/ jueves 18 de noviembre de 2021

“El Desafío del Educador”

La escuela es el motor del cambio social. Desde ahí se forman los líderes y los funcionarios, los maestros del futuro, los empresarios; ingenieros y científicos que tendrán la responsabilidad de construir sociedades más justas, más igualitarias, más plurales y tolerantes. Sociedades, en suma, más democráticas. La escuela es la célula generadora, inicial, primigenia. Los demócratas se forman ahí y desde ahí. Los ciudadanos responsables, comprometidos y honestos, son egresados de la escuela.

Los primeros responsables de que –en efecto- sean ejemplo y motor de cambio, son los propios docentes.

Construyamos escuelas abiertas, libres, fértiles en el diálogo y en el debate; ricas en el análisis y en la interpretación; multicolores en la tolerancia y en la apertura. Escuelas modernas y digitales en la interconexión y sus posibilidades.

Aplaudamos a los maestros que abrazan con pasión su ejercicio profesional, que se dedican con ahínco y júbilo a trabajar con los jóvenes, a guiarlos y orientarlos en un mundo cambiante y con frecuencia confuso.

Los países se edifican desde la escuela. Los sistemas se integran con personas reales que recibieron una educación y una formación en valores. Ahí está el mundo, que no espera.

Después de cientos de reuniones con académicos y docentes de instituciones públicas y privadas de México en toda la República, la constante, han sido siempre dos preguntas: ¿El maestro de hoy responde a la demanda educativa? y ¿el docente del siglo XXI está preparado para educar y formar jóvenes con estas herramientas?

El maestro de hoy fue formado en el siglo XX, con parámetros y directrices pedagógicas que no contemplaban ni incluían la creciente influencia tecnológica en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Los maestros del siglo XX, están marcados por el Conductismo como corriente predominante de los último 30 o 40 años, ya que el Constructivismo empezó a ponerse en práctica hacia principios de los años 80 en diversas partes del mundo, pero en México no fue sino hasta mediados de los 90’s.

Los maestros fueron formados y educados en la repetición de sistemas y modelos, más que en la exploración de nuevas técnicas y métodos para acercar y motivar a sus estudiantes. Es frecuente encontrar a docentes que utilizan los mismos libros de texto y cuadernos de notas y apuntes que ellos mismo utilizaron como alumnos. La famosa historia del cuaderno amarillo ajado y deshojado por el tiempo, se repite de plantel en plantel.

Pero no hay culpables. El desarrollo tecnológico, que ha impactado tan sensiblemente a las relaciones humanas, interpersonales y – por ende- educativas a nivel mundial, no estaba presente hace 30 años. Nuestros maestros de primaria o de secundaria, en los 70’s, se valían de “filminas” (diapositivas con ilustraciones gráficas o pictóricas de los temas a exponer) o de pequeñas películas de 16mm. Ese era, cuando más, el recurso audiovisual de mayor avance en nuestra formación. Si lo comparamos con lo que hoy está al alcance de los jóvenes en educación básica o media, estamos hablando casi de una referencia nostálgica en el entrepaño de un museo, así lo comentan Leonardo Kourchenko y Pedro Landaverde en su libro “El desafío del Maestro del siglo XXI”

La educación era diferente, se basaba como hemos dicho en la enseñanza, en lo que el maestro transmitía y exponía y buscaba la memorización en los estudiantes. El mundo cambió –y lo hace de forma continua y a velocidades vertiginosas todos los días- por ende, resultan imprescindibles nuevos métodos educativos.

La escuela es el motor del cambio social. Desde ahí se forman los líderes y los funcionarios, los maestros del futuro, los empresarios; ingenieros y científicos que tendrán la responsabilidad de construir sociedades más justas, más igualitarias, más plurales y tolerantes. Sociedades, en suma, más democráticas. La escuela es la célula generadora, inicial, primigenia. Los demócratas se forman ahí y desde ahí. Los ciudadanos responsables, comprometidos y honestos, son egresados de la escuela.

Los primeros responsables de que –en efecto- sean ejemplo y motor de cambio, son los propios docentes.

Construyamos escuelas abiertas, libres, fértiles en el diálogo y en el debate; ricas en el análisis y en la interpretación; multicolores en la tolerancia y en la apertura. Escuelas modernas y digitales en la interconexión y sus posibilidades.

Aplaudamos a los maestros que abrazan con pasión su ejercicio profesional, que se dedican con ahínco y júbilo a trabajar con los jóvenes, a guiarlos y orientarlos en un mundo cambiante y con frecuencia confuso.

Los países se edifican desde la escuela. Los sistemas se integran con personas reales que recibieron una educación y una formación en valores. Ahí está el mundo, que no espera.

Después de cientos de reuniones con académicos y docentes de instituciones públicas y privadas de México en toda la República, la constante, han sido siempre dos preguntas: ¿El maestro de hoy responde a la demanda educativa? y ¿el docente del siglo XXI está preparado para educar y formar jóvenes con estas herramientas?

El maestro de hoy fue formado en el siglo XX, con parámetros y directrices pedagógicas que no contemplaban ni incluían la creciente influencia tecnológica en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Los maestros del siglo XX, están marcados por el Conductismo como corriente predominante de los último 30 o 40 años, ya que el Constructivismo empezó a ponerse en práctica hacia principios de los años 80 en diversas partes del mundo, pero en México no fue sino hasta mediados de los 90’s.

Los maestros fueron formados y educados en la repetición de sistemas y modelos, más que en la exploración de nuevas técnicas y métodos para acercar y motivar a sus estudiantes. Es frecuente encontrar a docentes que utilizan los mismos libros de texto y cuadernos de notas y apuntes que ellos mismo utilizaron como alumnos. La famosa historia del cuaderno amarillo ajado y deshojado por el tiempo, se repite de plantel en plantel.

Pero no hay culpables. El desarrollo tecnológico, que ha impactado tan sensiblemente a las relaciones humanas, interpersonales y – por ende- educativas a nivel mundial, no estaba presente hace 30 años. Nuestros maestros de primaria o de secundaria, en los 70’s, se valían de “filminas” (diapositivas con ilustraciones gráficas o pictóricas de los temas a exponer) o de pequeñas películas de 16mm. Ese era, cuando más, el recurso audiovisual de mayor avance en nuestra formación. Si lo comparamos con lo que hoy está al alcance de los jóvenes en educación básica o media, estamos hablando casi de una referencia nostálgica en el entrepaño de un museo, así lo comentan Leonardo Kourchenko y Pedro Landaverde en su libro “El desafío del Maestro del siglo XXI”

La educación era diferente, se basaba como hemos dicho en la enseñanza, en lo que el maestro transmitía y exponía y buscaba la memorización en los estudiantes. El mundo cambió –y lo hace de forma continua y a velocidades vertiginosas todos los días- por ende, resultan imprescindibles nuevos métodos educativos.