/ miércoles 10 de noviembre de 2021

El circo

Al recorrer el libramiento de Morelia, me percaté de la presencia de un circo. Con gran alegría y brotes de nostalgia evoqué las tardes en que mi padre nos llevaba al circo en nuestra tierra natal, Irapuato. Un acontecimiento pleno de asombro y magia, por ser aquél un momento inolvidable y muy eventual; sobre todo por lo difícil que resultaba contar con fondos para las entradas de una familia numerosa.

Vino a mi mente el recuerdo de una tarde, al llegar al circo en aquellas épocas infantiles, cuando noté que un gran elefante estaba sujeto a una cuerda atada a una pequeña estaca clavada en la tierra; pensé que, dada su fuerza, en cualquier momento y con extrema facilidad podía haberse zafado.

Muy cerca de los animales del circo estaba un señor cuidando que la gente no se aproximara demasiado. Pregunté a mi papá sobre el tema y me dijo: “Platiquemos con el encargado para que nos aclare tan extraña situación”.

“Desde que era muy pequeñito el elefante siempre ha estado bien quieto, agarradito de la cuerda y de su estaquita; así ha crecido y sabe muy bien que si se mueve le podemos dar una paliza”.

Me resultó absurdo creer que tan imponente paquidermo conservó toda su vida ese miedo.

Creo que todos, de alguna manera, experimentamos condicionamientos similares y vivimos atados a prejuicios y a situaciones amenazantes.

Evidentemente, en muchos casos estos miedos obedecen a acontecimientos que nos paralizan por proceder de hechos reales. Nuestros temores entonces están bien fundados.

Sin embargo, es importante descubrir el origen de esas inseguridades y miedos para poder hacer un buen manejo de ellos, atreviéndonos a no pender de cuerdas que nos sujeten a través de diminutas estacas, a cosas en las que no deseamos participar ni realizar y cuyo origen es irreal o ficticio.

Las fobias, frustraciones y paranoias que experimentamos hoy en día, nacieron quizá, con nosotros mismos; siendo alimentadas por circunstancias y vínculos familiares, escolares y sociales a lo largo de nuestra propia historia.

Al transcurrir de la vida, los padres de familia, educadores y directivos tenemos el deber de favorecer la auto liberación de quienes viven, colaboran o trabajan cercanos; evitando a toda costa ser los protagonistas de la siembra del miedo y de la opresión, de la amenaza y de la coacción.

La preparación, el estudio, el autoconocimiento y la fe nos pueden dar elementos valiosos para liberarnos de falsas ataduras; asumidas como en el caso del pequeño elefante, desde la inocente infancia.

Al recorrer el libramiento de Morelia, me percaté de la presencia de un circo. Con gran alegría y brotes de nostalgia evoqué las tardes en que mi padre nos llevaba al circo en nuestra tierra natal, Irapuato. Un acontecimiento pleno de asombro y magia, por ser aquél un momento inolvidable y muy eventual; sobre todo por lo difícil que resultaba contar con fondos para las entradas de una familia numerosa.

Vino a mi mente el recuerdo de una tarde, al llegar al circo en aquellas épocas infantiles, cuando noté que un gran elefante estaba sujeto a una cuerda atada a una pequeña estaca clavada en la tierra; pensé que, dada su fuerza, en cualquier momento y con extrema facilidad podía haberse zafado.

Muy cerca de los animales del circo estaba un señor cuidando que la gente no se aproximara demasiado. Pregunté a mi papá sobre el tema y me dijo: “Platiquemos con el encargado para que nos aclare tan extraña situación”.

“Desde que era muy pequeñito el elefante siempre ha estado bien quieto, agarradito de la cuerda y de su estaquita; así ha crecido y sabe muy bien que si se mueve le podemos dar una paliza”.

Me resultó absurdo creer que tan imponente paquidermo conservó toda su vida ese miedo.

Creo que todos, de alguna manera, experimentamos condicionamientos similares y vivimos atados a prejuicios y a situaciones amenazantes.

Evidentemente, en muchos casos estos miedos obedecen a acontecimientos que nos paralizan por proceder de hechos reales. Nuestros temores entonces están bien fundados.

Sin embargo, es importante descubrir el origen de esas inseguridades y miedos para poder hacer un buen manejo de ellos, atreviéndonos a no pender de cuerdas que nos sujeten a través de diminutas estacas, a cosas en las que no deseamos participar ni realizar y cuyo origen es irreal o ficticio.

Las fobias, frustraciones y paranoias que experimentamos hoy en día, nacieron quizá, con nosotros mismos; siendo alimentadas por circunstancias y vínculos familiares, escolares y sociales a lo largo de nuestra propia historia.

Al transcurrir de la vida, los padres de familia, educadores y directivos tenemos el deber de favorecer la auto liberación de quienes viven, colaboran o trabajan cercanos; evitando a toda costa ser los protagonistas de la siembra del miedo y de la opresión, de la amenaza y de la coacción.

La preparación, el estudio, el autoconocimiento y la fe nos pueden dar elementos valiosos para liberarnos de falsas ataduras; asumidas como en el caso del pequeño elefante, desde la inocente infancia.