/ jueves 14 de abril de 2022

Ayuno y vigilia… muerte y resurrección

La humildad de los hipócritas es el más grande y altanero de los orgullos. Martín Lutero


La Cuaresma llega cada año, pletórica de rituales, duelo, reflexión y júbilo final. Rasgos que siempre caracterizan esta época que, a pesar de la vertiginosa evolución social, se mantiene viva a través de la historia (a pesar del creciente desapego de un sector de feligreses).

La tradición está ahí y resulta imposible mantenerse distantes de ella. Para algunos, la ocasión de vacacionar y descansar en compañía de los seres queridos; para otros, momento de “guardarse”, como decían nuestros abuelos, ya que es un periodo de luto en el que se rememoran la Vida, la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Cristo.


Tiempo de conversión y profunda espiritualidad para muchos. Aburrición extrema y saturación de rezos; absurdos sacrificios flagelantes y representaciones recargadas de morbo y fanatismo, dirían otros.


En este lapso, el ayuno y la vigilia son experiencias importantes y polémicas. No comemos carne los viernes, pero cuántas veces devoramos al prójimo con nuestra maledicencia, con la crítica infundada y con el rumor que daña.Jornadas de vigilia, de espera, de cambio y de reflexión espiritual que contrastan radicalmente con el ansia de poder, con la desesperanza y con el deseo irrefrenable de tener.
Días de asueto, vacaciones o paréntesis laborales y escolares, señalados por mandato en los calendarios, que finalmente, tienen su lamentable conclusión para algunos escolapios.


La Semana de Pascua brinda una “generosa prórroga”, que bien puede ser la extensión del placer, o también la oportunidad de recapitular sobre lo que hemos hecho y podemos hacer de cara al futuro. En distintos casos e instituciones, está contemplada en el programa académico, una semana más de asueto -son tiempos de renovación, para el que se da la oportunidad “El bien que muere nos deja en la mano una semilla de renovación”.


La muerte, puede resultar ¡una transformación! y es que no existe planta sin la muerte de la semilla; no existe mariposa sin la muerte de la oruga.


La muerte y resurrección del Nazareno han sido el punto de partida para el inicio de algo nuevo… la frontera entre el pasado y el futuro.
Y por eso, para los católicos y cristianos, en general, el momento culmen de la creencia, es la Resurrección. Es lo que le da sentido profundo a la fe que se profesa. Sin Resurrección no habría motivos ni sustento para esperar la vida eterna.


“La espiritualidad es el territorio, la religión es el mapa... la religión es el vaso… la espiritualidad es el agua. La religión debe de estar al servicio de la espiritualidad para la trasformación individual y social y, sobre todo, para la práctica de la justicia. Jesús fue un hombre universal…sus respuestas siguen siendo: el amor y la compasión. Jesús proclamó el Reino de Dios como un camino de realización plena; de ahí la importancia de articular la fe cristiana con la espiritualidad. “La religión puede ser un cauce adecuado y fructífero para vivir, expresar y potenciar la dimensión de la persona”.


La espiritualidad no es un conjunto de simples prácticas, es una forma de vivir y de ser, con sabor de plenitud, serenidad y ecuanimidad; expresadas en la fe, en la fraternidad y en el servicio”, nos decía a los bachilleres el Dr. y Sacerdote Julio Roldán, en la Universidad La Salle, en sus inolvidables disertaciones.


Con voz enérgica exhortaba: ¡Celebremos, compartamos y expresemos esa espiritualidad con creatividad e innovación!
Pablo Neruda, nos ha legado un texto “inmortal” a partir de una frase por demás polémica y contundente, que alude a la Resurrección:
“Morir podría ser la aventura de mudarse de una casa a otra mucho más bella”.


Y añadió: “Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce. Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú.


Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las “íes” a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.


Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante. Muere lentamente, quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce, o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe. Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar. Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad”.


“La espiritualidad es la capacidad que nos permite superar lo inmediato y lo superficial, al ponernos en contacto con la profundidad y con la verdad”.

La humildad de los hipócritas es el más grande y altanero de los orgullos. Martín Lutero


La Cuaresma llega cada año, pletórica de rituales, duelo, reflexión y júbilo final. Rasgos que siempre caracterizan esta época que, a pesar de la vertiginosa evolución social, se mantiene viva a través de la historia (a pesar del creciente desapego de un sector de feligreses).

La tradición está ahí y resulta imposible mantenerse distantes de ella. Para algunos, la ocasión de vacacionar y descansar en compañía de los seres queridos; para otros, momento de “guardarse”, como decían nuestros abuelos, ya que es un periodo de luto en el que se rememoran la Vida, la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Cristo.


Tiempo de conversión y profunda espiritualidad para muchos. Aburrición extrema y saturación de rezos; absurdos sacrificios flagelantes y representaciones recargadas de morbo y fanatismo, dirían otros.


En este lapso, el ayuno y la vigilia son experiencias importantes y polémicas. No comemos carne los viernes, pero cuántas veces devoramos al prójimo con nuestra maledicencia, con la crítica infundada y con el rumor que daña.Jornadas de vigilia, de espera, de cambio y de reflexión espiritual que contrastan radicalmente con el ansia de poder, con la desesperanza y con el deseo irrefrenable de tener.
Días de asueto, vacaciones o paréntesis laborales y escolares, señalados por mandato en los calendarios, que finalmente, tienen su lamentable conclusión para algunos escolapios.


La Semana de Pascua brinda una “generosa prórroga”, que bien puede ser la extensión del placer, o también la oportunidad de recapitular sobre lo que hemos hecho y podemos hacer de cara al futuro. En distintos casos e instituciones, está contemplada en el programa académico, una semana más de asueto -son tiempos de renovación, para el que se da la oportunidad “El bien que muere nos deja en la mano una semilla de renovación”.


La muerte, puede resultar ¡una transformación! y es que no existe planta sin la muerte de la semilla; no existe mariposa sin la muerte de la oruga.


La muerte y resurrección del Nazareno han sido el punto de partida para el inicio de algo nuevo… la frontera entre el pasado y el futuro.
Y por eso, para los católicos y cristianos, en general, el momento culmen de la creencia, es la Resurrección. Es lo que le da sentido profundo a la fe que se profesa. Sin Resurrección no habría motivos ni sustento para esperar la vida eterna.


“La espiritualidad es el territorio, la religión es el mapa... la religión es el vaso… la espiritualidad es el agua. La religión debe de estar al servicio de la espiritualidad para la trasformación individual y social y, sobre todo, para la práctica de la justicia. Jesús fue un hombre universal…sus respuestas siguen siendo: el amor y la compasión. Jesús proclamó el Reino de Dios como un camino de realización plena; de ahí la importancia de articular la fe cristiana con la espiritualidad. “La religión puede ser un cauce adecuado y fructífero para vivir, expresar y potenciar la dimensión de la persona”.


La espiritualidad no es un conjunto de simples prácticas, es una forma de vivir y de ser, con sabor de plenitud, serenidad y ecuanimidad; expresadas en la fe, en la fraternidad y en el servicio”, nos decía a los bachilleres el Dr. y Sacerdote Julio Roldán, en la Universidad La Salle, en sus inolvidables disertaciones.


Con voz enérgica exhortaba: ¡Celebremos, compartamos y expresemos esa espiritualidad con creatividad e innovación!
Pablo Neruda, nos ha legado un texto “inmortal” a partir de una frase por demás polémica y contundente, que alude a la Resurrección:
“Morir podría ser la aventura de mudarse de una casa a otra mucho más bella”.


Y añadió: “Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce. Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú.


Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las “íes” a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.


Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante. Muere lentamente, quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce, o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe. Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar. Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad”.


“La espiritualidad es la capacidad que nos permite superar lo inmediato y lo superficial, al ponernos en contacto con la profundidad y con la verdad”.