Posmodernidad y neoliberalismo
Teodoro Barajas Rodríguez
La posmodernidad tiene diversos componentes de diversa índole, el derrumbe de las ideologías, el culto a lo efímero y un empobrecimiento crónico en el mundo que cada vez registra más nuevos pobres y menos nuevos ricos. La acumulación como práctica sistemática.
El neoliberalismo forjado desde los escritorios de Washington ha propiciado reveses a la humanidad, la economía de rostro inhumano es voraz, este estilo de dirigir la economía adelgazó a los estados para robustecer la cleptocracia e incentivar la codicia y avaricia de una oligarquía rampante que se ha convertido en la dueña del dinero que, cuando se lo propone, lo pone a dieta. Era de la plutocracia.
Con los efectos de la globalización también se han expandido muchos males, entre ellos destaca la corrupción superlativa, como nunca se había registrado. Los grandes consorcios parecen ser los nuevos gobiernos en el desordenado orden mundial. Los oligopolios, en algunos casos se convirtieron en lavadoras de capital y practican como deporte favorito los sobornos.
La corrupción es hace mucho un mal sistémico en América Latina, basta observar lo que ha sucedido en diversos frentes: Brasil con Dilma y Lula, Perú con Ollanta Humala; así como otros puntos en los que se presumen los escándalos gigantescos en los que la ambición va de la mano de sobornos que carcomen la certidumbre en algunos países.
Algunas biografías anteriormente lustrosas han sido alcanzadas por los escándalos, destacó el caso de Lula da Silva que en su gestión al frente de Brasil, en su momento se celebró su gestión calificada como un milagro: crecimiento económico, combate a fondo a la desigualdad, incremento de fuentes ocupacionales. Lula hacía recordar las palabas que alguna vez dijo el célebre escritor Stefan Zweig “Brasil es la tierra del futuro”. El golpe de la realidad fue demoledor contra el exmandatario que actualmente está en prisión.
En nuestro país también se han registrado escándalos, acaso en mayor medida que en otras naciones y la lista parece incrementarse cada semana; los Duarte, por ejemplo, otros exmandatarios están bajo proceso, pesan sobre ellos imputaciones severas por daños al erario público, abusaron de su autoridad que les brindaba su estatus como gobernadores al estilo de los antiguos señores feudales. En algunos casos se presumen vínculos con el crimen organizado
La ética parece letra muerta en nuestra vida pública, en ocasiones parece asomar tímidamente en los tratados de Platón y Aristóteles, no obstante parece imponerse el formato maquiavélico que retrata la oscura condición humana.
En otros puntos del orbe se sienta en el banquillo de los acusados a exmandatarios pero en nuestro país parecen protegerles las burbujas de los intereses creados, nuestra tierra es la del no pasa nada aunque haya sucedido de todo. Surrealismo puro.
En fin, en esta era posmoderna se impone el pragmatismo, la cleptocracia hace camino al amparo de la impunidad. (M)