/ miércoles 7 de octubre de 2020

En Michoacán las mujeres decimos Ni Una Menos

Estamos viviendo tiempos muy dolorosos debido a la violencia contra las mujeres. En Michoacán tan solo en el mes de septiembre se registraron 14 feminicidios y por lo menos una veintena de reportes de desaparición de mujeres.


Se estima que, en la entidad, en los últimos cinco años, la violencia feminicida ha aumentado en un 90 por ciento. De enero a agosto de 2020 el Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública reporta que 166 mujeres han sido asesinadas. Además, el estado ocupa el quinto lugar en homicidios dolosos de mujeres y el tercer lugar nacional en reporte de lesiones dolosas cometidas contra las mujeres con 2 mil 668 reportes.


El pasado 25 de septiembre fue localizado el cuerpo de Jessica González, a quien un feminicida le arrebató la vida, los sueños y el futuro. Este caso conmocionó a la sociedad michoacana. El hecho visibilizó lo que miles de mujeres vivimos cotidianamente; un ambiente social de violencia estructural.


La sociedad aún sacudida por el feminicidio de Jessica se enteró de la desaparición y posterior asesinato de Xitlali Ballesteros, enfermera de 31 años edad. Días después, en el marco del doloroso recuerdo del 2 de octubre, se localizó el cuerpo de Miriam Mendoza, quien había sido reportada como desaparecida desde septiembre.


A diario nos despertamos con la aterradora noticia de que más mujeres se suman a la lista de desaparecidas y asesinadas. Pareciera ser que el miedo, la violencia y la incertidumbre que vivimos día a día es interminable. Las heridas no cierran, no solo por el dolor de las familias de las víctimas, sino también porque las causas no se erradican y en la mayoría de los casos no se encuentra justicia.


La rabia se convirtió en indignación. La exigencia de justicia ha desatado jornadas de protestas de miles de mujeres en al menos una docena de municipios de la entidad.


Hay quienes critican las formas en que las mujeres están mostrando su indignación. Hoy las manifestaciones, cada vez más contundentes, cimbran las calles y los edificios gubernamentales. Sin embargo, debo decir que estas formas no solo son necesarias, también son dignas, porque representan el dolor acumulado por los cientos de asesinatos de mujeres, cuyo feminicidio pretendió ser invisibilizado.


Todas las formas de protesta son validas, porque cuando se observa con detenimiento las causas de tan indignante situación aparecen múltiples factores, desde la indolencia de las autoridades locales, la impunidad de que gozan los victimarios e incluso una cultura patriarcal que minimiza el feminicidio o pretende ridiculizar el dolor.


Las movilizaciones de mujeres continuarán en Michoacán y en México mientras nos sigan asesinando. Las paredes que ahora gritan los nombres de las que nos han arrebatado, seguirán siendo la expresión de la indignación mientras no haya justicia, porque es en las calles donde las mujeres, las que luchamos por la vida, construiremos un mejor futuro, en el que la consigna de Ni Una Menos será una realidad para las mujeres.



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Estamos viviendo tiempos muy dolorosos debido a la violencia contra las mujeres. En Michoacán tan solo en el mes de septiembre se registraron 14 feminicidios y por lo menos una veintena de reportes de desaparición de mujeres.


Se estima que, en la entidad, en los últimos cinco años, la violencia feminicida ha aumentado en un 90 por ciento. De enero a agosto de 2020 el Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública reporta que 166 mujeres han sido asesinadas. Además, el estado ocupa el quinto lugar en homicidios dolosos de mujeres y el tercer lugar nacional en reporte de lesiones dolosas cometidas contra las mujeres con 2 mil 668 reportes.


El pasado 25 de septiembre fue localizado el cuerpo de Jessica González, a quien un feminicida le arrebató la vida, los sueños y el futuro. Este caso conmocionó a la sociedad michoacana. El hecho visibilizó lo que miles de mujeres vivimos cotidianamente; un ambiente social de violencia estructural.


La sociedad aún sacudida por el feminicidio de Jessica se enteró de la desaparición y posterior asesinato de Xitlali Ballesteros, enfermera de 31 años edad. Días después, en el marco del doloroso recuerdo del 2 de octubre, se localizó el cuerpo de Miriam Mendoza, quien había sido reportada como desaparecida desde septiembre.


A diario nos despertamos con la aterradora noticia de que más mujeres se suman a la lista de desaparecidas y asesinadas. Pareciera ser que el miedo, la violencia y la incertidumbre que vivimos día a día es interminable. Las heridas no cierran, no solo por el dolor de las familias de las víctimas, sino también porque las causas no se erradican y en la mayoría de los casos no se encuentra justicia.


La rabia se convirtió en indignación. La exigencia de justicia ha desatado jornadas de protestas de miles de mujeres en al menos una docena de municipios de la entidad.


Hay quienes critican las formas en que las mujeres están mostrando su indignación. Hoy las manifestaciones, cada vez más contundentes, cimbran las calles y los edificios gubernamentales. Sin embargo, debo decir que estas formas no solo son necesarias, también son dignas, porque representan el dolor acumulado por los cientos de asesinatos de mujeres, cuyo feminicidio pretendió ser invisibilizado.


Todas las formas de protesta son validas, porque cuando se observa con detenimiento las causas de tan indignante situación aparecen múltiples factores, desde la indolencia de las autoridades locales, la impunidad de que gozan los victimarios e incluso una cultura patriarcal que minimiza el feminicidio o pretende ridiculizar el dolor.


Las movilizaciones de mujeres continuarán en Michoacán y en México mientras nos sigan asesinando. Las paredes que ahora gritan los nombres de las que nos han arrebatado, seguirán siendo la expresión de la indignación mientras no haya justicia, porque es en las calles donde las mujeres, las que luchamos por la vida, construiremos un mejor futuro, en el que la consigna de Ni Una Menos será una realidad para las mujeres.



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