A las víctimas más que un apoyo, se les acompaña” Tere Torres Consultora Internacional en Seguridad
La aparición de cada vez más nuevas formas de delincuencia violenta, la impunidad y la normalización de la violencia criminal en varios estados de la república y en Michoacán nos ha llevado a los limites de lo absurdo, a la banalidad del mal, concepto acuñado por la filósofa alemana Hannah Arendt para describir cómo un sistema de poder político puede trivializar el exterminio de seres humanos.
El pasado 23 de octubre en Michoacán vivimos de nueva cuenta un episodio muy doloroso donde un grupo fuertemente armado asesino en el centro de Tacámbaro a cinco personas (que las autoridades mal nombran víctimas colaterales), marchandose en total impunidad (hasta el momento las autoridades no han informado de ningún detenido) dejando a la población desolada con un estrés post traumático.
No hubo ningún pronunciamiento de autoridades federales y/o estatales que condenaran ese hecho y mucho menos un mensaje de acompañamiento a las y los tacambarenses que se convirtieron en víctimas del miedo.
En México más de la mitad de la población son víctimas del miedo, según la última encuesta del INEGI la percepción de inseguiridad, de temor a la delincuencia es de 67% mujeres y 54% hombres. Las mujeres en un 78.9% son las que más temor sienten en el espacio público comenzando por los cajeros automáticos, transporte público, bancos y calles; los hombres en un 66.5%. (ENSU, 2023).
El impacto de la violencia criminal, como la que se vivió en Tacámbaro causa angustia, estrés, ansiedad lo que impacta en la salud mental de la población; vivir con miedo obliga a las personas a cambiar sus estilos de vida, rompe con las redes informales de control social en deterioro de la convivencia social y comunitaria, el miedo al crimen es un agente catalizador que genera conductas que pudieran ser muy destructivas y que fractura el sentimiento de comunidad.
Si bien en algunas regiones del país se ha logrado una disminución del homicidio doloso vinculado a grupos del crimen organizado, como es el caso de Michoacán (cuyos registros de asesinatos continuan en sus máximos históricos), sin embargo no se ha dimensionado el tamaño del fenómeno en México.
Para dar un poco de contexto un análisis de Pascal Bernal del Rio para el periódico Excélsior refiere que han muerto más personas asesinadas en nuestro país en los últimos cinco años que en un siglo de conflictos entre árabes e israelíes. Bernal señala que “en los conflictos … que ha habido desde 1920, mucho antes de la fundación del Estado de Israel, han muerto por la violencia 116 mil 342 personas (24 mil 98 israelíes y 91 mil 361 árabes) por el contrario en el gobierno de López Obrador han sido víctimas de homicidio doloso hasta el 12 de octubre pasado 168 mil 175 personas asesinadas, sin considerar a los desaparecidos”. (Beltran, 2023).
Así mismo, según la Organización Mundial de la Salud la tasa mundial de homicidios es de 6.1 (tasas por 1000.000 hab.); considerando que un nivel de violencia bajo es menor a una tasa de 8.8; una tasa media es entre 8.8 y 17.6; una tasa alta entre dos y tres veces a la tasa mundial entre 17.6 y 26.4; y una violencia muy alta es más de tres veces la tasa mundial, más de 26.4. (OMS, 2002). Lo que significa que tanto en México como en Michoacán continuan registrando tasas consideradas la más altas del mundo según la OMS.
No condenar desde el Estado actos como los ocurridos en Tacámbaro deja una lectura entre lineas de como las autoridades de los tres órdenes de gobierno han trivializado la actuación de los grupos armados en varias regiones del estado, por decir lo menos. Una pesima señal que no cabe y debilita a el Estado de Derecho.
[1] https://www.excelsior.com.mx/opinion/pascal-beltran-del-rio/escupir-al-cielo/1614817
Especialista en Seguridad Ciudadana con perspectiva de género y tipologías preventivas