/ martes 17 de agosto de 2021

Expresión y pandemia

En los últimos tiempos la libertad de expresión es amenazada y combatida por poderes fácticos que se han instalado para escribir una narrativa cruenta, los saldos han sido mortales.

En días pasados la periodista Azucena Uresti y algunas empresas de comunicación fueron amenazadas por la delincuencia, no es un asunto aislado y por ello se demanda la actuación del estado mexicano a través de sus instituciones para salvaguardar los derechos fundamentales de todas las personas.

No se debe apostar por el retroceso, sin libertad la vida no vale y en una sociedad democrática debe mantenerse la polifonía porque no hay lugar para el pensamiento único, la disidencia y discrepancia son naturales opciones que expanden el listado de temas a debatir en la opinión pública.

Se habla del estado de derecho, aunque es más un tópico del discurso de la clase política porque los niveles de impunidad y violencia se mantienen en lo alto, la convivencia social se ha visto impactada, a ello habría que sumar los estragos que ha dejado la pandemia, de tal manera que el presente se tornó trágico.

México es un país que figura en el mapa internacional como un país con serios déficits en materia de libertad de expresión, comunicadores asesinados son muchos y la impunidad está presente en la mayoría de casos, la metralla se ha significado como un elemento constante ante ello sucumben vidas y la narrativa brutal no termina.

La exigencia de justicia está vigente, aunque la injusticia es la que prevalece.

La avalancha violenta en diferentes puntos de México sacude la vida cotidiana, además de los alcances mortales de la pandemia del coronavirus dotan al presente con una espesa oscuridad en la que destaca la incertidumbre porque no se advierten signos de mejoría que envíen un mensaje para documentar cierto optimismo.

El 2020 y lo que ha transcurrido del año en curso han generado un ambiente tóxico porque las víctimas de la pandemia han sido cientos de miles, el deterioro de la economía es palpable ante el cierre de negocios con el creciente desempleo, la crisis se prolonga ante el avance de la depresión, la soledad y padecimientos mentales.

El cuadro atípico es la imagen mundial, una nueva convivencia incompleta si la comparamos con el pasado reciente, la movilidad social no es la misma con todo y la evidente negligencia de quienes acuden a los eventos masivos que equivale a jugar una fúnebre ruleta rusa. Actualmente el sector juvenil es más vulnerable ante los contagios de acuerdo a los datos oficiales.

Son muchos los problemas visibles que se enfrentan o, mejor dicho, que se padecen en una realidad oscura que se enquistó para provocar mayores daños y no se ve la luz al final del túnel.

Retomando el punto inicial, la libertad de expresión debe ejercerse sin limitaciones, salvo las que la ley establece, en una sociedad plural en la que la democracia estimula los matices y discrepancias resulta estimulante una polifonía que retrata diferentes enfoques, no es posible retroceder no es admisible regresar a los viejos moldes del pensamiento único.

En los últimos tiempos la libertad de expresión es amenazada y combatida por poderes fácticos que se han instalado para escribir una narrativa cruenta, los saldos han sido mortales.

En días pasados la periodista Azucena Uresti y algunas empresas de comunicación fueron amenazadas por la delincuencia, no es un asunto aislado y por ello se demanda la actuación del estado mexicano a través de sus instituciones para salvaguardar los derechos fundamentales de todas las personas.

No se debe apostar por el retroceso, sin libertad la vida no vale y en una sociedad democrática debe mantenerse la polifonía porque no hay lugar para el pensamiento único, la disidencia y discrepancia son naturales opciones que expanden el listado de temas a debatir en la opinión pública.

Se habla del estado de derecho, aunque es más un tópico del discurso de la clase política porque los niveles de impunidad y violencia se mantienen en lo alto, la convivencia social se ha visto impactada, a ello habría que sumar los estragos que ha dejado la pandemia, de tal manera que el presente se tornó trágico.

México es un país que figura en el mapa internacional como un país con serios déficits en materia de libertad de expresión, comunicadores asesinados son muchos y la impunidad está presente en la mayoría de casos, la metralla se ha significado como un elemento constante ante ello sucumben vidas y la narrativa brutal no termina.

La exigencia de justicia está vigente, aunque la injusticia es la que prevalece.

La avalancha violenta en diferentes puntos de México sacude la vida cotidiana, además de los alcances mortales de la pandemia del coronavirus dotan al presente con una espesa oscuridad en la que destaca la incertidumbre porque no se advierten signos de mejoría que envíen un mensaje para documentar cierto optimismo.

El 2020 y lo que ha transcurrido del año en curso han generado un ambiente tóxico porque las víctimas de la pandemia han sido cientos de miles, el deterioro de la economía es palpable ante el cierre de negocios con el creciente desempleo, la crisis se prolonga ante el avance de la depresión, la soledad y padecimientos mentales.

El cuadro atípico es la imagen mundial, una nueva convivencia incompleta si la comparamos con el pasado reciente, la movilidad social no es la misma con todo y la evidente negligencia de quienes acuden a los eventos masivos que equivale a jugar una fúnebre ruleta rusa. Actualmente el sector juvenil es más vulnerable ante los contagios de acuerdo a los datos oficiales.

Son muchos los problemas visibles que se enfrentan o, mejor dicho, que se padecen en una realidad oscura que se enquistó para provocar mayores daños y no se ve la luz al final del túnel.

Retomando el punto inicial, la libertad de expresión debe ejercerse sin limitaciones, salvo las que la ley establece, en una sociedad plural en la que la democracia estimula los matices y discrepancias resulta estimulante una polifonía que retrata diferentes enfoques, no es posible retroceder no es admisible regresar a los viejos moldes del pensamiento único.

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