/ miércoles 19 de enero de 2022

Lunes azul: El día más triste del año

En 2005 el profesor de psicología de la universidad de Cardiff, Cliff Arnall, acuñó el término “Blue Monday” o “lunes azul” para referirse al tercer lunes de enero de cada año, que estadísticamente es el día “más desdichado del año”.

El concepto se refiere a un conjunto de elementos que van desde el regreso a la rutina después de las fiestas navideñas, las deudas por los gastos excesivos, la renuncia prematura a los propósitos de año nuevo entre otros varios factores.

Todo lo anterior sumado a la poca inteligencia emocional que manejamos puede convertirse en un coctel de emociones que nos arrastre a tener un día desmotivado, pero esto, sólo lo menciono pues pone en la mesa un tema muy importante del cual últimamente se habla más, pero que sigue siendo tabú: la salud mental.

Sólo en América cada año se registran 100 mil suicidios y detrás de cada uno de estos hay una historia de dolor no contada y a pesar de que vivimos en la era de la información y las tecnologías de comunicación, cada vez estamos más aislados socialmente y con dinámicas de comunicación poco asertivas y si a esto le sumamos la pandemia por el corona virus nos encontraremos con un escenario de aislamiento total para miles de personas.

Sin lugar a duda, la Covid-19 aceleró la aparición de enfermedades mentales y conductas de riesgo, y muestra clara es que, en redes sociales, específicamente en Twitter, que es conocida por ser el foro para los pesimistas, las conversaciones sobre ansiedad incrementaron un 102% entre enero 2020 y septiembre 2021.

En estos poco más de 24 meses de presencia de la covid-19 han muerto más jóvenes por suicidio que por el virus, pues las estadísticas muestran que casi 46,000 adolescentes se suicidan al año en el mundo, pero solo el 2% del presupuesto para salud de los gobiernos se destina a ellos.

Sin embargo, la ansiedad, la depresión y los problemas de salud de mental son condiciones que no discriminan y la caracterización epidemiológica del suicidio a nivel mundial muestra que en casi todos los países los hombres tienen tasas de suicidio más elevadas que las mujeres.

Y a pesar de que el 83% de las mujeres asegura que la pandemia ha afectado negativamente su salud mental en comparación con el 36% de los hombres, ellos se suicidan tres veces más que las mujeres, pero ellas lo intentan tres veces más que ellos.

Viviendo en un sistema que prioriza los recursos materiales a los humanos y que enfoca sus esfuerzos en la producción y no en la conservación, no me es sorpresa que los problemas de salud mental sean una epidemia silenciosa que arrebata tantas vidas al año.

Asimismo, es indudable que los escenarios fatídicos a los que nos enfrentamos en México como el desempleo por las nubes, la inseguridad, la crisis económica con la inflación de más del 7%, los futuros inciertos, la crisis sanitaria y los escenarios cotidianos de violencia extrema representan un factor superior de daño y afectación la salud mental y estabilidad emocional.

Necesitamos seguir hablando sobre salud mental como un problema de salud pública, pues urge aplicar estrategias preventivas ante este contexto tan amenazante. Necesitamos más recursos públicos para cuidar nuestra salud mental y políticas públicas enfocadas a prevenir los transtornos mentales y conductas de riesgo.

En 2005 el profesor de psicología de la universidad de Cardiff, Cliff Arnall, acuñó el término “Blue Monday” o “lunes azul” para referirse al tercer lunes de enero de cada año, que estadísticamente es el día “más desdichado del año”.

El concepto se refiere a un conjunto de elementos que van desde el regreso a la rutina después de las fiestas navideñas, las deudas por los gastos excesivos, la renuncia prematura a los propósitos de año nuevo entre otros varios factores.

Todo lo anterior sumado a la poca inteligencia emocional que manejamos puede convertirse en un coctel de emociones que nos arrastre a tener un día desmotivado, pero esto, sólo lo menciono pues pone en la mesa un tema muy importante del cual últimamente se habla más, pero que sigue siendo tabú: la salud mental.

Sólo en América cada año se registran 100 mil suicidios y detrás de cada uno de estos hay una historia de dolor no contada y a pesar de que vivimos en la era de la información y las tecnologías de comunicación, cada vez estamos más aislados socialmente y con dinámicas de comunicación poco asertivas y si a esto le sumamos la pandemia por el corona virus nos encontraremos con un escenario de aislamiento total para miles de personas.

Sin lugar a duda, la Covid-19 aceleró la aparición de enfermedades mentales y conductas de riesgo, y muestra clara es que, en redes sociales, específicamente en Twitter, que es conocida por ser el foro para los pesimistas, las conversaciones sobre ansiedad incrementaron un 102% entre enero 2020 y septiembre 2021.

En estos poco más de 24 meses de presencia de la covid-19 han muerto más jóvenes por suicidio que por el virus, pues las estadísticas muestran que casi 46,000 adolescentes se suicidan al año en el mundo, pero solo el 2% del presupuesto para salud de los gobiernos se destina a ellos.

Sin embargo, la ansiedad, la depresión y los problemas de salud de mental son condiciones que no discriminan y la caracterización epidemiológica del suicidio a nivel mundial muestra que en casi todos los países los hombres tienen tasas de suicidio más elevadas que las mujeres.

Y a pesar de que el 83% de las mujeres asegura que la pandemia ha afectado negativamente su salud mental en comparación con el 36% de los hombres, ellos se suicidan tres veces más que las mujeres, pero ellas lo intentan tres veces más que ellos.

Viviendo en un sistema que prioriza los recursos materiales a los humanos y que enfoca sus esfuerzos en la producción y no en la conservación, no me es sorpresa que los problemas de salud mental sean una epidemia silenciosa que arrebata tantas vidas al año.

Asimismo, es indudable que los escenarios fatídicos a los que nos enfrentamos en México como el desempleo por las nubes, la inseguridad, la crisis económica con la inflación de más del 7%, los futuros inciertos, la crisis sanitaria y los escenarios cotidianos de violencia extrema representan un factor superior de daño y afectación la salud mental y estabilidad emocional.

Necesitamos seguir hablando sobre salud mental como un problema de salud pública, pues urge aplicar estrategias preventivas ante este contexto tan amenazante. Necesitamos más recursos públicos para cuidar nuestra salud mental y políticas públicas enfocadas a prevenir los transtornos mentales y conductas de riesgo.