/ martes 1 de febrero de 2022

Libertad de expresión

El primer mes de este 2022 en nuestro país reportó tres asesinatos contra periodistas, dos en Tijuana, uno más fue víctima de un atentado por lo que las fauces de la violencia mostraron sus alcances homicidas en un país en donde la inseguridad es un lastre y problema estructural, no se debe concebir la vida sin libertad.

La libertad de expresión es un derecho humano, de los llamados de primera generación, que nos hace recordar una fuente histórica que nos sitúa en la Revolución Francesa de 1789 con la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, no obstante la realidad indica que estamos en una atmósfera conflictiva en donde no se garantiza el ejercicio pleno de dicha prerrogativa.

En México ha resultado letal el ejercicio del periodismo porque los ataques contra comunicadores no cesan, de manera constante se reportan asesinatos, amenazas, persecución y ello pinta nuestro ecosistema social erosionado, convulso, tóxico.

Antes se temía de alguna intervención de entes gubernamentales, fueron tiempos diferentes, ajenos a la diversidad porque se pretendía uniformar el pensamiento y había personajes intocables, Heberto Castillo –legendario luchador social de la izquierda mexicana- alguna vez señaló en 1977 que en nuestro país la libertad de expresión se ejercía en el café, la cárcel y la cantina.

En la actualidad también se teme de los poderes de hecho como el crimen organizado a quien se atribuye asesinatos contra comunicadores, lo cual sitúa esta situación como un campo minado para el ejercicio pleno del periodismo, ello va contra la democracia, las libertades, contra la dignidad humana.

Vivimos bajo el signo de la posmodernidad, se habla de un fortalecimiento de la democracia, la alternancia es una constante, la pluralidad retrata voces discrepantes como sucede en una sociedad que tiene en la diversidad una gran caja de resonancia, no es tiempo del pensamiento único parido por el autoritarismo o el totalitarismo, ni debe ser auge de poderes fácticos que desafían al estado de derecho.

A nivel mundial nuestro país se convirtió en peligroso para quienes hacen periodismo de investigación, es como si estuviéramos en una guerra, solo nos supera Afganistán que tiene otras condiciones, bajo esa narrativa cada vez son más los crímenes que producen más cerrojos a la libertad de expresión.

La mayor parte de los homicidios perpetrados contra comunicadores permanecen bajo la lápida de la impunidad, se han creado instancias gubernamentales para atender estos tópicos aunque más bien son estructuras burocráticas que no han resuelto las demandas de justicia, casi no hay sentencias condenatorias respecto a los crímenes contra periodistas.

Es urgente un auténtico estado de derecho, esto es que las leyes vigentes se apliquen y la legalidad sea un componente real que garantice certidumbre para ejercer nuestros derechos, se trata de libertades que no deben ser socavadas.

La libertad de expresión florece en sistemas democráticos de manera natural, la violencia, el alto grado de inseguridad y la impunidad más bien exhiben carencias, vacíos que suelen llenarse no de la mejor manera.

El primer mes de este 2022 en nuestro país reportó tres asesinatos contra periodistas, dos en Tijuana, uno más fue víctima de un atentado por lo que las fauces de la violencia mostraron sus alcances homicidas en un país en donde la inseguridad es un lastre y problema estructural, no se debe concebir la vida sin libertad.

La libertad de expresión es un derecho humano, de los llamados de primera generación, que nos hace recordar una fuente histórica que nos sitúa en la Revolución Francesa de 1789 con la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, no obstante la realidad indica que estamos en una atmósfera conflictiva en donde no se garantiza el ejercicio pleno de dicha prerrogativa.

En México ha resultado letal el ejercicio del periodismo porque los ataques contra comunicadores no cesan, de manera constante se reportan asesinatos, amenazas, persecución y ello pinta nuestro ecosistema social erosionado, convulso, tóxico.

Antes se temía de alguna intervención de entes gubernamentales, fueron tiempos diferentes, ajenos a la diversidad porque se pretendía uniformar el pensamiento y había personajes intocables, Heberto Castillo –legendario luchador social de la izquierda mexicana- alguna vez señaló en 1977 que en nuestro país la libertad de expresión se ejercía en el café, la cárcel y la cantina.

En la actualidad también se teme de los poderes de hecho como el crimen organizado a quien se atribuye asesinatos contra comunicadores, lo cual sitúa esta situación como un campo minado para el ejercicio pleno del periodismo, ello va contra la democracia, las libertades, contra la dignidad humana.

Vivimos bajo el signo de la posmodernidad, se habla de un fortalecimiento de la democracia, la alternancia es una constante, la pluralidad retrata voces discrepantes como sucede en una sociedad que tiene en la diversidad una gran caja de resonancia, no es tiempo del pensamiento único parido por el autoritarismo o el totalitarismo, ni debe ser auge de poderes fácticos que desafían al estado de derecho.

A nivel mundial nuestro país se convirtió en peligroso para quienes hacen periodismo de investigación, es como si estuviéramos en una guerra, solo nos supera Afganistán que tiene otras condiciones, bajo esa narrativa cada vez son más los crímenes que producen más cerrojos a la libertad de expresión.

La mayor parte de los homicidios perpetrados contra comunicadores permanecen bajo la lápida de la impunidad, se han creado instancias gubernamentales para atender estos tópicos aunque más bien son estructuras burocráticas que no han resuelto las demandas de justicia, casi no hay sentencias condenatorias respecto a los crímenes contra periodistas.

Es urgente un auténtico estado de derecho, esto es que las leyes vigentes se apliquen y la legalidad sea un componente real que garantice certidumbre para ejercer nuestros derechos, se trata de libertades que no deben ser socavadas.

La libertad de expresión florece en sistemas democráticos de manera natural, la violencia, el alto grado de inseguridad y la impunidad más bien exhiben carencias, vacíos que suelen llenarse no de la mejor manera.

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