/ lunes 30 de agosto de 2021

El PRD y el narco

Hace 15 años inició en México, con la Operación Conjunta Michoacán, la mal llamada “guerra contra el narco” emprendida por el presidente Felipe Calderón. Esta acción se llevó a cabo durante el gobierno de Lázaro Cárdenas Batel, el primer gobernador emanado de las filas del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y quien se había visto totalmente rebasado por la criminalidad.

Durante el gobierno del perredista, en el cual colaboró como Secretario de Desarrollo Agropecuario el actual mandatario michoacano, surgió uno de los más violentos cárteles del narcotráfico en el país: La Familia Michoacana que después de una división se convertiría en Los Caballeros Templarios, teniendo su máximo esplendor durante el gobierno del priísta Fausto Vallejo Figueroa.

Después del triunfo del también perredista Leonel Godoy Rangel, el avance del crimen organizado en la entidad se fortaleció pese a la presencia de las fuerzas federales que no pudieron contener el control que el crimen organizado tenía principalmente en los gobiernos municipales del PRI y PRD, aunque fueron muy pocos alcaldes y funcionarios públicos sentenciados por este motivo. Fueron tiempos aciagos para la entidad que padeció un ataque con granadas en contra de la población civil.

Pero nadie del partido del Sol Azteca levantó la voz contra los gobiernos emanados del PRD. Por el contrario, los perredistas se agruparon en torno a sus gobernantes y líderes y se enfrascaron en una abierta lucha política contra el gobierno federal al que acusaban de persecución y linchamiento político. Los perredistas de hoy, los que se mantienen en las filas del Sol Azteca, guardaron absoluto y hoy son cómplices de quienes entonces los acusaban.

Pero las cosas han cambiado. La figura principal de la estrategia contra el narcotráfico del Calderonato, Gerardo García Luna, está acusado por su presunta complicidad con grupos criminales y estudios académicos como el elaborado por el CIDE y la Universidad de Notre Dame, denominado “Federalismo, drogas y violencia. Por qué el conflicto partidista intergubernamental estimuló la violencia del narcotráfico en México”, exponen la hipótesis de que la estrategia de Felipe Calderón mostró “tintes partidistas”, principalmente contra los gobiernos emanados del PRD.

Hoy esta estrategia de descrédito pareciera renacer pero ahora impulsada desde el propio PRD contra –aquí viene lo incongruente- el propio PRD. Es decir, contra sus anteriores gobernantes y líderes pero que ahora pertenecen a otro partido político.

La estrategia de Silvano Aureoles resulta, por decir lo menos, absurda e incongruente porque el crecimiento y fortalecimiento de los grupos criminales en Michoacán se dieron justamente cuando el PRD ha gobernado la entidad; incluso, este aparente resurgimiento que ha denunciado en organismos internacionales se registró precisamente durante su administración y, como al parecer es costumbre, tampoco hubo señalamientos a tiempo.

Medios o redes

Existe una amplia expectativa en el gremio periodístico por la próxima política de comunicación social que implementará Alfredo Ramírez Bedolla, en caso de que el TEPJF confirme su triunfo. El anuncio de la desaparición de la Coordinación General de Comunicación Social para convertirla en un staff de la Oficina del Gobernador hace suponer un viraje en las formas de concebir la labor de esta área que, hay que decirlo, ha sido fundamental en la última etapa del actual mandatario.

Existe una interesante discusión en el equipo interno del gobernador electo respecto al rumbo que debe tomar la nueva política de comunicación social: mantener la atención a los medios tradicionales y digitales o enfocarse a las redes sociales y los llamados influencers como actualmente opera el Gobierno de la República. Sólo que existen dos pequeños inconvenientes para la segunda opción: Ni Michoacán es México ni Alfredo Ramírez es Andrés Manuel y pese a todo, los medios tradicionales siguen teniendo –para bien o para mal- una enorme influencia no solo en el círculo rojo, sino en la población en general.

Quizá lo que sí deberían valorar es no poner todos los huevos en la misma canasta –o en un mismo grupo- porque ahí están los magros resultados.

Hace 15 años inició en México, con la Operación Conjunta Michoacán, la mal llamada “guerra contra el narco” emprendida por el presidente Felipe Calderón. Esta acción se llevó a cabo durante el gobierno de Lázaro Cárdenas Batel, el primer gobernador emanado de las filas del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y quien se había visto totalmente rebasado por la criminalidad.

Durante el gobierno del perredista, en el cual colaboró como Secretario de Desarrollo Agropecuario el actual mandatario michoacano, surgió uno de los más violentos cárteles del narcotráfico en el país: La Familia Michoacana que después de una división se convertiría en Los Caballeros Templarios, teniendo su máximo esplendor durante el gobierno del priísta Fausto Vallejo Figueroa.

Después del triunfo del también perredista Leonel Godoy Rangel, el avance del crimen organizado en la entidad se fortaleció pese a la presencia de las fuerzas federales que no pudieron contener el control que el crimen organizado tenía principalmente en los gobiernos municipales del PRI y PRD, aunque fueron muy pocos alcaldes y funcionarios públicos sentenciados por este motivo. Fueron tiempos aciagos para la entidad que padeció un ataque con granadas en contra de la población civil.

Pero nadie del partido del Sol Azteca levantó la voz contra los gobiernos emanados del PRD. Por el contrario, los perredistas se agruparon en torno a sus gobernantes y líderes y se enfrascaron en una abierta lucha política contra el gobierno federal al que acusaban de persecución y linchamiento político. Los perredistas de hoy, los que se mantienen en las filas del Sol Azteca, guardaron absoluto y hoy son cómplices de quienes entonces los acusaban.

Pero las cosas han cambiado. La figura principal de la estrategia contra el narcotráfico del Calderonato, Gerardo García Luna, está acusado por su presunta complicidad con grupos criminales y estudios académicos como el elaborado por el CIDE y la Universidad de Notre Dame, denominado “Federalismo, drogas y violencia. Por qué el conflicto partidista intergubernamental estimuló la violencia del narcotráfico en México”, exponen la hipótesis de que la estrategia de Felipe Calderón mostró “tintes partidistas”, principalmente contra los gobiernos emanados del PRD.

Hoy esta estrategia de descrédito pareciera renacer pero ahora impulsada desde el propio PRD contra –aquí viene lo incongruente- el propio PRD. Es decir, contra sus anteriores gobernantes y líderes pero que ahora pertenecen a otro partido político.

La estrategia de Silvano Aureoles resulta, por decir lo menos, absurda e incongruente porque el crecimiento y fortalecimiento de los grupos criminales en Michoacán se dieron justamente cuando el PRD ha gobernado la entidad; incluso, este aparente resurgimiento que ha denunciado en organismos internacionales se registró precisamente durante su administración y, como al parecer es costumbre, tampoco hubo señalamientos a tiempo.

Medios o redes

Existe una amplia expectativa en el gremio periodístico por la próxima política de comunicación social que implementará Alfredo Ramírez Bedolla, en caso de que el TEPJF confirme su triunfo. El anuncio de la desaparición de la Coordinación General de Comunicación Social para convertirla en un staff de la Oficina del Gobernador hace suponer un viraje en las formas de concebir la labor de esta área que, hay que decirlo, ha sido fundamental en la última etapa del actual mandatario.

Existe una interesante discusión en el equipo interno del gobernador electo respecto al rumbo que debe tomar la nueva política de comunicación social: mantener la atención a los medios tradicionales y digitales o enfocarse a las redes sociales y los llamados influencers como actualmente opera el Gobierno de la República. Sólo que existen dos pequeños inconvenientes para la segunda opción: Ni Michoacán es México ni Alfredo Ramírez es Andrés Manuel y pese a todo, los medios tradicionales siguen teniendo –para bien o para mal- una enorme influencia no solo en el círculo rojo, sino en la población en general.

Quizá lo que sí deberían valorar es no poner todos los huevos en la misma canasta –o en un mismo grupo- porque ahí están los magros resultados.