/ jueves 11 de octubre de 2018

GOLPE DE TIMÓN

Todo y nada

Teodoro Barajas Rodríguez

Ahora que se comentan, debaten y cuestionan las declaraciones del Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, así como de sus cercanos colaboradores en una sobreexposición mediática esperada por lo que representa, lo que se puede inferir es que las expectativas son altas porque se trata de una alternancia electoral luego de que tanto el PRI como el PAN no dieron los resultados esperados y se ha optado por otra propuesta política.

Cualquier alternancia representa un envión anímico en tanto que se trata de un cambio, al final los tiempos y obras sabrán decir si fue para bien o marcó una retrogradación, eso está en veremos.

Al final del día nadie cuestiona la legitimidad del Presidente electo que se impuso con cierta facilidad a sus oponentes que se quedaron rezagados, pulverizados a tal grado que poco después de las 20 horas del primero de julio salieron a reconocer su derrota. Luego de ello siguió el frenesí desbordado de los simpatizantes de López Obrador fueran o no militantes de Morena.

Hay quienes ya le descalifican de manera prematura aunque aún no asume el cargo porque nuestra Carta Magna establece el primero de diciembre para tales efectos, algunos de sus  colaboradores parecen tener otra sintonía porque han sido seducidos por una frivolidad insultante que echa al suelo el discurso de la austeridad.

Los cuestionamientos que se fincan contra López Obrador, en algunos casos, resultan desproporcionados, no se hacían de esa índole ni con Vicente Fox ni Enrique Peña Nieto una vez que fueron electos.

Puede decirse que es natural en un país diverso que la discrepancia sea un componente de la democracia. Una vez que asuma formalmente el cargo López Obrador tendrá un lapso de gracia también previsible que durará tal vez un año. El asunto es qué sucederá si las expectativas no se cumplen, si la cuarta transformación termina en un discurso demagógico o una situación que no vaya más allá de la anécdota.

Recodemos que Vicente Fox ganó las elecciones del año 2000, el Partido Revolucionario Institucional fue destronado tras 71 años en el poder; nadie discutió el grado de legitimidad del guanajuatense que militaba en el Partido Acción Nacional, se rubricaba la alternancia en el naciente siglo XXI, pero el bono democrático del mandatario panista se gastó, se cambiaba para seguir igual, al final sólo contribuyó para caricaturizar la imagen presidencial.

Andrés Manuel López Obrador es un político muy diferente a Fox -quien próximamente ya no recibirá su jugosa pensión de expresidente-, es en el contexto aristotélico un zoon politikón, acostumbrado a escenarios adversos, aunque si no hay resultados al corto plazo su popularidad descenderá como sucedería con cualquier mandatario que haya inspirado esperanza en un país sumido en la impunidad y las corruptelas. Vicente Fox llegó con grandes expectativas que al final no se habrían de traducir en realidades, lo demás ya es historia conocida.

Falta un mes y medio para que López Obrador asuma la primera magistratura, a partir de entonces se medirá cotidianamente los alcances, actos u olvidos de quien ganó con 53% del voto elector. (M)

Todo y nada

Teodoro Barajas Rodríguez

Ahora que se comentan, debaten y cuestionan las declaraciones del Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, así como de sus cercanos colaboradores en una sobreexposición mediática esperada por lo que representa, lo que se puede inferir es que las expectativas son altas porque se trata de una alternancia electoral luego de que tanto el PRI como el PAN no dieron los resultados esperados y se ha optado por otra propuesta política.

Cualquier alternancia representa un envión anímico en tanto que se trata de un cambio, al final los tiempos y obras sabrán decir si fue para bien o marcó una retrogradación, eso está en veremos.

Al final del día nadie cuestiona la legitimidad del Presidente electo que se impuso con cierta facilidad a sus oponentes que se quedaron rezagados, pulverizados a tal grado que poco después de las 20 horas del primero de julio salieron a reconocer su derrota. Luego de ello siguió el frenesí desbordado de los simpatizantes de López Obrador fueran o no militantes de Morena.

Hay quienes ya le descalifican de manera prematura aunque aún no asume el cargo porque nuestra Carta Magna establece el primero de diciembre para tales efectos, algunos de sus  colaboradores parecen tener otra sintonía porque han sido seducidos por una frivolidad insultante que echa al suelo el discurso de la austeridad.

Los cuestionamientos que se fincan contra López Obrador, en algunos casos, resultan desproporcionados, no se hacían de esa índole ni con Vicente Fox ni Enrique Peña Nieto una vez que fueron electos.

Puede decirse que es natural en un país diverso que la discrepancia sea un componente de la democracia. Una vez que asuma formalmente el cargo López Obrador tendrá un lapso de gracia también previsible que durará tal vez un año. El asunto es qué sucederá si las expectativas no se cumplen, si la cuarta transformación termina en un discurso demagógico o una situación que no vaya más allá de la anécdota.

Recodemos que Vicente Fox ganó las elecciones del año 2000, el Partido Revolucionario Institucional fue destronado tras 71 años en el poder; nadie discutió el grado de legitimidad del guanajuatense que militaba en el Partido Acción Nacional, se rubricaba la alternancia en el naciente siglo XXI, pero el bono democrático del mandatario panista se gastó, se cambiaba para seguir igual, al final sólo contribuyó para caricaturizar la imagen presidencial.

Andrés Manuel López Obrador es un político muy diferente a Fox -quien próximamente ya no recibirá su jugosa pensión de expresidente-, es en el contexto aristotélico un zoon politikón, acostumbrado a escenarios adversos, aunque si no hay resultados al corto plazo su popularidad descenderá como sucedería con cualquier mandatario que haya inspirado esperanza en un país sumido en la impunidad y las corruptelas. Vicente Fox llegó con grandes expectativas que al final no se habrían de traducir en realidades, lo demás ya es historia conocida.

Falta un mes y medio para que López Obrador asuma la primera magistratura, a partir de entonces se medirá cotidianamente los alcances, actos u olvidos de quien ganó con 53% del voto elector. (M)

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