/ viernes 3 de junio de 2022

Los espacios también nos pertenecen

Por: Andrea Castro Ramirez

Las mujeres no podemos estar tranquilas, somos invalidadas y violentadas todo el tiempo y de diversas formas en todos los espacios con ayuda de los estereotipos, roles sociales y responsabilidades no pedidas que se nos asignan por nuestro género. Culturalmente somos orilladas a permanecer trabajando en casa sin remuneración, bajo la función de “cuidadoras”, sin embargo la violencia intrafamiliar aumentó alarmantemente debido al confinamiento; tan solo de marzo del 2020 al 2021 más de 600 mil mujeres llamaron al 911 reportando violencias machistas y más de 44 mil mujeres fueron atendidas en la Red Nacional de Refugios, es decir, ni en nuestras propias casas y con nuestras familias, las mujeres podemos descansar o estar tranquilas.

Por otra parte en las calles y en el transporte público, espacios que tenemos que hacer uso obligado por necesidad y movilidad para ir a la escuela, trabajar, comprar, comer, las madres llevan y traen a sus infancias junto con todas las actividades basicas y recreativas que sostenemos las mujeres, las hacemos con miedo de ser desaparecidas o víctimas de feminicidios; vamos a la defensiva porque tenemos la única certeza de que vamos a ser víctimas de acoso y hostigamiento sexual, aunque constitucionalmente, todas las ciudadanas tenemos el derecho de usar las calles, en un ejercicio de nuestras libertades políticas y sociales, pero es un espacio totalmente inseguro, incómodo y molesto, para nosotras, obligandonos a no querer salir de casa e intentar evitar la inseguridad sin lograrlo.

Lo que resulta en que para nosotras, tanto en el espacio público y en el privado somos expuestas y vulnerables, nos sentimos incómodas y estamos inseguras, son violados nuestros derechos humanos y constitucionales, no tenemos seguridad ni garantía de que está a salvo nuestra integridad, además, es doloroso escuchar que no hay mujer que no haya vivido una violencia machista sin consecuencia para el agresor.

Por lo que crear espacios seguros y separatistas entre mujeres, es un acto político de rebeldía pero sumamente necesario, ya que es notable la indiferencia que hay ante los problemas y sentires de las mujeres para la sociedad y para las políticas públicas; pero lo personal es político hermana, todo lo que vivimos y sufrimos es válido e importante. Por eso tenemos iniciativas como La Mercadita de Incendiarias, que es un espacio seguro para apoyar el emprendimiento y la independencia económica de las mujeres, donde desde la gestión y apropiación del espacio en un fin de semana, genera tal incomodidad a quienes se autodenominan “dueños del espacio”, sienten molestia por ver lo que representamos las mujeres organizadas que cuidamos nuestros espacios separatistas, ya que los lastima en su ego machista, nos ven como amenaza, cuando simplemente somos una respuesta del hartazgo de saber que nadie nos cuida. Nos cuidamos, entre mujeres y entre nosotras creamos redes más fuertes, seguras y eficientes, que las deficientes y cuestionables medidas ofrecidas por el estado, quien además nos revictimiza y responsabiliza de sus faltas llamándonos violentas.

La violencia la sufrimos y nos oprime a nosotras, el estado tiene el poder y los recursos para generar una diferencia, sin embargo decide ignorarnos y señalarnos a quienes estamos inconformes y trabajamos para cuidar de nosotras y de nuestras hermanas, compañeras y amigas. Somos incómodas porque vivimos incómodas, estamos cansadas y hartas pero sin ninguna intención de no accionar y quedarnos calladas ante la indiferencia y las injusticias que vivimos.

Por: Andrea Castro Ramirez

Las mujeres no podemos estar tranquilas, somos invalidadas y violentadas todo el tiempo y de diversas formas en todos los espacios con ayuda de los estereotipos, roles sociales y responsabilidades no pedidas que se nos asignan por nuestro género. Culturalmente somos orilladas a permanecer trabajando en casa sin remuneración, bajo la función de “cuidadoras”, sin embargo la violencia intrafamiliar aumentó alarmantemente debido al confinamiento; tan solo de marzo del 2020 al 2021 más de 600 mil mujeres llamaron al 911 reportando violencias machistas y más de 44 mil mujeres fueron atendidas en la Red Nacional de Refugios, es decir, ni en nuestras propias casas y con nuestras familias, las mujeres podemos descansar o estar tranquilas.

Por otra parte en las calles y en el transporte público, espacios que tenemos que hacer uso obligado por necesidad y movilidad para ir a la escuela, trabajar, comprar, comer, las madres llevan y traen a sus infancias junto con todas las actividades basicas y recreativas que sostenemos las mujeres, las hacemos con miedo de ser desaparecidas o víctimas de feminicidios; vamos a la defensiva porque tenemos la única certeza de que vamos a ser víctimas de acoso y hostigamiento sexual, aunque constitucionalmente, todas las ciudadanas tenemos el derecho de usar las calles, en un ejercicio de nuestras libertades políticas y sociales, pero es un espacio totalmente inseguro, incómodo y molesto, para nosotras, obligandonos a no querer salir de casa e intentar evitar la inseguridad sin lograrlo.

Lo que resulta en que para nosotras, tanto en el espacio público y en el privado somos expuestas y vulnerables, nos sentimos incómodas y estamos inseguras, son violados nuestros derechos humanos y constitucionales, no tenemos seguridad ni garantía de que está a salvo nuestra integridad, además, es doloroso escuchar que no hay mujer que no haya vivido una violencia machista sin consecuencia para el agresor.

Por lo que crear espacios seguros y separatistas entre mujeres, es un acto político de rebeldía pero sumamente necesario, ya que es notable la indiferencia que hay ante los problemas y sentires de las mujeres para la sociedad y para las políticas públicas; pero lo personal es político hermana, todo lo que vivimos y sufrimos es válido e importante. Por eso tenemos iniciativas como La Mercadita de Incendiarias, que es un espacio seguro para apoyar el emprendimiento y la independencia económica de las mujeres, donde desde la gestión y apropiación del espacio en un fin de semana, genera tal incomodidad a quienes se autodenominan “dueños del espacio”, sienten molestia por ver lo que representamos las mujeres organizadas que cuidamos nuestros espacios separatistas, ya que los lastima en su ego machista, nos ven como amenaza, cuando simplemente somos una respuesta del hartazgo de saber que nadie nos cuida. Nos cuidamos, entre mujeres y entre nosotras creamos redes más fuertes, seguras y eficientes, que las deficientes y cuestionables medidas ofrecidas por el estado, quien además nos revictimiza y responsabiliza de sus faltas llamándonos violentas.

La violencia la sufrimos y nos oprime a nosotras, el estado tiene el poder y los recursos para generar una diferencia, sin embargo decide ignorarnos y señalarnos a quienes estamos inconformes y trabajamos para cuidar de nosotras y de nuestras hermanas, compañeras y amigas. Somos incómodas porque vivimos incómodas, estamos cansadas y hartas pero sin ninguna intención de no accionar y quedarnos calladas ante la indiferencia y las injusticias que vivimos.