principal acudió también y pronto había un numeroso grupo atendiendo con asombro el extraño concierto.

La boina se llenó no solamente de monedas, sino de muchos billetes de todas las denominaciones, mientras el maestro ligaba una melodía tras otra, interpretando con efusividad y buen gusto.

El “mendigo musical” estaba aún más feliz de ver lo que ocurría… no cesaba de dar saltos de contento y repetir orgulloso a todos: "¡Ese es mi violín! ¡Ese es mi violín!", lo cual, por supuesto, era rigurosamente cierto-

La vida a todos nos da "un violín": es el cúmulo de actitudes, conocimientos, aptitudes y habilidades que poseemos.

Tendríamos que aprender, tarde o temprano, que el éxito y la plenitud son para aquellos que, no solamente afinan el violín, sino que también aprenden con el tiempo ¡a tocarlo bien!

La madurez aparece a veces como un enigma intransitable. ¿Serán los años vividos los que nos ubican en el camino de la madurez? ¿O será tal vez la agitada marcha de la vida que nos hizo brincar etapas para ser adultos antes de tiempo?

La madurez resuena peyorativamente también; la asociamos con vejez, extraviando su verdadero significado: la trascendencia.

Caracterizan al proceso de madurez:

La Objetividad, rasgo que permite percibir las cosas tal como son, sin enmiendas ni exageraciones.

La Responsabilidad, expresada en testimonios que dan cuenta de puntualidad y cumplimiento, es decir, aptitud de responder ante compromisos y situaciones que la vida nos presenta.

La Congruencia, para hacer lo que se piensa y pensar lo que se hace. Este acto es fundamental en la vida del ser humano. Resulta poco conveniente una multiplicidad de conductas y actitudes cambiantes en distintos contextos.

La Sencillez, que significa una postura humilde, particularmente ante el éxito y el elogio. La simplicidad favorece muchas decisiones y la sana convivencia.

El Sentido del buen humor, que refiere a una peculiar capacidad para reírnos, incluso de nosotros mismos. ¡Reír es terapéutico!

El cobro de las facturas por el paso del tiempo es inevitable. Vale la pena acompañar el proceso de crecer y envejecer, madurando con la práctica de los rasgos que nos hacen vivir con plenitud y concordia.

La historia está llena de ejemplos de gente que, aun con dificultades iniciales, ha llegado a ser concertista. La historia del violinista es equiparable con la vida misma; notables casos de personas que, teniendo oportunidades, decidieron con ese “violín”, transitar en la mediocridad.

¡Afinemos pues, nuestro “violín de la vida”!