/ lunes 20 de diciembre de 2021

Oportunidad de renovación

El valor está en la renovación, en volver a mirar con los ojos limpios y puros

Ouka Leele

El tiempo sigue su marcha implacable… los hijos crecen, los plazos se cumplen; las cosas cambian, nueva gente nace y se incorpora a relevar a los que parten. Ciclos de vida que no cesan… y en medio de esta vorágine de acontecimientos de la dinámica existencial: llega Navidad con su magia y sus sonrisas. Habrá que recordar a los seres que se han ido…son estrellas más, que en el cielo han encendido su luz para cantar: ¡que llega Navidad!

Son estos tiempos, oportunidades y ocasión y de renovarnos dejándonos llevar por las buenas inercias de la época. Momentos de reflexionar y de replantear el rumbo, haciendo acopio de las facturas que el vivir va expidiendo, dejando sus huellas en nuestra historia y en nuestro organismo.

Efectivamente la vida pasa con velocidad inaudita. Por ello es importante recordar una vez más que es preciso aprovechar cada instante y experimentarlo con pasión e intensidad.

En este proceso, redimensiona nuestra percepción, el hecho de atrevernos y disponernos a recontar las bendiciones… todo aquello que sí tenemos, sobre las limitaciones, carencias y pérdidas; pues son siempre más las cosas positivas.

Apenas concluyó el tiempo Adviento que es en realidad un proceso de preparación a la conmemoración de la Navidad, nos puede resultar más que propicio para operar un cambio interior, reflejado en mejores actitudes, visión más optimista y quizá, una motivación a la reactivación de nuestro ser espiritual, reavivando convicciones, fe, creencias y aspiraciones.

Viene a mi memoria la historia de un un hombre que quería trascender su sufrimiento, de modo que se fue a un templo budista para encontrar a un maestro que le ayudase. Se acercó a él y le dijo: Maestro, si medito cuatro horas al día, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la iluminación? El maestro le miró y le respondió: “Si meditas cuatro horas al día, tal vez lo consigas dentro de diez años”. El hombre, pensando que podía hacer más, le dijo: Maestro, y si medito ocho horas al día, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la iluminación?

El maestro le respondió: “Si meditas ocho horas al día, tal vez lo lograrás dentro de veinte años”. Pero ¿por qué tardaré más tiempo si medito más?, preguntó el hombre. El maestro contestó: “No estás aquí para sacrificar tu alegría ni tu vida. Estás aquí para vivir, para ser feliz y para amar. Si puedes alcanzar tu máximo nivel en dos horas de meditación, pero utilizas ocho, sólo conseguirás agotarte, apartarte del verdadero sentido de la meditación y no disfrutar de tu vida. Haz lo máximo que puedas y tal vez aprenderás que independientemente del tiempo que medites, puedes vivir, amar y ser feliz.

Si haces lo máximo que puedas, vivirás con gran intensidad. Serás productivo y serás bueno contigo mismo porque te entregarás a tu familia, a tu comunidad, a todo lo que hagas. Pero la acción es lo que te hará sentir inmensamente feliz. Siempre que haces lo máximo que puedes, actúas; porque amas hacerlo, no porque esperas una recompensa”.

La mayor parte de las personas hacen exactamente lo contrario: sólo emprenden la acción cuándo esperan una recompensa y no disfrutan de ella.

Hábitos como emplear mal las palabras, tomarse las cosas a pecho y hacer inferencias absurdas te debilitarán. Con el tiempo serán menos frecuentes, siempre y cuando hagamos el máximo esfuerzo.

El llamado a crecerse ante la crisis está latente. Requiere de respuestas prontas y decididas de nuestra persona en singular, dispuesta a sumarse, para después -en la pluralidad- caminar y animar el trabajo colectivo.

A nuestro alcance y libre albedrío está la mejor decisión. Cuando la encrucijada de la vida cotidiana nos presenta ofertas de mala crítica, será preciso sustituirlas por voces que reconozcan los méritos y cualidades del otro; ante el desaliento: alegría y ganas de seguir adelante.

De ahí la necesidad de aplicar nuestro máximo esfuerzo en todo quehacer.

Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa.

Mahatma Gandhi


El valor está en la renovación, en volver a mirar con los ojos limpios y puros

Ouka Leele

El tiempo sigue su marcha implacable… los hijos crecen, los plazos se cumplen; las cosas cambian, nueva gente nace y se incorpora a relevar a los que parten. Ciclos de vida que no cesan… y en medio de esta vorágine de acontecimientos de la dinámica existencial: llega Navidad con su magia y sus sonrisas. Habrá que recordar a los seres que se han ido…son estrellas más, que en el cielo han encendido su luz para cantar: ¡que llega Navidad!

Son estos tiempos, oportunidades y ocasión y de renovarnos dejándonos llevar por las buenas inercias de la época. Momentos de reflexionar y de replantear el rumbo, haciendo acopio de las facturas que el vivir va expidiendo, dejando sus huellas en nuestra historia y en nuestro organismo.

Efectivamente la vida pasa con velocidad inaudita. Por ello es importante recordar una vez más que es preciso aprovechar cada instante y experimentarlo con pasión e intensidad.

En este proceso, redimensiona nuestra percepción, el hecho de atrevernos y disponernos a recontar las bendiciones… todo aquello que sí tenemos, sobre las limitaciones, carencias y pérdidas; pues son siempre más las cosas positivas.

Apenas concluyó el tiempo Adviento que es en realidad un proceso de preparación a la conmemoración de la Navidad, nos puede resultar más que propicio para operar un cambio interior, reflejado en mejores actitudes, visión más optimista y quizá, una motivación a la reactivación de nuestro ser espiritual, reavivando convicciones, fe, creencias y aspiraciones.

Viene a mi memoria la historia de un un hombre que quería trascender su sufrimiento, de modo que se fue a un templo budista para encontrar a un maestro que le ayudase. Se acercó a él y le dijo: Maestro, si medito cuatro horas al día, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la iluminación? El maestro le miró y le respondió: “Si meditas cuatro horas al día, tal vez lo consigas dentro de diez años”. El hombre, pensando que podía hacer más, le dijo: Maestro, y si medito ocho horas al día, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la iluminación?

El maestro le respondió: “Si meditas ocho horas al día, tal vez lo lograrás dentro de veinte años”. Pero ¿por qué tardaré más tiempo si medito más?, preguntó el hombre. El maestro contestó: “No estás aquí para sacrificar tu alegría ni tu vida. Estás aquí para vivir, para ser feliz y para amar. Si puedes alcanzar tu máximo nivel en dos horas de meditación, pero utilizas ocho, sólo conseguirás agotarte, apartarte del verdadero sentido de la meditación y no disfrutar de tu vida. Haz lo máximo que puedas y tal vez aprenderás que independientemente del tiempo que medites, puedes vivir, amar y ser feliz.

Si haces lo máximo que puedas, vivirás con gran intensidad. Serás productivo y serás bueno contigo mismo porque te entregarás a tu familia, a tu comunidad, a todo lo que hagas. Pero la acción es lo que te hará sentir inmensamente feliz. Siempre que haces lo máximo que puedes, actúas; porque amas hacerlo, no porque esperas una recompensa”.

La mayor parte de las personas hacen exactamente lo contrario: sólo emprenden la acción cuándo esperan una recompensa y no disfrutan de ella.

Hábitos como emplear mal las palabras, tomarse las cosas a pecho y hacer inferencias absurdas te debilitarán. Con el tiempo serán menos frecuentes, siempre y cuando hagamos el máximo esfuerzo.

El llamado a crecerse ante la crisis está latente. Requiere de respuestas prontas y decididas de nuestra persona en singular, dispuesta a sumarse, para después -en la pluralidad- caminar y animar el trabajo colectivo.

A nuestro alcance y libre albedrío está la mejor decisión. Cuando la encrucijada de la vida cotidiana nos presenta ofertas de mala crítica, será preciso sustituirlas por voces que reconozcan los méritos y cualidades del otro; ante el desaliento: alegría y ganas de seguir adelante.

De ahí la necesidad de aplicar nuestro máximo esfuerzo en todo quehacer.

Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa.

Mahatma Gandhi