/ jueves 14 de julio de 2022

PRD: un partido en proceso de disgregación

Los partidos tradicionales en México se encuentran en crisis. La falta de resultados electorales que les permitan hacerse de cargos y recursos les genera inestabilidad en su interior. No se trata, evidentemente, de organizaciones homogéneas, y las derrotas son el insumo propicio para un recambio en sus coaliciones dominantes. El fracaso de unos liderazgos significa la posibilidad de ascenso para otros.

PAN, PRI y PRD requieren solventar sus conflictos internos para mantenerse como opciones viables frente al electorado. Quizá la solución pase por la renuncia de sus dirigentes nacionales. Esto es muy claro en el caso del PRI, donde la presidencia de Alejandro Moreno es ya insostenible (incluso puede ser que ya no esté en su cargo cuando usted lea esta columna). No en la misma medida, pero también hay grupos panistas que empiezan a ver con buenos ojos la salida de Marko Cortés; una partida anticipada, pues su periodo como dirigente nacional del PAN concluye hasta octubre de 2024.

La intensidad de los reclamos es mucho más débil en el PRD, no porque el rendimiento electoral sea mejor, sino porque se trata de un partido en proceso de disgregación. De los tres partidos que conforman la alianza Va por México, la crisis más aguda ocurre en el partido fundado por Cuauhtémoc Cárdenas, pero es una organización que se ha quedado sin voces relevantes en su interior. La falta de reclamos como signo de ausencia de interesados en interpelar.

Entre quienes piensan que les puede ser redituable mantenerse en el partido que actualmente dirige Jesús Zambrano, se encuentran los integrantes del Movimiento Independiente Progresista, encabezado por Evodio Velázquez Aguirre, expresidente municipal de Acapulco. Otros interesados pudieran ser exgobernadores perredistas como Arturo Núñez Jiménez (Tabasco) y Ángel Aguirre Rivero (Guerrero), así como el exjefe de Gobierno de la Ciudad de México y hoy senador de la República Miguel Ángel Mancera Espinosa.

Las elecciones de 2018 mostraron que la fuerza del perredismo se encontraba en estados como Chiapas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, San Luis Potosí y Veracruz. En esos comicios, los municipios más importantes que pudo ganar sin el apoyo de alianzas con el PAN y el PRI fueron Soledad de Graciano Sánchez en San Luis Potosí, Las Margaritas en Chiapas y Tihuatlán en Veracruz.

Las cosas empeoraron en 2021. El PRD fue capaz de ganar por sí solo apenas en 45 municipios, distribuidos en 10 entidades, en la elección de diputados federales. Lo que es más, las pérdidas son notables incluso en Michoacán, que debe considerarse como uno de los principales bastiones del perredismo. Aquí el partido entregó su última gubernatura y es un territorio ahora gobernado por Alfredo Ramírez Bedolla de Morena.

En la elección de diputados federales de 2018, el PRD pudo ganar en solitario los municipios de Angamacutiro, Carácuaro, Coeneo, Copándaro, Cherán, Chinicuila, Churintzio, Huaniqueo, Huetamo, Huiramba, Ixtlán, Jiménez, Jungapeo, Morelos, Nuevo Urecho, Panindícuaro, Cojumatlán de Regules, Salvador Escalante, Tingambato, Tiquicheo de Nicolás Romero, Tlazazalca, Turicato, Tuxpan, Tuzantla, Tzitzio y Zináparo.

Los triunfos se redujeron drásticamente en 2021: Coahuayana, Huandacareo, Jungapeo, Panindícuaro, Salvador Escalante, Tlazazalca y Tuzantla. Nada más. ¿Algo qué reclamar a la dirigencia nacional? ¿Hay quienes quieran reclamar?

Amasijo

Para conocer sobre el largo camino andado por un partido tan relevante como el PRD, resulta muy recomendable la lectura del libro Treinta años del Partido de la Revolución Democrática. Desarrollo y balance electoral, de la autoría de Juan Pablo Navarrete Vela y publicado recientemente bajo el sello editorial de la Universidad de la Ciénega del Estado de Michoacán de Ocampo. Para el autor, “el perredismo llegó a su aniversario número 30 en medio de la peor crisis que tenga registrada. Queda como línea por analizar la posible desaparición del perredismo de la escena política nacional”.

Las conclusiones resultan interesantes: de perder su registro, “se concretará la aniquilación del partido de izquierda más importante en los últimos 25 años (1989-2014), ya que a partir de esa época Morena comenzó a disputarle ese espacio, lo dividió y prácticamente lo llevó al límite, al de su probable despedida del sistema de partidos”. Si bien no coincido del todo con sus planteamientos, el libro es sin duda un muy importante insumo para el debate sobre el futuro del PRD.

Los partidos tradicionales en México se encuentran en crisis. La falta de resultados electorales que les permitan hacerse de cargos y recursos les genera inestabilidad en su interior. No se trata, evidentemente, de organizaciones homogéneas, y las derrotas son el insumo propicio para un recambio en sus coaliciones dominantes. El fracaso de unos liderazgos significa la posibilidad de ascenso para otros.

PAN, PRI y PRD requieren solventar sus conflictos internos para mantenerse como opciones viables frente al electorado. Quizá la solución pase por la renuncia de sus dirigentes nacionales. Esto es muy claro en el caso del PRI, donde la presidencia de Alejandro Moreno es ya insostenible (incluso puede ser que ya no esté en su cargo cuando usted lea esta columna). No en la misma medida, pero también hay grupos panistas que empiezan a ver con buenos ojos la salida de Marko Cortés; una partida anticipada, pues su periodo como dirigente nacional del PAN concluye hasta octubre de 2024.

La intensidad de los reclamos es mucho más débil en el PRD, no porque el rendimiento electoral sea mejor, sino porque se trata de un partido en proceso de disgregación. De los tres partidos que conforman la alianza Va por México, la crisis más aguda ocurre en el partido fundado por Cuauhtémoc Cárdenas, pero es una organización que se ha quedado sin voces relevantes en su interior. La falta de reclamos como signo de ausencia de interesados en interpelar.

Entre quienes piensan que les puede ser redituable mantenerse en el partido que actualmente dirige Jesús Zambrano, se encuentran los integrantes del Movimiento Independiente Progresista, encabezado por Evodio Velázquez Aguirre, expresidente municipal de Acapulco. Otros interesados pudieran ser exgobernadores perredistas como Arturo Núñez Jiménez (Tabasco) y Ángel Aguirre Rivero (Guerrero), así como el exjefe de Gobierno de la Ciudad de México y hoy senador de la República Miguel Ángel Mancera Espinosa.

Las elecciones de 2018 mostraron que la fuerza del perredismo se encontraba en estados como Chiapas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, San Luis Potosí y Veracruz. En esos comicios, los municipios más importantes que pudo ganar sin el apoyo de alianzas con el PAN y el PRI fueron Soledad de Graciano Sánchez en San Luis Potosí, Las Margaritas en Chiapas y Tihuatlán en Veracruz.

Las cosas empeoraron en 2021. El PRD fue capaz de ganar por sí solo apenas en 45 municipios, distribuidos en 10 entidades, en la elección de diputados federales. Lo que es más, las pérdidas son notables incluso en Michoacán, que debe considerarse como uno de los principales bastiones del perredismo. Aquí el partido entregó su última gubernatura y es un territorio ahora gobernado por Alfredo Ramírez Bedolla de Morena.

En la elección de diputados federales de 2018, el PRD pudo ganar en solitario los municipios de Angamacutiro, Carácuaro, Coeneo, Copándaro, Cherán, Chinicuila, Churintzio, Huaniqueo, Huetamo, Huiramba, Ixtlán, Jiménez, Jungapeo, Morelos, Nuevo Urecho, Panindícuaro, Cojumatlán de Regules, Salvador Escalante, Tingambato, Tiquicheo de Nicolás Romero, Tlazazalca, Turicato, Tuxpan, Tuzantla, Tzitzio y Zináparo.

Los triunfos se redujeron drásticamente en 2021: Coahuayana, Huandacareo, Jungapeo, Panindícuaro, Salvador Escalante, Tlazazalca y Tuzantla. Nada más. ¿Algo qué reclamar a la dirigencia nacional? ¿Hay quienes quieran reclamar?

Amasijo

Para conocer sobre el largo camino andado por un partido tan relevante como el PRD, resulta muy recomendable la lectura del libro Treinta años del Partido de la Revolución Democrática. Desarrollo y balance electoral, de la autoría de Juan Pablo Navarrete Vela y publicado recientemente bajo el sello editorial de la Universidad de la Ciénega del Estado de Michoacán de Ocampo. Para el autor, “el perredismo llegó a su aniversario número 30 en medio de la peor crisis que tenga registrada. Queda como línea por analizar la posible desaparición del perredismo de la escena política nacional”.

Las conclusiones resultan interesantes: de perder su registro, “se concretará la aniquilación del partido de izquierda más importante en los últimos 25 años (1989-2014), ya que a partir de esa época Morena comenzó a disputarle ese espacio, lo dividió y prácticamente lo llevó al límite, al de su probable despedida del sistema de partidos”. Si bien no coincido del todo con sus planteamientos, el libro es sin duda un muy importante insumo para el debate sobre el futuro del PRD.

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