/ miércoles 12 de enero de 2022

El sentido común en los tiempos del covid: el gran ausente

Siempre que veía una película sobre el fin del mundo ya fuera provocado por un virus mortal o por zombis me admiraba el cómo la especie humana podía hacer cosas tan fuera del sentido común. Ya saben, me refiero a esa escena donde todos los que estamos en la sala del cine susurramos “¡no salgas, no salgas, te va a matar!”.

En mi mente no cabía la posibilidad de que sabiendo que el riesgo era inminente los personajes fueran tan “despistados” para salir y exponerse. Siempre aludía yo, a que era un recurso dramático, ciencia ficción; hasta que nos tocó vivirlo y me di cuenta que lo que yo creía eran decisiones estúpidas sólo por hacer drama en una película, no están para nada alejadas de la realidad y qué, en efecto, lo menos común en nuestra sociedad, es el sentido común.

En diciembre pasado cumplimos dos años viviendo o, mejor dicho, sobreviviendo al mortal virus que provoca la enfermedad nombrada Covid-19, pero a pesar de que el tiempo ha pasado y la pandemia ha evolucionado, nosotros no hemos podido encontrar el cómo coexistir en estos tiempos modernos de medidas sanitarias nunca antes implementadas y de información, falsa y verdadera, inundando todos nuestros sentidos.

Una pensaría que viviendo en la era información combatir una pandemia sería mucho más fácil, y no lo digo sólo porque la tecnología y ciencia logra avances importantísimos en cuestión de semanas, sino porque en estos tiempos todos tenemos en nuestras manos un teléfono inteligente que nos puede dar la información de lo que sea que busquemos en menos de 5 minutos, pero no es así y, al contrario, parece ser que es justo este aluvión de información lo que está dificultando el librar esta epidemia.

Vivimos en una constante saturación informativa, imágenes de las calles abarrotadas de gente, reporteros hablando de los cientos de casos nuevos diarios, los muertos, las vacunas, las variantes, los remedios caseros, las contraindicaciones, las medidas sanitarias; en todas partes hay expertos de todo, nos mataran de saturación y de contradicción.

Para completar ese cuadro, tenemos también la desvergüenza de las personas que todo el tiempo han estado de fiestas, los irreverentes indisciplinados que pasan de todas las medidas preventivas, las fake news, los negacionistas y los antivacunas y con esto, las nuevas variantes consecuencia de la resistencia de la gente a las vacunas.

No sé ustedes, pero mi círculo social con que inicié esta pandemia es muy diferente al que actualmente me acompaña, y es que, en estos tiempos donde lo más importantes es cuidarme y cuidar a los míos, también quiero estar rodeada de gente que me cuide a mí y que tenga la suficiente empatía por el mundo y sentido común para comprender que salir de esta pandemia es una tarea donde todos podemos poner nuestro granito de arena.

Y no me mal interpreten no hablo a aquellas personas que no tienen ni la información ni el acceso a la vacuna, si no a aquellas que conscientemente han decidido no vacunarse porque “ellos tienen otros datos”. Datos que han obtenido de redes sociales, del chisme del vecino, del video en cadena que circula en los chats y que dice la vacuna contiene un "parásito mortal" que crea "redes neuronales" en los vacunados, y que pueden "influir en sus pensamientos y acciones".

No hay país en el mundo que no esté sufriendo las consecuencias de esta pandemia, y la llegada de omicrón es una advertencia más de que la pandemia se aprovecha de las debilidades y divisiones sociales que afectan directamente a un sector de la población, el más vulnerable.

Sin lugar a dudas debemos hacer llegar más vacunas a los países más pobres y seguir en los procesos de vacunación en el nuestro, pero también tenemos que reconocer que no sólo la falta de vacunas es un problema, sino el escepticismo sobre la seguridad de la vacuna, la gravedad del virus y el egoísmo sistemático que nos atraviesa como sociedad, todo como un síntoma más de la decadencia moral e intelectual que vivimos.

Siempre que veía una película sobre el fin del mundo ya fuera provocado por un virus mortal o por zombis me admiraba el cómo la especie humana podía hacer cosas tan fuera del sentido común. Ya saben, me refiero a esa escena donde todos los que estamos en la sala del cine susurramos “¡no salgas, no salgas, te va a matar!”.

En mi mente no cabía la posibilidad de que sabiendo que el riesgo era inminente los personajes fueran tan “despistados” para salir y exponerse. Siempre aludía yo, a que era un recurso dramático, ciencia ficción; hasta que nos tocó vivirlo y me di cuenta que lo que yo creía eran decisiones estúpidas sólo por hacer drama en una película, no están para nada alejadas de la realidad y qué, en efecto, lo menos común en nuestra sociedad, es el sentido común.

En diciembre pasado cumplimos dos años viviendo o, mejor dicho, sobreviviendo al mortal virus que provoca la enfermedad nombrada Covid-19, pero a pesar de que el tiempo ha pasado y la pandemia ha evolucionado, nosotros no hemos podido encontrar el cómo coexistir en estos tiempos modernos de medidas sanitarias nunca antes implementadas y de información, falsa y verdadera, inundando todos nuestros sentidos.

Una pensaría que viviendo en la era información combatir una pandemia sería mucho más fácil, y no lo digo sólo porque la tecnología y ciencia logra avances importantísimos en cuestión de semanas, sino porque en estos tiempos todos tenemos en nuestras manos un teléfono inteligente que nos puede dar la información de lo que sea que busquemos en menos de 5 minutos, pero no es así y, al contrario, parece ser que es justo este aluvión de información lo que está dificultando el librar esta epidemia.

Vivimos en una constante saturación informativa, imágenes de las calles abarrotadas de gente, reporteros hablando de los cientos de casos nuevos diarios, los muertos, las vacunas, las variantes, los remedios caseros, las contraindicaciones, las medidas sanitarias; en todas partes hay expertos de todo, nos mataran de saturación y de contradicción.

Para completar ese cuadro, tenemos también la desvergüenza de las personas que todo el tiempo han estado de fiestas, los irreverentes indisciplinados que pasan de todas las medidas preventivas, las fake news, los negacionistas y los antivacunas y con esto, las nuevas variantes consecuencia de la resistencia de la gente a las vacunas.

No sé ustedes, pero mi círculo social con que inicié esta pandemia es muy diferente al que actualmente me acompaña, y es que, en estos tiempos donde lo más importantes es cuidarme y cuidar a los míos, también quiero estar rodeada de gente que me cuide a mí y que tenga la suficiente empatía por el mundo y sentido común para comprender que salir de esta pandemia es una tarea donde todos podemos poner nuestro granito de arena.

Y no me mal interpreten no hablo a aquellas personas que no tienen ni la información ni el acceso a la vacuna, si no a aquellas que conscientemente han decidido no vacunarse porque “ellos tienen otros datos”. Datos que han obtenido de redes sociales, del chisme del vecino, del video en cadena que circula en los chats y que dice la vacuna contiene un "parásito mortal" que crea "redes neuronales" en los vacunados, y que pueden "influir en sus pensamientos y acciones".

No hay país en el mundo que no esté sufriendo las consecuencias de esta pandemia, y la llegada de omicrón es una advertencia más de que la pandemia se aprovecha de las debilidades y divisiones sociales que afectan directamente a un sector de la población, el más vulnerable.

Sin lugar a dudas debemos hacer llegar más vacunas a los países más pobres y seguir en los procesos de vacunación en el nuestro, pero también tenemos que reconocer que no sólo la falta de vacunas es un problema, sino el escepticismo sobre la seguridad de la vacuna, la gravedad del virus y el egoísmo sistemático que nos atraviesa como sociedad, todo como un síntoma más de la decadencia moral e intelectual que vivimos.