/ lunes 4 de julio de 2022

Michoacán: zonas metropolitanas fragmentadas

Michoacán es un estado políticamente fragmentado. Si usted canta “Caminos de Michoacán” --en donde se mencionan los municipios al azar-- y observa de qué partido o coalición proviene quien gobierna, lo podrá corroborar: Me dieron razón que andabas / En la tierra michoacana / Que de La Piedad (PAN-PRD) viajabas / Al rumbo de La Huacana (Morena-PT) / Te vieron cuando pasabas / Por Zamora (PAN) y Nueva Italia (Múgica, Morena-PT).

La pluralidad no tendría que ser preocupante, mucho menos en un sistema que aspira a ser democrático, de no ser porque podría representar un signo de descoordinación entre gobiernos. Esta situación se magnifica cuando se trata de enfrentar problemas que trascienden las fronteras municipales.

Actualmente, en Michoacán se reconocen de manera oficial tres zonas metropolitanas: Morelia, la capital del estado; Zamora-Jacona, y la interestatal La Piedad-Pénjamo, que incluye a este municipio de Guanajuato. Lo que priva en ellas, como en las 71 zonas restantes que se distribuyen en todo el país, es la falta de coordinación entre sus autoridades. Esto repercute, necesariamente, en la falta de proyectos realmente metropolitanos. Los problemas saltan las fronteras tradicionales, pero los gobiernos se mantienen inquebrantables en sus territorios.

Un aspecto que obstaculiza la cooperación tiene que ver con el origen partidario de quienes gobiernan y sus legítimas aspiraciones políticas. Aunque en las pasadas elecciones Morena ganó la gubernatura, ninguno de los municipios que integran la zona metropolitana de Morelia es gobernado por ese partido: en Morelia ganó una alianza PAN-PRD, en Tarímbaro PAN-PRI-PRD y en Charo un candidato sin partido (independiente).

En la zona de Zamora-Jacona el hecho es que los partidos que gobernaban, Morena y el PRI, no fueron capaces de dar continuidad a sus gobiernos y fueron sustituidos por el PAN en el primer caso, y por Morena-PT en el segundo. La situación de La Piedad-Pénjamo es quizá más compleja, pues requiere de la coordinación, en primera instancia, de dos gobernadores, uno de Morena y uno del PAN, además de las autoridades municipales de PAN-PRD y PAN, respectivamente.

Lo cierto es que las problemáticas no se limitan a estas tres áreas: Michoacán es una tierra de zonas metropolitanas en ciernes. Las relaciones funcionales son ya muy claras en Briseñas-La Barca, Lázaro Cárdenas-La Unión, Uruapan y Sahuayo-Jiquilpan. De hecho, la pregunta es, más bien, cuál de ellas se convertirá primero en la cuarta zona metropolitana reconocida oficialmente en la entidad.

El estado no escapa a las tendencias globales de urbanización: si hoy se cuentan 1,934 áreas metropolitanas con más de 300 mil habitantes, en 2035 se sumarán 429 nuevas metrópolis. Los retos que se asoman, por tanto, son enormes y hacia allá tendrán que ir encaminados los esfuerzos. En marzo pasado, por ejemplo, la secretaria de Desarrollo Urbano y Movilidad del estado, Gladyz Butanda Macías, llamó la atención sobre la necesidad de generar un Programa de Ordenamiento Metropolitano para la zona de Morelia, cuyo crecimiento desordenado salta a la vista y puede significar un riesgo en un futuro no muy lejano.

En otra zona, alejada de la capital como lo es Sahuayo-Jiquilpan, se firmó hace más de un mes un convenio de conurbación. Esta acción permite comenzar a dialogar sobre las posibilidades que existen de impulsar proyectos intermunicipales que beneficien a quienes habitan la región, particularmente en materia de movilidad. Se trata de un largo y complejo proceso, que tendrá entre los primeros retos resolver un aspecto básico: el establecimiento de los límites territoriales entre ambos municipios.

Amasijo

La carrera por la sucesión presidencial se ha adelantado quizá como nunca. A 24 meses de la elección de 2024 se empieza a hablar de los posibles aspirantes. Hay que considerar, empero, que los nombres que se barajan corresponden a Morena, en donde se espera la contienda más áspera. La oposición, por su parte, luce debilitada e incapaz, por lo menos hasta el momento, de posicionar a alguna figura que pudiera hacer frente a cualquiera de los contendientes del partido del presidente: Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y Ricardo Monreal.

Es necesario, sin embargo, considerar un par de paradas en 2023 antes de la elección presidencial: Coahuila y el Estado de México. Se trata de entidades bastión del PRI, en las que el partido otrora hegemónico no ha perdido una sola elección a la gubernatura en toda su historia. Marcará una diferencia sustancial en especial la entidad más poblada y con el mayor reservorio de votos del país: será definitivo conocer si el legendario grupo Atlacomulco deja su lugar a uno que puede ser también poderoso: Texcoco.

Michoacán es un estado políticamente fragmentado. Si usted canta “Caminos de Michoacán” --en donde se mencionan los municipios al azar-- y observa de qué partido o coalición proviene quien gobierna, lo podrá corroborar: Me dieron razón que andabas / En la tierra michoacana / Que de La Piedad (PAN-PRD) viajabas / Al rumbo de La Huacana (Morena-PT) / Te vieron cuando pasabas / Por Zamora (PAN) y Nueva Italia (Múgica, Morena-PT).

La pluralidad no tendría que ser preocupante, mucho menos en un sistema que aspira a ser democrático, de no ser porque podría representar un signo de descoordinación entre gobiernos. Esta situación se magnifica cuando se trata de enfrentar problemas que trascienden las fronteras municipales.

Actualmente, en Michoacán se reconocen de manera oficial tres zonas metropolitanas: Morelia, la capital del estado; Zamora-Jacona, y la interestatal La Piedad-Pénjamo, que incluye a este municipio de Guanajuato. Lo que priva en ellas, como en las 71 zonas restantes que se distribuyen en todo el país, es la falta de coordinación entre sus autoridades. Esto repercute, necesariamente, en la falta de proyectos realmente metropolitanos. Los problemas saltan las fronteras tradicionales, pero los gobiernos se mantienen inquebrantables en sus territorios.

Un aspecto que obstaculiza la cooperación tiene que ver con el origen partidario de quienes gobiernan y sus legítimas aspiraciones políticas. Aunque en las pasadas elecciones Morena ganó la gubernatura, ninguno de los municipios que integran la zona metropolitana de Morelia es gobernado por ese partido: en Morelia ganó una alianza PAN-PRD, en Tarímbaro PAN-PRI-PRD y en Charo un candidato sin partido (independiente).

En la zona de Zamora-Jacona el hecho es que los partidos que gobernaban, Morena y el PRI, no fueron capaces de dar continuidad a sus gobiernos y fueron sustituidos por el PAN en el primer caso, y por Morena-PT en el segundo. La situación de La Piedad-Pénjamo es quizá más compleja, pues requiere de la coordinación, en primera instancia, de dos gobernadores, uno de Morena y uno del PAN, además de las autoridades municipales de PAN-PRD y PAN, respectivamente.

Lo cierto es que las problemáticas no se limitan a estas tres áreas: Michoacán es una tierra de zonas metropolitanas en ciernes. Las relaciones funcionales son ya muy claras en Briseñas-La Barca, Lázaro Cárdenas-La Unión, Uruapan y Sahuayo-Jiquilpan. De hecho, la pregunta es, más bien, cuál de ellas se convertirá primero en la cuarta zona metropolitana reconocida oficialmente en la entidad.

El estado no escapa a las tendencias globales de urbanización: si hoy se cuentan 1,934 áreas metropolitanas con más de 300 mil habitantes, en 2035 se sumarán 429 nuevas metrópolis. Los retos que se asoman, por tanto, son enormes y hacia allá tendrán que ir encaminados los esfuerzos. En marzo pasado, por ejemplo, la secretaria de Desarrollo Urbano y Movilidad del estado, Gladyz Butanda Macías, llamó la atención sobre la necesidad de generar un Programa de Ordenamiento Metropolitano para la zona de Morelia, cuyo crecimiento desordenado salta a la vista y puede significar un riesgo en un futuro no muy lejano.

En otra zona, alejada de la capital como lo es Sahuayo-Jiquilpan, se firmó hace más de un mes un convenio de conurbación. Esta acción permite comenzar a dialogar sobre las posibilidades que existen de impulsar proyectos intermunicipales que beneficien a quienes habitan la región, particularmente en materia de movilidad. Se trata de un largo y complejo proceso, que tendrá entre los primeros retos resolver un aspecto básico: el establecimiento de los límites territoriales entre ambos municipios.

Amasijo

La carrera por la sucesión presidencial se ha adelantado quizá como nunca. A 24 meses de la elección de 2024 se empieza a hablar de los posibles aspirantes. Hay que considerar, empero, que los nombres que se barajan corresponden a Morena, en donde se espera la contienda más áspera. La oposición, por su parte, luce debilitada e incapaz, por lo menos hasta el momento, de posicionar a alguna figura que pudiera hacer frente a cualquiera de los contendientes del partido del presidente: Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y Ricardo Monreal.

Es necesario, sin embargo, considerar un par de paradas en 2023 antes de la elección presidencial: Coahuila y el Estado de México. Se trata de entidades bastión del PRI, en las que el partido otrora hegemónico no ha perdido una sola elección a la gubernatura en toda su historia. Marcará una diferencia sustancial en especial la entidad más poblada y con el mayor reservorio de votos del país: será definitivo conocer si el legendario grupo Atlacomulco deja su lugar a uno que puede ser también poderoso: Texcoco.

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