Se ha pronosticado el retorno próximo a clases presenciales, se da marcha atrás por brotes de contagio en la capital del país, ya se contabilizan más de 230 mil casos activos de Covid-19 en nuestro país hasta el 20 de junio. Lo único que permanece hasta hoy inmutable se llama incertidumbre.
Más de un año con la presencia letal del coronavirus ha dejado marcas imborrables en la memoria colectiva, multiplicación de dramas, se avanza lentamente en lo correspondiente a la aplicación de vacunas y se ha perfilado una gran crisis en materia de la salud emocional y mental. El ecosistema social ha mutado significativamente.
En el proceso electoral que se ha registrado este año las imágenes fueron elocuentes, eventos masivos a granel sin reparar en el riesgo de contagios, la falta de responsabilidad fue evidente porque la pandemia no ha concluido independientemente de las vacunas ya aplicadas y los descensos en cuanto a casos confirmados, aunque la semaforización en muchos casos parece no tener lógica.
Los llamados a resguardarse del coronavirus son conocidos, la Organización Mundial de la Salud, los gobiernos locales, organismos no gubernamentales han hecho los exhortos aunque en muchos casos no dejan de ser como llamadas a misa, la negligencia sigue presente con los resultados funestos producto de una actitud desafiante.
Llegamos a la mitrad del año 2021, aunque los números de contagios y fallecimientos han disminuido en México, en otras partes del hemisferio se han incrementado y la alerta mundial sigue encendida, lo que acontece en La India y Brasil resulta catastrófico y es la crónica del espanto en cuanto a los dramas multiplicados.
La pandemia establece que la vida no será la misma, las afectaciones no terminan de contarse, en materia económica son muchos los casos que a raíz del impacto retratan el cierre de negocios con el repunte del desempleo, incremento de delitos y una mayor zozobra ante los riesgos de contagio porque se enfrenta el desplome de las finanzas.
Es conveniente resaltar el esfuerzo y contribución de muchas personas en estas horas difíciles de la pandemia, personal sanitario ha dado la vida para salvar las de sus prójimos, las estampas repletas de heroísmo han dado la vuelta para regresar la confianza porque la empatía, la otredad y la generosidad no se han extinguido pese a este trance doloroso en la humanidad.
La salud pública debe ser prioridad, el reconocimiento al personal que trabaja en ese sector no se debe escamotear porque alcanza un grado superlativo de servicio, convicción y valores en un país en el que se caracteriza la polarización, el encono y la confrontación como huéspedes permanentes, al menos así lo parece y lo afirma el entorno político.
La incertidumbre continúa su galope en este año 2021, la vida cotidiana dio un vuelco hace más de un año porque nada fue igual, seguramente este cambio será permanente, en varios puntos del mundo se han registrado nuevos brotes de la enfermedad y con ello la constante que se ratifica es la falta de certeza.