El terrorismo es una acción sombría e inaceptable porque produce muerte, horror e incertidumbre, en el año 2001 exactamente en Nueva York se registró un atentado que no se olvida, las estampas de las Torres Gemelas con la gente presa del pánico y la violencia dieron la vuelta al mundo para mostrar el resultado del odio y el fanatismo.
Esa fecha del 11 de septiembre quedó como una marca de los alcances que puede provocar el terrorismo, la barbarie desatada porque no hay fin que justifique un vendaval de violencia de esa índole que produce el horror, la zozobra y la pérdida de vidas humanas en minutos.
No se olvidará el 11 de septiembre, permanecerá en la memoria, por ello se debe aquilatar la importancia superlativa de vivir en un mundo en el que la paz sea una gran conquista para establecer el diálogo y la concordia como sistema de mediación para evitar desgracias.
En nuestro entorno también se han registrado eventos con la marca del terrorismo, la historia es la lucha del olvido contra la memoria lo dijo Milan Kundera, a través de los tiempos se perpetraron actos que han quedado en el registro de los infortunios, cada vez que ae aproxima el 15 de septiembre en Morelia regresan los recuerdos brutales de un acto infame, aquel atentado como epílogo del grito de independencia en el corazón de la antigua Valladolid.
Aquel 15 de septiembre no se olvidará, ello con independencia de vivir en un país que parece haberse sumergido en el mítico río Leteo que contagiaba de amnesia.
De entonces a la fecha nuestro país ha vivido bajo el signo de la violencia cada vez más despiadada, la seguridad parece una pálida quimera, los registros de impunidad quedan de relieve..
El crimen organizado y desorganizado secuestró la vida sosegada para mostrar sus fauces, las estadísticas actuales en cuanto a homicidios dolosos parecen no mermar.
En el 2008 en pleno Centro Histórico de Morelia unas manos asesinas sembraron muerte, el jolgorio fue expulsado para dejar la pena, el desconcierto y muchas preguntas sin respuesta, a cambio se tejieron especulaciones a granel. Un acto atípico.
En aquel tiempo pesaba como fardo la impunidad, en 2021 también. No hay cambios de fondo, han cobrado cierta mutación los discursos, la nomenclatura ha variado aunque los lastres perviven con el continente de tragedias multiplicadas.
En la madrugada del 16 de septiembre de 2008 en Morelia se actualizaban los datos de las corporaciones socorristas los números fueron escalofriantes: siete muertos y más de 130 heridos aquella noche fatal. El infame hecho quedó en la impunidad. Nadie sabe nadie supo.
Ya han pasado trece años de aquel 15 de septiembre de 2008, la huella de la barbarie permanece imborrable, los lamentos no cesan.
No parece verse la luz al final del túnel, el desencanto producto de la realidad pesa como un fardo a la espalda, el crimen no se combate sólo con voluntarismo. El estado de derecho parece no ir más lejos de los terrenos ilusorios.
Respecto al atentado terrorista del 15 de septiembre en Morelia hace trece años no cabe la indulgencia, acaso vale una frase hecha: ni perdón ni olvido.