/ jueves 28 de abril de 2022

Óptica, ocio y ego

La música es la aritmética de los sonidos…. la óptica es la geometría de la luz Claude Debussy



Vivimos en un mundo de claroscuros, de contrastes y de múltiples percepciones. Lo que para algunos pudiera ser halagüeño, para otros es catastrófico.

En este mundo de contrastes observamos que nuestro mejor maestro, es nuestro último error. Que con las cinco letras que se escribe “tarde”, no podemos escribir ahora.

El error es mirar lo de ayer con los ojos de hoy.

Blanco y negro… y a veces medias tintas que resultan peores. La indefinición, la indecisión y la duda, asaltan al ser humano cuando pretende aferrarse a una posición y ubicarse lo mejor posible. Para asegurar su validez, precisa de un carácter quizá centralista, pero necesariamente mediador; consistente y congruente.

Importante, no prometer estando feliz, no responder estando enojado; no decidir estando dolido y no actuar sin estar convencido.

Antes de juzgar, vale la pena pensar que hay una historia detrás de cada persona y una razón que nos explique ¿Por qué son como son y por qué somos como somos?

Algunos se quejan de que las rosas tienen espinas; otros se alegran de que las espinas tengan rosas...

“La sonrisa es una de las mejores maneras de resolver problemas; el silencio es la manera de evitarlos”.

Mucha gente espera que pase la semana, para que llegue el ansiado sábado; que transcurra el año entero, para vacacionar y, que pase ¡toda la vida, para ser feliz!... ¿vale la pena?

“El ser capaz de llenar el ocio de una manera inteligente es el último resultado de la

Civilización”, B. Russell.

Suele ser el ocio, una palabra estigmatizada y denostada en general. La ociosidad camina con tanta lentitud, que todos los vicios la alcanzan.

Ovidio, poeta latino, sentenció: “Así corrompe el ocio al cuerpo humano, como se corrompen las aguas si permanecen siempre quietas”

La etimología latina de ocio presenta dos enfoques: otium negotiosum (tiempo libre para hacer lo que se quiera), y otium otiosum (tiempo libre sin hacer nada).

Independientemente de estas apreciaciones, siempre viene bien el buscar un tiempo para el descanso, para hacer lo que más nos plazca, sí; pero potenciando objetivos edificantes.

Cuando utilizamos el tiempo libre en forma responsable y creativa, estamos dando sentido a todo cuanto hacemos, provocando la plenitud y el éxtasis, en la experiencia de vivir.

Conviene apostar por un concepto activo y propositivo del ocio. Hay que impulsar, la creatividad y la innovación en la formación integral del ser humano para atender sus dimensiones: física, espiritual, profesional, intelectual y social. La formación es entonces: ¡holística!

Desechar, de una vez por todas, la acepción simplona de que el ocio consiste simple y llanamente en “hacer nada”, evitando que se traduzcan en realidad frases célebres como la que pronunció el poeta alemán Goethe: “Una vida ociosa es una muerte anticipada”; o la que suscribió Stefan Zweig: “Nada torna a la gente más desnaturalizada e insubordinada que una larga y constante ociosidad”.

“La raíz escondida no pide premio alguno por llenar de frutos la rama”, afirmó Rabindranath Tagore.

Una parte de ego es necesaria y natural en el desarrollo del ser humano. Todo aquello que lo exacerbe, generará problemas en nuestras relaciones y en la evolución personal.

El ego es un rasgo de la personalidad que se gesta desde la concepción y se desarrolla abiertamente al paso de la vida.

No necesariamente negativo, pero siempre expuesto a convertirse en un grave defecto. El ego nos reafirma como personas en este mundo.

El ego engloba el carácter que, influenciado por el temperamento, se va fortaleciendo y consolidando, día con día.

El ego es también nuestra mente, esa parte más apegada con lo material de la existencia y que funciona de un modo más o menos automático y práctico.

El ego participa de las emociones más primarias; las que están por acrisolar o pulir, y aquellas que constituyen el “negativo” del verdadero sentimiento.

Así, el odio podría ser la semilla del amor. El comediante Dennis Miller dijo que: “El ego es ese feo duendecillo que vive bajo el puente y que va de la mente al corazón”. Nos proporciona una identidad y nos convierte en individualidades; sin embargo, un ego demasiado apegado a sí mismo, puede acarrear el peligro de un irreversible endurecimiento anímico y espiritual.

Una óptica mesurada y diligente, generará que el ocio sea una gran oportunidad y no una deficiencia palpable del ser humano. El ego manejado con la debida humildad y madurez, favorecerá la autoestima; tan urgente de fortalecer y acaso de recuperar en tiempos depresivos y a veces, frustrantes; en momentos volátiles, inciertos, complejos y ambiguos.

Deja tu ego en la puerta cada mañana y simplemente haz un gran trabajo. Pocas cosas te harán sentir mejor, que un trabajo brillantemente hecho: Robin S. Sharma

La música es la aritmética de los sonidos…. la óptica es la geometría de la luz Claude Debussy



Vivimos en un mundo de claroscuros, de contrastes y de múltiples percepciones. Lo que para algunos pudiera ser halagüeño, para otros es catastrófico.

En este mundo de contrastes observamos que nuestro mejor maestro, es nuestro último error. Que con las cinco letras que se escribe “tarde”, no podemos escribir ahora.

El error es mirar lo de ayer con los ojos de hoy.

Blanco y negro… y a veces medias tintas que resultan peores. La indefinición, la indecisión y la duda, asaltan al ser humano cuando pretende aferrarse a una posición y ubicarse lo mejor posible. Para asegurar su validez, precisa de un carácter quizá centralista, pero necesariamente mediador; consistente y congruente.

Importante, no prometer estando feliz, no responder estando enojado; no decidir estando dolido y no actuar sin estar convencido.

Antes de juzgar, vale la pena pensar que hay una historia detrás de cada persona y una razón que nos explique ¿Por qué son como son y por qué somos como somos?

Algunos se quejan de que las rosas tienen espinas; otros se alegran de que las espinas tengan rosas...

“La sonrisa es una de las mejores maneras de resolver problemas; el silencio es la manera de evitarlos”.

Mucha gente espera que pase la semana, para que llegue el ansiado sábado; que transcurra el año entero, para vacacionar y, que pase ¡toda la vida, para ser feliz!... ¿vale la pena?

“El ser capaz de llenar el ocio de una manera inteligente es el último resultado de la

Civilización”, B. Russell.

Suele ser el ocio, una palabra estigmatizada y denostada en general. La ociosidad camina con tanta lentitud, que todos los vicios la alcanzan.

Ovidio, poeta latino, sentenció: “Así corrompe el ocio al cuerpo humano, como se corrompen las aguas si permanecen siempre quietas”

La etimología latina de ocio presenta dos enfoques: otium negotiosum (tiempo libre para hacer lo que se quiera), y otium otiosum (tiempo libre sin hacer nada).

Independientemente de estas apreciaciones, siempre viene bien el buscar un tiempo para el descanso, para hacer lo que más nos plazca, sí; pero potenciando objetivos edificantes.

Cuando utilizamos el tiempo libre en forma responsable y creativa, estamos dando sentido a todo cuanto hacemos, provocando la plenitud y el éxtasis, en la experiencia de vivir.

Conviene apostar por un concepto activo y propositivo del ocio. Hay que impulsar, la creatividad y la innovación en la formación integral del ser humano para atender sus dimensiones: física, espiritual, profesional, intelectual y social. La formación es entonces: ¡holística!

Desechar, de una vez por todas, la acepción simplona de que el ocio consiste simple y llanamente en “hacer nada”, evitando que se traduzcan en realidad frases célebres como la que pronunció el poeta alemán Goethe: “Una vida ociosa es una muerte anticipada”; o la que suscribió Stefan Zweig: “Nada torna a la gente más desnaturalizada e insubordinada que una larga y constante ociosidad”.

“La raíz escondida no pide premio alguno por llenar de frutos la rama”, afirmó Rabindranath Tagore.

Una parte de ego es necesaria y natural en el desarrollo del ser humano. Todo aquello que lo exacerbe, generará problemas en nuestras relaciones y en la evolución personal.

El ego es un rasgo de la personalidad que se gesta desde la concepción y se desarrolla abiertamente al paso de la vida.

No necesariamente negativo, pero siempre expuesto a convertirse en un grave defecto. El ego nos reafirma como personas en este mundo.

El ego engloba el carácter que, influenciado por el temperamento, se va fortaleciendo y consolidando, día con día.

El ego es también nuestra mente, esa parte más apegada con lo material de la existencia y que funciona de un modo más o menos automático y práctico.

El ego participa de las emociones más primarias; las que están por acrisolar o pulir, y aquellas que constituyen el “negativo” del verdadero sentimiento.

Así, el odio podría ser la semilla del amor. El comediante Dennis Miller dijo que: “El ego es ese feo duendecillo que vive bajo el puente y que va de la mente al corazón”. Nos proporciona una identidad y nos convierte en individualidades; sin embargo, un ego demasiado apegado a sí mismo, puede acarrear el peligro de un irreversible endurecimiento anímico y espiritual.

Una óptica mesurada y diligente, generará que el ocio sea una gran oportunidad y no una deficiencia palpable del ser humano. El ego manejado con la debida humildad y madurez, favorecerá la autoestima; tan urgente de fortalecer y acaso de recuperar en tiempos depresivos y a veces, frustrantes; en momentos volátiles, inciertos, complejos y ambiguos.

Deja tu ego en la puerta cada mañana y simplemente haz un gran trabajo. Pocas cosas te harán sentir mejor, que un trabajo brillantemente hecho: Robin S. Sharma