/ miércoles 1 de diciembre de 2021

Dar y recibir

La discapacidad no está en las personas faltas de una parte de su cuerpo, está en la mente de muchas que se dicen sanas

Marithe Lozano.

Infinidad de refranes, citas y proverbios de uso común coinciden en que, para recibir, siempre hay que dar… que todo lo que se entrega con buena intención y por convicción, se multiplica. Incluso que el mal que se proyecta se regresa, como en una pirueta revanchista e infalible de la vida.

El afán de servicio a través de la música que experimentaron durante muchos años los integrantes de la Estudiantina de la Universidad La Salle en Ciudad de México, y ahora en Morelia; llevó a los jóvenes a cantar en hospitales, asilos, reclusorios y en zonas marginadas.

En una de esas ocasiones conocieron a los miembros de la Asociación Pro Personas con Parálisis Cerebral, generando al término de una de la presentación, el compromiso de colaborar con ellos en la fundación de una estudiantina de personas con discapacidad. Se fueron adentrando en el conocimiento de esa problemática y en el impacto profundo que genera la práctica de la música en ellos. Deseosos de tocar y cantar expresan una voluntad indomable y un espíritu que conmueve. A pesar de sus limitaciones físicas, se empeñan en aprender a ejecutar instrumentos y se esmeran para cantar las frases de una canción.

¡El efecto es impresionante! Especialistas médicos y personal versado en la materia, han concluido que la emoción que produce la música, favorece las relaciones sinápticas de las neuronas y estimula de manera sorprendente al hemisferio derecho, en donde residen las funciones creativas y emotivas del ser humano. Los beneficios se extienden en una especie de “rebote” o interconexión, al hemisferio izquierdo para impulsar y recuperar movimientos perdidos. La motricidad aumenta, la inteligencia se fortalece y en general el deseo vital se potencia. Su disciplina mejora notablemente; la memoria se incrementa y su deseo de vivir es evidente.

Desbordados de entusiasmo y siempre prestos a participar, los jóvenes con discapacidad cantan, sonríen y bailan. Sus manos son rígidas o débiles; sus rostros son amistosos y sonrientes; unos en sillas de ruedas y otros con dificultad mantienen apenas, la verticalidad.

Celebran la vida y gritan porque el júbilo los invade. Pulsan un instrumento de percusión y una guitarra; los tambores y el teclado les producen curiosidad.

Ahí están las terapeutas, maestras y voluntarios para acompañar y suscribir la fiesta que supone un ensayo. Todos somos comparsas y nos conmueve ser testigos de su esfuerzo.

La connotación para las personas con discapacidad ha resultado injusta a lo largo de la historia. Señalados equivocadamente como locos, endemoniados, lisiados y en el “mejor de los casos”: minusválidos. Las cosas afortunadamente han dado un giro. De nombrarlos discapacitados, hemos evolucionado a ubicarlos como personas con discapacidad y hasta hay quienes, quizá con un afán compensatorio, los ubican como personas con capacidades diferentes o especiales. Finalmente, todos somos simple y llanamente personas con dignidad y valía. Su espíritu indómito y su voluntad férrea, son testimonio contundente de amor a la vida, a la lucha cotidiana y al apego a la existencia.

Cuántos expresamos quejas por nuestras situaciones de mínimo sufrimiento… cuántos desperdiciamos las condiciones de funcionalidad de nuestro organismo, rehusándonos incluso a movernos, a ejercitarnos o a practicar algún arte u oficio.

Los cuerpos rígidos y contracturados de los artistas con parálisis cerebral y con múltiples problemáticas, hoy nos han provisto nuevamente de una enseñanza: la perseverancia.

Su espíritu es lección para quienes estamos en aparente estado de salud; pero especialmente para los jóvenes y niños, que en ocasiones rehúsan a la práctica de las artes o deportes, estando su organismo en un estado envidiable, digno de ser aprovechado, siguiendo el ejemplo y testimonio de estos “guerreros y guerreras” de la vida; artistas dotados de una plusvalía que si bien, no los hace diferentes, ni con capacidades diferentes o especiales (como erróneamente, en mi opinión se dice), y sí los ubica en el plano de la dignidad humana.

Testigos del esfuerzo que diversas asociaciones realizan en pro de las personas con discapacidad; en pequeños espacios, a veces sin la funcionalidad requerida; con más voluntad que recursos y multiplicando a su personal para atender con afanada entrega a todos.

“Ven conmigo a cantar, vamos a sonreír…si estás alegre o estás muy triste, ven te invito a cantar. Y te quiero decir, que el sol vuelve salir…sigue adelante mira de frente tú lo puedes hacer, tú lo puedes hacer: ¡SÍ SE PUDE!, ¡SÍ SE PUEDE!... TÚ LO PUEDES HACER, es una de sus canciones favoritas.

No es la discapacidad lo que hace difícil la vida, sino los pensamientos y acciones de nosotros mismos y de los demás


La discapacidad no está en las personas faltas de una parte de su cuerpo, está en la mente de muchas que se dicen sanas

Marithe Lozano.

Infinidad de refranes, citas y proverbios de uso común coinciden en que, para recibir, siempre hay que dar… que todo lo que se entrega con buena intención y por convicción, se multiplica. Incluso que el mal que se proyecta se regresa, como en una pirueta revanchista e infalible de la vida.

El afán de servicio a través de la música que experimentaron durante muchos años los integrantes de la Estudiantina de la Universidad La Salle en Ciudad de México, y ahora en Morelia; llevó a los jóvenes a cantar en hospitales, asilos, reclusorios y en zonas marginadas.

En una de esas ocasiones conocieron a los miembros de la Asociación Pro Personas con Parálisis Cerebral, generando al término de una de la presentación, el compromiso de colaborar con ellos en la fundación de una estudiantina de personas con discapacidad. Se fueron adentrando en el conocimiento de esa problemática y en el impacto profundo que genera la práctica de la música en ellos. Deseosos de tocar y cantar expresan una voluntad indomable y un espíritu que conmueve. A pesar de sus limitaciones físicas, se empeñan en aprender a ejecutar instrumentos y se esmeran para cantar las frases de una canción.

¡El efecto es impresionante! Especialistas médicos y personal versado en la materia, han concluido que la emoción que produce la música, favorece las relaciones sinápticas de las neuronas y estimula de manera sorprendente al hemisferio derecho, en donde residen las funciones creativas y emotivas del ser humano. Los beneficios se extienden en una especie de “rebote” o interconexión, al hemisferio izquierdo para impulsar y recuperar movimientos perdidos. La motricidad aumenta, la inteligencia se fortalece y en general el deseo vital se potencia. Su disciplina mejora notablemente; la memoria se incrementa y su deseo de vivir es evidente.

Desbordados de entusiasmo y siempre prestos a participar, los jóvenes con discapacidad cantan, sonríen y bailan. Sus manos son rígidas o débiles; sus rostros son amistosos y sonrientes; unos en sillas de ruedas y otros con dificultad mantienen apenas, la verticalidad.

Celebran la vida y gritan porque el júbilo los invade. Pulsan un instrumento de percusión y una guitarra; los tambores y el teclado les producen curiosidad.

Ahí están las terapeutas, maestras y voluntarios para acompañar y suscribir la fiesta que supone un ensayo. Todos somos comparsas y nos conmueve ser testigos de su esfuerzo.

La connotación para las personas con discapacidad ha resultado injusta a lo largo de la historia. Señalados equivocadamente como locos, endemoniados, lisiados y en el “mejor de los casos”: minusválidos. Las cosas afortunadamente han dado un giro. De nombrarlos discapacitados, hemos evolucionado a ubicarlos como personas con discapacidad y hasta hay quienes, quizá con un afán compensatorio, los ubican como personas con capacidades diferentes o especiales. Finalmente, todos somos simple y llanamente personas con dignidad y valía. Su espíritu indómito y su voluntad férrea, son testimonio contundente de amor a la vida, a la lucha cotidiana y al apego a la existencia.

Cuántos expresamos quejas por nuestras situaciones de mínimo sufrimiento… cuántos desperdiciamos las condiciones de funcionalidad de nuestro organismo, rehusándonos incluso a movernos, a ejercitarnos o a practicar algún arte u oficio.

Los cuerpos rígidos y contracturados de los artistas con parálisis cerebral y con múltiples problemáticas, hoy nos han provisto nuevamente de una enseñanza: la perseverancia.

Su espíritu es lección para quienes estamos en aparente estado de salud; pero especialmente para los jóvenes y niños, que en ocasiones rehúsan a la práctica de las artes o deportes, estando su organismo en un estado envidiable, digno de ser aprovechado, siguiendo el ejemplo y testimonio de estos “guerreros y guerreras” de la vida; artistas dotados de una plusvalía que si bien, no los hace diferentes, ni con capacidades diferentes o especiales (como erróneamente, en mi opinión se dice), y sí los ubica en el plano de la dignidad humana.

Testigos del esfuerzo que diversas asociaciones realizan en pro de las personas con discapacidad; en pequeños espacios, a veces sin la funcionalidad requerida; con más voluntad que recursos y multiplicando a su personal para atender con afanada entrega a todos.

“Ven conmigo a cantar, vamos a sonreír…si estás alegre o estás muy triste, ven te invito a cantar. Y te quiero decir, que el sol vuelve salir…sigue adelante mira de frente tú lo puedes hacer, tú lo puedes hacer: ¡SÍ SE PUDE!, ¡SÍ SE PUEDE!... TÚ LO PUEDES HACER, es una de sus canciones favoritas.

No es la discapacidad lo que hace difícil la vida, sino los pensamientos y acciones de nosotros mismos y de los demás