/ viernes 7 de enero de 2022

El paternalismo en México

La idea de paternalismo, se vincula a la de un poder absoluto ejercido en beneficio – supuestamente – de aquellos sobre los que se ejerce. El paradigma de este tipo de poder benevolente es la patria potestad, en su concepción tradicional. Por analogía, la transposición de la relación paterno-filial a otros ámbitos, en particular al ámbito político, se considera paternalismo a la forma de poder absoluto que se ejerce sólo en beneficio de quien ocupa la posición dominante, cuyo mejor ejemplo es la relación entre el amo y el esclavo. Para el Derecho constitucional, el Estado paternalista es aquel que limita la libertad individual de sus ciudadanos con base en ciertos valores que fundamentan la imposición estatal. En otras palabras, el paternalismo se puede entender como la tendencia a aplicar normas de autoridad o protección en las que su aplicación conlleva una reducción de la libertad y autonomía de la persona o grupo sujeto del trato paternalista, y la justificación utilizada es la protección de dicha persona o grupo frente al posible daño que pudiera causarse a sí mismo en caso de disponer de mayor autonomía y libertad.

El problema del paternalismo es que busca justificar la coacción.

Para llevar a cabo esta protección de los sujetos en cuestión, en las Democracias occidentales se creó el concepto de Estado de Bienestar. Éste, se refiere a un Estado que redistribuye la producción otorgando subsidios en ciertos servicios, casi de manera filantrópica, sin embargo, ignora las verdaderas necesidades, deseos y preferencias de los individuos por lo que al final no es tan benévolo como pudiera pensarse. Las críticas al paternalismo arropado por el Estado de Bienestar han existido en todos los tiempos y no son exclusivas de ninguna corriente política, tanto la derecha como la izquierda han manifestado su desacuerdo con ciertos aspectos, como reducir o alejar las inversiones al generar la imposición de cargas fiscales lo que disminuye en gran medida la inversión y con ello las fuentes de empleo. Y al mismo tiempo, crear una falsa conciencia en ciertos sectores de la sociedad incidiendo o moldeando de manera nociva sus preferencias de acuerdo a lo que el Estado dice que les conviene.

Por otro lado, en los países llamados de tercer mundo, el paternalismo además ha generado principalmente dos problemas: primero, en la mayoría de estos países la producción de bienes y la recaudación fiscal no es suficiente para hablar de una distribución de capital y termina siendo un gasto excesivo para el Estado generando deuda interna y externa a la larga. Segundo, por lo regular estas políticas no toman en cuenta las particularidades de las diversas culturas y por ende necesidades de los grupos sociales lo que se traduce en soluciones generalizadas para problemas específicos que en última instancia, no resuelven nada.

Según Nozick, los individuos tienen derechos que ningún ciudadano, ni el Estado pueden violar. Estos Derechos deben incorporarse a una teoría política para restringir las acciones tanto del Estado como de los ciudadanos. Simplemente hay cosas que no pueden hacerse a una persona, como violar ciertos derechos, aun cuando sea por el propio bien de esa persona o para alcanzar una meta colectiva.

Si tomamos en cuenta todo lo anterior, resulta importante realizar el siguiente cuestionamiento: ¿Es entonces el Estado de Bienestar como lo conocemos ahora el idóneo para México? Cada uno, tendrá una opinión distinta, sin embargo me parece importante tomar en cuenta tres aspectos.

Para que el Estado de verdad garantice el bienestar, debe asegurar a sus gobernados la integridad física a través de proveer seguridad y salud; la integridad psicológica, al proporcionar educación de calidad que permita a los individuos crear un criterio propio y capacidad de análisis profundo; el respeto a la diversidad de culturas y formas de pensar, fortaleciendo las instituciones que se encargan de velar por estos derechos; y la capacidad económica de los individuos más allá de subsidios o dádivas de ocasión, sino generar los escenarios y políticas públicas que permitan tener un trabajo digno y bien remunerado o la posibilidad de emprender o invertir con la seguridad de que sus bienes no corren riesgos.

Lograrlo, no es tarea fácil, primeramente se debe dejar de pensar en “el pueblo” como un ser débil que debe ser protegido de sí mismo, cuando el verdadero enemigo es la corrupción y la impunidad del día a día que impiden lograr los ideales de justicia y equidad.

La idea de paternalismo, se vincula a la de un poder absoluto ejercido en beneficio – supuestamente – de aquellos sobre los que se ejerce. El paradigma de este tipo de poder benevolente es la patria potestad, en su concepción tradicional. Por analogía, la transposición de la relación paterno-filial a otros ámbitos, en particular al ámbito político, se considera paternalismo a la forma de poder absoluto que se ejerce sólo en beneficio de quien ocupa la posición dominante, cuyo mejor ejemplo es la relación entre el amo y el esclavo. Para el Derecho constitucional, el Estado paternalista es aquel que limita la libertad individual de sus ciudadanos con base en ciertos valores que fundamentan la imposición estatal. En otras palabras, el paternalismo se puede entender como la tendencia a aplicar normas de autoridad o protección en las que su aplicación conlleva una reducción de la libertad y autonomía de la persona o grupo sujeto del trato paternalista, y la justificación utilizada es la protección de dicha persona o grupo frente al posible daño que pudiera causarse a sí mismo en caso de disponer de mayor autonomía y libertad.

El problema del paternalismo es que busca justificar la coacción.

Para llevar a cabo esta protección de los sujetos en cuestión, en las Democracias occidentales se creó el concepto de Estado de Bienestar. Éste, se refiere a un Estado que redistribuye la producción otorgando subsidios en ciertos servicios, casi de manera filantrópica, sin embargo, ignora las verdaderas necesidades, deseos y preferencias de los individuos por lo que al final no es tan benévolo como pudiera pensarse. Las críticas al paternalismo arropado por el Estado de Bienestar han existido en todos los tiempos y no son exclusivas de ninguna corriente política, tanto la derecha como la izquierda han manifestado su desacuerdo con ciertos aspectos, como reducir o alejar las inversiones al generar la imposición de cargas fiscales lo que disminuye en gran medida la inversión y con ello las fuentes de empleo. Y al mismo tiempo, crear una falsa conciencia en ciertos sectores de la sociedad incidiendo o moldeando de manera nociva sus preferencias de acuerdo a lo que el Estado dice que les conviene.

Por otro lado, en los países llamados de tercer mundo, el paternalismo además ha generado principalmente dos problemas: primero, en la mayoría de estos países la producción de bienes y la recaudación fiscal no es suficiente para hablar de una distribución de capital y termina siendo un gasto excesivo para el Estado generando deuda interna y externa a la larga. Segundo, por lo regular estas políticas no toman en cuenta las particularidades de las diversas culturas y por ende necesidades de los grupos sociales lo que se traduce en soluciones generalizadas para problemas específicos que en última instancia, no resuelven nada.

Según Nozick, los individuos tienen derechos que ningún ciudadano, ni el Estado pueden violar. Estos Derechos deben incorporarse a una teoría política para restringir las acciones tanto del Estado como de los ciudadanos. Simplemente hay cosas que no pueden hacerse a una persona, como violar ciertos derechos, aun cuando sea por el propio bien de esa persona o para alcanzar una meta colectiva.

Si tomamos en cuenta todo lo anterior, resulta importante realizar el siguiente cuestionamiento: ¿Es entonces el Estado de Bienestar como lo conocemos ahora el idóneo para México? Cada uno, tendrá una opinión distinta, sin embargo me parece importante tomar en cuenta tres aspectos.

Para que el Estado de verdad garantice el bienestar, debe asegurar a sus gobernados la integridad física a través de proveer seguridad y salud; la integridad psicológica, al proporcionar educación de calidad que permita a los individuos crear un criterio propio y capacidad de análisis profundo; el respeto a la diversidad de culturas y formas de pensar, fortaleciendo las instituciones que se encargan de velar por estos derechos; y la capacidad económica de los individuos más allá de subsidios o dádivas de ocasión, sino generar los escenarios y políticas públicas que permitan tener un trabajo digno y bien remunerado o la posibilidad de emprender o invertir con la seguridad de que sus bienes no corren riesgos.

Lograrlo, no es tarea fácil, primeramente se debe dejar de pensar en “el pueblo” como un ser débil que debe ser protegido de sí mismo, cuando el verdadero enemigo es la corrupción y la impunidad del día a día que impiden lograr los ideales de justicia y equidad.