/ miércoles 18 de mayo de 2022

El mito de la igualdad de género.

Existe la creencia colectiva de que las mujeres, principalmente las más jóvenes, son libres e iguales, ¿cómo que nos hemos tragado ese cuento de la supuesta la igualdad anhelada?, pero esto no es ni remotamente así.

La preguntaría central sería qué entendemos cuando nos referimos a igualdad, si este sistema social, cultural, económico, político, educativo, etcétera continua perpetuando una forma de relacionamiento violento y opresivo contra y hacia las mujeres, principalmente niñas y adolescentes, quienes ya forman un largo listado de desapariciones y no localizaciones, lo cual es brutal.

Historias que se entretejen con narrativas verdaderamente ofensivas y llenas de odio, que van desde el repudio misógino hasta la celebración más doliente y absurda que culpabiliza a las familias de estos hechos.

El dolor se ha convertido es una herramienta de poder, entre más dolor puedas causar más sometimiento puedes tener sobre el doliente o las familias desesperadas por no saben de su hija o familiar. Esta herramienta es utilizada por el aparato gubernamental y los grupos del crimen organizado, quienes van torciendo e impidiendo, por así decirlo, acceder a la verdad de los hechos, y van desgastando a las familias hasta el hartazgo o bien para que ellas sean quienes realicen los actos de investigación, cuando de acceso a la justicia se trata.

Pero que decir de los cuerpos de seguridad pública, guardia civil y ejército, si de alguna manera es evidente la colusión entre estos elementos y los grupos criminales, ellos siguen siendo dueños del espacio público, esos hombres que integran cofradías y ghettos para establecer libremente dispositivos control de movilidad, a los que describiría como sexuales y asociados a la privación de la vida, van en incremento, pese a que se tengan “otros datos”.

La igualdad de género, supondría que las mujeres son libres, pero esto no existe aun, porque las agresiones hacia las niñas, adolescentes y jóvenes siguen siendo los datos o saldos negativos, que no se quieren reconocer y para los que no existe acuerdo político alguno. Por lo tanto, el incremento de la violencia contra las mujeres es la evidencia más profunda de la desigualdad en la que viven y vivimos miles de mujeres en este país.

Bajo los argumentos de igualdad de género, que desconocen y dicen no saber que es eso, podríamos cuestionar a las autoridades municipales por el gasto excesivo destinado a la “diversión” y “fiesta” que dicen piden a gritos el pueblo, no cabe duda que pan y circo siguen funcionando.

¿Qué acaso no crea felicidad y fiesta cuando se cubren las necesidades mínimas en un hogar? ¿Qué las mujeres no son importantes para los ayuntamientos? ¿Dónde esta la política pública para la igualdad y la no violencia contra las mujeres en los 113 municipios de nuestro estado?

Las acciones y cada vez menos recursos, que se destinan para la implementación de proyectos se han quedado cortos, porque en su mayoría siguen reforzando el orden sexual y social establecido tradicionalmente, las mujeres a su casa y los hombres a la calle. Cada vez, observamos con mayor sorpresa ante nuestros ojos, como se va desmontando las escuelas de tiempo completo, la reducción de métodos anticonceptivos, el acceso a servicios de salud integral y para abortos seguros, entre muchas otras, así como las estancias infantiles, los comedores comunitarios y más.

Las mujeres seguimos siendo desiguales, aunque hemos me consta que hemos tratado de construir una igualdad no igual a los hombres, aun no podemos ser libres, el espacio público no es nuestro, como tampoco el privado, aun no nos pueden garantizar nuestra autonomía y la autodeterminación, romper este orden social y sexual nos esta costando, lo que no debería de costar son las vidas de nuestras hijas, así que pensemos que mentira es eso de la “igualdad”.

Existe la creencia colectiva de que las mujeres, principalmente las más jóvenes, son libres e iguales, ¿cómo que nos hemos tragado ese cuento de la supuesta la igualdad anhelada?, pero esto no es ni remotamente así.

La preguntaría central sería qué entendemos cuando nos referimos a igualdad, si este sistema social, cultural, económico, político, educativo, etcétera continua perpetuando una forma de relacionamiento violento y opresivo contra y hacia las mujeres, principalmente niñas y adolescentes, quienes ya forman un largo listado de desapariciones y no localizaciones, lo cual es brutal.

Historias que se entretejen con narrativas verdaderamente ofensivas y llenas de odio, que van desde el repudio misógino hasta la celebración más doliente y absurda que culpabiliza a las familias de estos hechos.

El dolor se ha convertido es una herramienta de poder, entre más dolor puedas causar más sometimiento puedes tener sobre el doliente o las familias desesperadas por no saben de su hija o familiar. Esta herramienta es utilizada por el aparato gubernamental y los grupos del crimen organizado, quienes van torciendo e impidiendo, por así decirlo, acceder a la verdad de los hechos, y van desgastando a las familias hasta el hartazgo o bien para que ellas sean quienes realicen los actos de investigación, cuando de acceso a la justicia se trata.

Pero que decir de los cuerpos de seguridad pública, guardia civil y ejército, si de alguna manera es evidente la colusión entre estos elementos y los grupos criminales, ellos siguen siendo dueños del espacio público, esos hombres que integran cofradías y ghettos para establecer libremente dispositivos control de movilidad, a los que describiría como sexuales y asociados a la privación de la vida, van en incremento, pese a que se tengan “otros datos”.

La igualdad de género, supondría que las mujeres son libres, pero esto no existe aun, porque las agresiones hacia las niñas, adolescentes y jóvenes siguen siendo los datos o saldos negativos, que no se quieren reconocer y para los que no existe acuerdo político alguno. Por lo tanto, el incremento de la violencia contra las mujeres es la evidencia más profunda de la desigualdad en la que viven y vivimos miles de mujeres en este país.

Bajo los argumentos de igualdad de género, que desconocen y dicen no saber que es eso, podríamos cuestionar a las autoridades municipales por el gasto excesivo destinado a la “diversión” y “fiesta” que dicen piden a gritos el pueblo, no cabe duda que pan y circo siguen funcionando.

¿Qué acaso no crea felicidad y fiesta cuando se cubren las necesidades mínimas en un hogar? ¿Qué las mujeres no son importantes para los ayuntamientos? ¿Dónde esta la política pública para la igualdad y la no violencia contra las mujeres en los 113 municipios de nuestro estado?

Las acciones y cada vez menos recursos, que se destinan para la implementación de proyectos se han quedado cortos, porque en su mayoría siguen reforzando el orden sexual y social establecido tradicionalmente, las mujeres a su casa y los hombres a la calle. Cada vez, observamos con mayor sorpresa ante nuestros ojos, como se va desmontando las escuelas de tiempo completo, la reducción de métodos anticonceptivos, el acceso a servicios de salud integral y para abortos seguros, entre muchas otras, así como las estancias infantiles, los comedores comunitarios y más.

Las mujeres seguimos siendo desiguales, aunque hemos me consta que hemos tratado de construir una igualdad no igual a los hombres, aun no podemos ser libres, el espacio público no es nuestro, como tampoco el privado, aun no nos pueden garantizar nuestra autonomía y la autodeterminación, romper este orden social y sexual nos esta costando, lo que no debería de costar son las vidas de nuestras hijas, así que pensemos que mentira es eso de la “igualdad”.