/ miércoles 23 de marzo de 2022

El costo de las paredes limpias del Palacio de Gobierno

Pasadas las manifestaciones feministas las autoridades de los tres niveles de gobierno salieron inmediatamente a decir en cuánto saldrá la restauración de los vidrios rotos y paredes rayadas al paso de las marchas por el día de la mujer. Son estimaciones millonarias por limpiar las paredes de los grafitis que se hicieron como una expresión de la digna rabia de las mujeres, pero lo que los gobiernos no mencionaron, porque no les conviene, es el costo real de que las paredes ahora luzcan impolutas.

El pasado 8 de marzo, en un acontecimiento histórico, más de 15 mil mujeres salimos a las calles a exigir justicia, una vida digna y libre de violencia, igualdad de oportunidades laborales y sociales, la emancipación de nuestros cuerpos y autonomía económica. Nos volcamos a las calles a exigir nuestros derechos ejerciendo nuestro derecho a la protesta. Protesta que en términos de la ONU se considera pacífica pues por parte de las manifestantes no hubo ningún acto de violencia o agresiones contra otras personas ni sucesos que pusieran en riesgo la vida, integridad, ni salud de nadie, pero en este grito por justicia y un alto a la violencia lo que recibimos fueron bombas de humo y gas lacrimógeno.

Para que las paredes del Palacio de Gobierno luzcan como lo hacen hoy miles de mujeres tuvimos que vivir uno de los episodios más drásticos que ha visto la cantera de esta ciudad durante una manifestación y es que el Gobierno del Estado consideró que las mujeres armadas con pancartas, cartulinas, bengalas de colores, diamantina y pañuelos morados y verdes somos mucho más peligrosas que los grupos delincuenciales que azotan al país, y creyeron entonces que era mejor dispersar la marcha rociándonos con extintores y gas lacrimógeno a las más de 15 mil mujeres que participábamos que simplemente esperar a que los menos de 50 hombres que pateaban las vallas que blindaban el Palacio se cansaran y desistieran de sus esfuerzos por derrumbarlas.

El costo de que esas paredes estén limpias fue mucho más elevado que los millones que nos echan en cara que se van a dedicar a restaurar los edificios. El costo que realmente importa son los codos y rodillas raspados de todas las niñas que se cayeron en las estampidas, son las mamás llorando porque no encontraban a sus hijas o porque no sabían cómo proteger a sus crías de los gases, los dolores de las mujeres de la tercera edad que se cayeron al correr cuando el gas lacrimógeno golpeó sus caras, son nuestras horas de miedo, frustración y angustia por nuestras compañeras detenidas, las horas de servicio con las que se sancionaron a las manifestantes por ejercer su derecho constitucional, son las lágrimas de mi mamá provocadas por el gas pimienta, los golpes que recibieron mis hermanas cuando metieron el cuerpo para cuidar a otras mujeres, mis compañeras y amigas llorando de frustración y coraje, el miedo de las asistentes de regresar a sus casas y ser detenidas en el camino, el terror colectivo de más de 15 mil mujeres de no entender qué pasaba pero saber que todas corrían temiendo por sus vidas, el gas quemándonos los ojos y la garganta, las heridas y los moretones causados por las macanas, las balas de pintura y los balines que utilizó la policía y que continúan en nuestros cuerpos a 15 días de haber sido agredidas por los que eran responsables de garantizar nuestro derecho a la protesta.

Las pintas son secuelas de un problema estructural que el estado no ha sabido contener y mucho menos sancionar o prevenir. Este problema es la violencia contra la mujer en todos los tipos y ámbitos que se manifiesta y que ésta si no tiene precio pues por día nos asesina a 10 mujeres en México y ninguna cantidad de dinero repara ese daño ¿Cómo ante esto las mujeres no vamos a querer rayarlo todo sí estamos hartas? ¿Por qué les duelen más las paredes que las mujeres asesinadas y violadas?

Las paredes rayadas y los vidrios rotos son consecuencia de un estado que minimiza la violencia machista que se presenta incluso en el acoso callejero, pasa por la violación y termina en el feminicidio, pero la reacción de represión, hostigamiento y desprestigio del Estado contra una protesta de mujeres es consecuencia del temor que le tienen a las mujeres organizadas y que levantan la voz, es la señal del miedo que nos tienen.

El costo total de que las paredes de Palacio de Gobierno estén limpias y libres de pintas es la violación a nuestros derechos humanos, son nuestras lágrimas y es el coraje y desconfianza que tenemos las mujeres ahora contra el estado y la policía y eso, estimado lector, tampoco tiene precio.

Pasadas las manifestaciones feministas las autoridades de los tres niveles de gobierno salieron inmediatamente a decir en cuánto saldrá la restauración de los vidrios rotos y paredes rayadas al paso de las marchas por el día de la mujer. Son estimaciones millonarias por limpiar las paredes de los grafitis que se hicieron como una expresión de la digna rabia de las mujeres, pero lo que los gobiernos no mencionaron, porque no les conviene, es el costo real de que las paredes ahora luzcan impolutas.

El pasado 8 de marzo, en un acontecimiento histórico, más de 15 mil mujeres salimos a las calles a exigir justicia, una vida digna y libre de violencia, igualdad de oportunidades laborales y sociales, la emancipación de nuestros cuerpos y autonomía económica. Nos volcamos a las calles a exigir nuestros derechos ejerciendo nuestro derecho a la protesta. Protesta que en términos de la ONU se considera pacífica pues por parte de las manifestantes no hubo ningún acto de violencia o agresiones contra otras personas ni sucesos que pusieran en riesgo la vida, integridad, ni salud de nadie, pero en este grito por justicia y un alto a la violencia lo que recibimos fueron bombas de humo y gas lacrimógeno.

Para que las paredes del Palacio de Gobierno luzcan como lo hacen hoy miles de mujeres tuvimos que vivir uno de los episodios más drásticos que ha visto la cantera de esta ciudad durante una manifestación y es que el Gobierno del Estado consideró que las mujeres armadas con pancartas, cartulinas, bengalas de colores, diamantina y pañuelos morados y verdes somos mucho más peligrosas que los grupos delincuenciales que azotan al país, y creyeron entonces que era mejor dispersar la marcha rociándonos con extintores y gas lacrimógeno a las más de 15 mil mujeres que participábamos que simplemente esperar a que los menos de 50 hombres que pateaban las vallas que blindaban el Palacio se cansaran y desistieran de sus esfuerzos por derrumbarlas.

El costo de que esas paredes estén limpias fue mucho más elevado que los millones que nos echan en cara que se van a dedicar a restaurar los edificios. El costo que realmente importa son los codos y rodillas raspados de todas las niñas que se cayeron en las estampidas, son las mamás llorando porque no encontraban a sus hijas o porque no sabían cómo proteger a sus crías de los gases, los dolores de las mujeres de la tercera edad que se cayeron al correr cuando el gas lacrimógeno golpeó sus caras, son nuestras horas de miedo, frustración y angustia por nuestras compañeras detenidas, las horas de servicio con las que se sancionaron a las manifestantes por ejercer su derecho constitucional, son las lágrimas de mi mamá provocadas por el gas pimienta, los golpes que recibieron mis hermanas cuando metieron el cuerpo para cuidar a otras mujeres, mis compañeras y amigas llorando de frustración y coraje, el miedo de las asistentes de regresar a sus casas y ser detenidas en el camino, el terror colectivo de más de 15 mil mujeres de no entender qué pasaba pero saber que todas corrían temiendo por sus vidas, el gas quemándonos los ojos y la garganta, las heridas y los moretones causados por las macanas, las balas de pintura y los balines que utilizó la policía y que continúan en nuestros cuerpos a 15 días de haber sido agredidas por los que eran responsables de garantizar nuestro derecho a la protesta.

Las pintas son secuelas de un problema estructural que el estado no ha sabido contener y mucho menos sancionar o prevenir. Este problema es la violencia contra la mujer en todos los tipos y ámbitos que se manifiesta y que ésta si no tiene precio pues por día nos asesina a 10 mujeres en México y ninguna cantidad de dinero repara ese daño ¿Cómo ante esto las mujeres no vamos a querer rayarlo todo sí estamos hartas? ¿Por qué les duelen más las paredes que las mujeres asesinadas y violadas?

Las paredes rayadas y los vidrios rotos son consecuencia de un estado que minimiza la violencia machista que se presenta incluso en el acoso callejero, pasa por la violación y termina en el feminicidio, pero la reacción de represión, hostigamiento y desprestigio del Estado contra una protesta de mujeres es consecuencia del temor que le tienen a las mujeres organizadas y que levantan la voz, es la señal del miedo que nos tienen.

El costo total de que las paredes de Palacio de Gobierno estén limpias y libres de pintas es la violación a nuestros derechos humanos, son nuestras lágrimas y es el coraje y desconfianza que tenemos las mujeres ahora contra el estado y la policía y eso, estimado lector, tampoco tiene precio.