/ miércoles 24 de octubre de 2018

CON LA FUERZA DE LA RAZÓN

¿Hacia dónde va la educación en México?

Daniel Ambriz Mendoza

El mundo está cambiando mucho y a una gran rapidez, pero desgraciadamente el campo educativo es uno de los sectores de la vida social en donde las cosas se mueven con mucha lentitud, y lo que es peor, en muchos casos, se mueven a contrasentido o se estancan. México es un país que está experimentando cambios en su vida política y que indudablemente repercutirán en el sector educativo, máxime cuando se ofreció en campaña cambiar o derogar leyes que afectarán la vida académica y cultural de millones de estudiantes y de miles de trabajadores de la educación.

Sin duda que se tiene visualizado lo que hay que cambiar, pero lo inverosímil es que no se sepa por qué cosa sustituirlo, procedemos por impulso o por intereses económicos y/o políticos, no existe una investigación que haya arrojado en sus resultados la necesidad de cambiar algo pero que, además, tenga ya diseñado el modelo que habrá de sustituirlo, darle hacia atrás a las cosas no es una idea genial, pero desgraciadamente es lo que se tiene a la mano. La incertidumbre hace su aparición triunfal y la ocurrencia se asoma en las declaraciones de los políticos en turno, algunos de ellos son diputados y senadores, y por lo que hemos escuchado, no saben de lo que están hablando, en el caso particular de lo que han llamado Reforma Educativa no se les ven visos de que al menos hayan leído las leyes a las que hacen referencia en sus apariciones mediáticas. Así no se puede transformar para bien a un país.

Cuando en otros países del mundo se está pensando ya en revolucionar los métodos de enseñanza, en adecuar las escuelas a las nuevas necesidades educativas, en transformar los salones de clases y evolucionar los materiales educativos, en adecuar el rol de los docentes a nuevos contextos sociales, en involucrar activamente a los padres de familia en los ambientes de aprendizaje de las escuelas, en utilizar las tecnologías de la comunicación como herramientas potenciales en la enseñanza, entre otras cosas; en México nos ocupamos por borrar las huellas que han dejado los antecesores políticos en la administración del gobierno porque creemos que cambiamos al darle un sello personal a un nuevo estilo de gobernar sin reparar que estamos perdiendo un tiempo valiosísimo que nos puede rezagar más en el contexto internacional. En México parece que nos dedicamos a administrar la miseria, las diferencias políticas y los problemas sociales.

En los albores del siglo XXI la tecnología y las redes sociales se han apoderado de la vida cotidiana de nuestros estudiantes, la educación debe reinventarse para mantenerse en línea con el mundo que nos rodea, sin embargo, en cuanto a creatividad se refiere, la escuela se ha quedado atrás, la escuela está fallando. El impacto de las nuevas tecnologías es un enorme reto que hay que superar porque lo están cambiando todo con gran rapidez. Las aulas de clase abarrotadas de alumnos, con reducido espacio, con poco o nulo acceso a la tecnología y el uso de métodos de enseñanza estrictos y desfasados han ocasionado que el sistema educativo haya dejado de funcionar. Hoy día, los niños no deben adaptarse a la escuela, es la escuela la que debe adaptarse a las necesidades de los niños, la sustitución de los salones de clases por salas amplias para el trabajo colaborativo y el mobiliario desplazable, podrían ser una solución práctica a las nuevas exigencias de la educación del siglo XXI. Hay mucho que reinventar, la creatividad y la innovación deben ocupar el lugar que tienen reservado para este momento.

Pero en México no estamos viendo en esa dirección, nos estamos peleando por los chiles y los tomates, no estamos levantando la mirada, todo apunta hacia un estancamiento o a un posible retroceso del Sistema Educativo Nacional, se nos va el tiempo en pleitos intestinos, en quitar y poner, en parchar lo que siempre hemos tenido y tapar los hoyos que dejan nuestras diferencias internas, ¡no señores!, Aristófanes lo dijo hace muchos años: “La educación no consiste en llenar recipientes, la educación es encender una flama”. ¡Levantemos la mirada y sacudámonos del marasmo y la entelequia que nos impiden progresar!

¿Hacia dónde va la educación en México?

Daniel Ambriz Mendoza

El mundo está cambiando mucho y a una gran rapidez, pero desgraciadamente el campo educativo es uno de los sectores de la vida social en donde las cosas se mueven con mucha lentitud, y lo que es peor, en muchos casos, se mueven a contrasentido o se estancan. México es un país que está experimentando cambios en su vida política y que indudablemente repercutirán en el sector educativo, máxime cuando se ofreció en campaña cambiar o derogar leyes que afectarán la vida académica y cultural de millones de estudiantes y de miles de trabajadores de la educación.

Sin duda que se tiene visualizado lo que hay que cambiar, pero lo inverosímil es que no se sepa por qué cosa sustituirlo, procedemos por impulso o por intereses económicos y/o políticos, no existe una investigación que haya arrojado en sus resultados la necesidad de cambiar algo pero que, además, tenga ya diseñado el modelo que habrá de sustituirlo, darle hacia atrás a las cosas no es una idea genial, pero desgraciadamente es lo que se tiene a la mano. La incertidumbre hace su aparición triunfal y la ocurrencia se asoma en las declaraciones de los políticos en turno, algunos de ellos son diputados y senadores, y por lo que hemos escuchado, no saben de lo que están hablando, en el caso particular de lo que han llamado Reforma Educativa no se les ven visos de que al menos hayan leído las leyes a las que hacen referencia en sus apariciones mediáticas. Así no se puede transformar para bien a un país.

Cuando en otros países del mundo se está pensando ya en revolucionar los métodos de enseñanza, en adecuar las escuelas a las nuevas necesidades educativas, en transformar los salones de clases y evolucionar los materiales educativos, en adecuar el rol de los docentes a nuevos contextos sociales, en involucrar activamente a los padres de familia en los ambientes de aprendizaje de las escuelas, en utilizar las tecnologías de la comunicación como herramientas potenciales en la enseñanza, entre otras cosas; en México nos ocupamos por borrar las huellas que han dejado los antecesores políticos en la administración del gobierno porque creemos que cambiamos al darle un sello personal a un nuevo estilo de gobernar sin reparar que estamos perdiendo un tiempo valiosísimo que nos puede rezagar más en el contexto internacional. En México parece que nos dedicamos a administrar la miseria, las diferencias políticas y los problemas sociales.

En los albores del siglo XXI la tecnología y las redes sociales se han apoderado de la vida cotidiana de nuestros estudiantes, la educación debe reinventarse para mantenerse en línea con el mundo que nos rodea, sin embargo, en cuanto a creatividad se refiere, la escuela se ha quedado atrás, la escuela está fallando. El impacto de las nuevas tecnologías es un enorme reto que hay que superar porque lo están cambiando todo con gran rapidez. Las aulas de clase abarrotadas de alumnos, con reducido espacio, con poco o nulo acceso a la tecnología y el uso de métodos de enseñanza estrictos y desfasados han ocasionado que el sistema educativo haya dejado de funcionar. Hoy día, los niños no deben adaptarse a la escuela, es la escuela la que debe adaptarse a las necesidades de los niños, la sustitución de los salones de clases por salas amplias para el trabajo colaborativo y el mobiliario desplazable, podrían ser una solución práctica a las nuevas exigencias de la educación del siglo XXI. Hay mucho que reinventar, la creatividad y la innovación deben ocupar el lugar que tienen reservado para este momento.

Pero en México no estamos viendo en esa dirección, nos estamos peleando por los chiles y los tomates, no estamos levantando la mirada, todo apunta hacia un estancamiento o a un posible retroceso del Sistema Educativo Nacional, se nos va el tiempo en pleitos intestinos, en quitar y poner, en parchar lo que siempre hemos tenido y tapar los hoyos que dejan nuestras diferencias internas, ¡no señores!, Aristófanes lo dijo hace muchos años: “La educación no consiste en llenar recipientes, la educación es encender una flama”. ¡Levantemos la mirada y sacudámonos del marasmo y la entelequia que nos impiden progresar!

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