/ miércoles 8 de diciembre de 2021

Para la violencia de género no hay vacuna.

Si bien en los últimos años hemos avanzado mucho en la conquista de derechos de las mujeres, nosotras aún no hemos encontrado un estado ideal para el goce pleno de ellos, y lo podemos ver tanto en los altos índices de violencia de género como en las políticas públicas de las organizaciones que tienen que procurar la seguridad pública y la justicia. Es decir, nos siguen debiendo un análisis muy serio sobre lo que implica para nosotras, como mujeres, la seguridad y la justicia.

Para nosotras, habitar un país con estos niveles de violencia, pero además de impunidad representa un riesgo doble, y es que, no sólo estamos expuestas a la violencia cotidiana y común que gobierna las calles, sino que nos encontramos con que uno de los espacios donde más sufrimos violencia es en nuestros hogares, lo que nos ubica en una situación de doble vulnerabilidad.

En los tiempos de confinamiento por la epidemia de Covid-19, los casos de violencia dentro del hogar aumentaron. Un claro ejemplo es Francia, donde la intervención policial en casos de violencia doméstica subió un 36%, otro es Colombia donde se recibió un 91% más de llamadas que hace un año y en México que se registró un aumento de más del 60% en llamadas de violencia de género.

Es decir, nosotras no estamos seguras ni en nuestros hogares y pareciera que no hay esperanza alguna de que en un futuro cercano esto cambie y es que mientras las instituciones encargadas de atender el problema no se dejen de simulaciones no tendremos un verdadero cambio. En México la política pública en materia de violencia de género es insuficiente e ineficaz y la simulación del estado y la impunidad del feminicidio envían un mensaje inadmisible de permisibilidad social y cultural.

Para la violencia de género no hay una vacuna universal, pero uno de los puntos clave para combatir esa pandemia es la atención integral. Por ejemplo, en el plan de emergencia contra la covid-19 en Australia se incluyó una partida de cientos de millones para apoyar a los esfuerzos gubernamentales para prevenir la violencia doméstica durante la pandemia. Otros países se han declinado por fortalecer la cooperación entra los centros de atención a la mujer y los órganos de seguridad y justicia, como lo hicieron Argentina y Canadá.

También hubo países que buscando atender de manera integrada el problema, detectaron que las oportunidades para denunciar violencia dentro del hogar disminuyeron por el confinamiento y en virtud de esto desarrollaron códigos y módulos de atención dentro de las farmacias y los supermercados. Estas medidas, en la visión de algunos podrían sonar exageradas e innecesarias, pero está comprobado que expandir los servicios de atención de manera innovadora es fundamental para atender la violencia doméstica.

Pero no sólo nos quedamos en esto, nos urgen acciones que no solamente sean reactivas, sino preventivas y que ayuden a combatir el problema de raíz y las instancias judiciales son un aliado clave, tanto para la protección de las víctimas como para la emisión de un mensaje de cero tolerancia a la violencia de género y se comienza por atender los casos de violencia feminicida y acabando con la impunidad.

En las últimas semanas la Fiscalía del Estado ha reportado la detención de varios feminicidas, incluidos entre ellos los de casos muy sonados como el de Danna de Zitácuaro y la detención de unos uno de los asesinos de Fernanda en Morelia, y afortunadamente no han sido los únicos, pues la más reciente detención en estos temas, fue la de uno de los responsables del feminicidio de Marijo, joven asesinada hace 4 años tras salir de un bar en la zona de altozano. Y si bien estas noticias las sentimos como rayos de esperanza, siguen sin ser suficientes, pues nos arrebatan más mujeres por día, que asesinos detenidos por mes.

Si bien en los últimos años hemos avanzado mucho en la conquista de derechos de las mujeres, nosotras aún no hemos encontrado un estado ideal para el goce pleno de ellos, y lo podemos ver tanto en los altos índices de violencia de género como en las políticas públicas de las organizaciones que tienen que procurar la seguridad pública y la justicia. Es decir, nos siguen debiendo un análisis muy serio sobre lo que implica para nosotras, como mujeres, la seguridad y la justicia.

Para nosotras, habitar un país con estos niveles de violencia, pero además de impunidad representa un riesgo doble, y es que, no sólo estamos expuestas a la violencia cotidiana y común que gobierna las calles, sino que nos encontramos con que uno de los espacios donde más sufrimos violencia es en nuestros hogares, lo que nos ubica en una situación de doble vulnerabilidad.

En los tiempos de confinamiento por la epidemia de Covid-19, los casos de violencia dentro del hogar aumentaron. Un claro ejemplo es Francia, donde la intervención policial en casos de violencia doméstica subió un 36%, otro es Colombia donde se recibió un 91% más de llamadas que hace un año y en México que se registró un aumento de más del 60% en llamadas de violencia de género.

Es decir, nosotras no estamos seguras ni en nuestros hogares y pareciera que no hay esperanza alguna de que en un futuro cercano esto cambie y es que mientras las instituciones encargadas de atender el problema no se dejen de simulaciones no tendremos un verdadero cambio. En México la política pública en materia de violencia de género es insuficiente e ineficaz y la simulación del estado y la impunidad del feminicidio envían un mensaje inadmisible de permisibilidad social y cultural.

Para la violencia de género no hay una vacuna universal, pero uno de los puntos clave para combatir esa pandemia es la atención integral. Por ejemplo, en el plan de emergencia contra la covid-19 en Australia se incluyó una partida de cientos de millones para apoyar a los esfuerzos gubernamentales para prevenir la violencia doméstica durante la pandemia. Otros países se han declinado por fortalecer la cooperación entra los centros de atención a la mujer y los órganos de seguridad y justicia, como lo hicieron Argentina y Canadá.

También hubo países que buscando atender de manera integrada el problema, detectaron que las oportunidades para denunciar violencia dentro del hogar disminuyeron por el confinamiento y en virtud de esto desarrollaron códigos y módulos de atención dentro de las farmacias y los supermercados. Estas medidas, en la visión de algunos podrían sonar exageradas e innecesarias, pero está comprobado que expandir los servicios de atención de manera innovadora es fundamental para atender la violencia doméstica.

Pero no sólo nos quedamos en esto, nos urgen acciones que no solamente sean reactivas, sino preventivas y que ayuden a combatir el problema de raíz y las instancias judiciales son un aliado clave, tanto para la protección de las víctimas como para la emisión de un mensaje de cero tolerancia a la violencia de género y se comienza por atender los casos de violencia feminicida y acabando con la impunidad.

En las últimas semanas la Fiscalía del Estado ha reportado la detención de varios feminicidas, incluidos entre ellos los de casos muy sonados como el de Danna de Zitácuaro y la detención de unos uno de los asesinos de Fernanda en Morelia, y afortunadamente no han sido los únicos, pues la más reciente detención en estos temas, fue la de uno de los responsables del feminicidio de Marijo, joven asesinada hace 4 años tras salir de un bar en la zona de altozano. Y si bien estas noticias las sentimos como rayos de esperanza, siguen sin ser suficientes, pues nos arrebatan más mujeres por día, que asesinos detenidos por mes.