/ martes 26 de octubre de 2021

Todo cambia, todo se transforma: todo sigue igual

Monsiváis dijo: “Todo cambia, todo se transforma: todo sigue igual” sin saber que esta iba a ser la frase con la que iba a describir el Michoacán de los últimos 15 años.

Desde el inicio de la guerra contra el narcotráfico declarada por Calderón, las acciones de los grupos delincuenciales han sido cada vez más cruentas, imposibles de ignorar o mirar hacia otro lado y a pesar de que podemos tener la sensación de que la violencia en el estado ha ido siempre al alza, en las estadísticas de los últimos años podemos identificar momentos en que la violencia ha disminuido, pero esta disminución ha sido mínima y por periodos brevísimos. Nos dan cambios, pero todo sigue igual.

En 2007, después del anuncio del operativo federal para rescatar a Michoacán de la violencia registramos una baja en las tasas de homicidios y crímenes violentos. Hubo por unos meses un augurio que podíamos salir de la situación de guerra en que nos tenía el expresidente Calderón. Se había reactivado la economía, las carreteras estaban abiertas al flujo vehicular de nuevo y hubo el descabezamiento de algunas células criminales; parecía que iba a llegar la paz, sin embargo, esto duró “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks”.

Para 2008 la incidencia delictiva nuevamente había crecido y hubo la necesidad de reforzar ese operativo federal. Esto dio pie a la fallida estrategia que desde ese entonces se ha usado para atender el problema de inseguridad en el estado: los bomberazos por el gobierno de la República, haciendo de vez en cuando, nuevos despliegues de elementos de las fuerzas federales que nos traen efímeros episodios de calma y paz, pero que ya los michoacanos identificamos son la calma antes del huracán y por poco tiempo, hubo calma de nuevo.

Entre 2013 y 2014 regresó la sangrienta realidad de Michoacán y volvimos a ver fuerte movimiento para combatir la violencia, llegó el comisionado Alfredo Castillo con miles de nuevos elementos y, otra vez, por unos poquísimos meses tuvo resultados alentadores: disminuyó en un 20% los homicidios dolosos, se restableció el orden en Tierra Caliente y hubo captura o abatimiento de grandes figuras del grupo templario.

Si hubo una transformación, pero luego, para no variar, todo siguió igual, se quedó la gente de Castillo, sucedió Tanhuato, hubo otro cambio de gobierno, se prendió la Tierra Caliente, los buenos autodefensas -por lo menos algunos de ellos- se convirtieron en malos viagras, llegó un nuevo Cártel, regresaron las manías de quemar vehículos para bloquear caminos y sitiar localidades, volvieron a aparecer cuerpos colgados o cercenados, masacres y acribillamientos por todas partes y las familias michoacanas se vieron forzadas a desplazarse de nuevo.

Ahora en 2021, la Cuarta Transformación nos anuncia un nuevo y muy necesario Plan de Apoyo a Michoacán, que trae consigo el despliegue de más de 15,000 elementos entre Guardia Nacional, Sedena, las policías estatales y las municipales; pero además trae el apoyo de 22 dependencias federales que pretenden abarcar todas las vías para atender de manera integral esta problemática que exige que los tres niveles de gobierno trabajen de manera articulada y conjunta en líneas y políticas públicas, no solo reactivas, sino también preventivas y de contención.

La historia de los últimos años ha confirmado que Monsiváis tenía razón: todo se transforma y cambia, pero todo sigue igual. Sin embargo y a pesar de ser una admiradora de este gran personaje, deseo en verdad que se equivoque y que ahora si logremos cambiar; que este Plan de Apoyo no escatime esfuerzos, que dejen las simulaciones y se atienda de forma integral el fenómeno delincuencial que se encuentra enquistado en Michoacán.

Monsiváis dijo: “Todo cambia, todo se transforma: todo sigue igual” sin saber que esta iba a ser la frase con la que iba a describir el Michoacán de los últimos 15 años.

Desde el inicio de la guerra contra el narcotráfico declarada por Calderón, las acciones de los grupos delincuenciales han sido cada vez más cruentas, imposibles de ignorar o mirar hacia otro lado y a pesar de que podemos tener la sensación de que la violencia en el estado ha ido siempre al alza, en las estadísticas de los últimos años podemos identificar momentos en que la violencia ha disminuido, pero esta disminución ha sido mínima y por periodos brevísimos. Nos dan cambios, pero todo sigue igual.

En 2007, después del anuncio del operativo federal para rescatar a Michoacán de la violencia registramos una baja en las tasas de homicidios y crímenes violentos. Hubo por unos meses un augurio que podíamos salir de la situación de guerra en que nos tenía el expresidente Calderón. Se había reactivado la economía, las carreteras estaban abiertas al flujo vehicular de nuevo y hubo el descabezamiento de algunas células criminales; parecía que iba a llegar la paz, sin embargo, esto duró “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks”.

Para 2008 la incidencia delictiva nuevamente había crecido y hubo la necesidad de reforzar ese operativo federal. Esto dio pie a la fallida estrategia que desde ese entonces se ha usado para atender el problema de inseguridad en el estado: los bomberazos por el gobierno de la República, haciendo de vez en cuando, nuevos despliegues de elementos de las fuerzas federales que nos traen efímeros episodios de calma y paz, pero que ya los michoacanos identificamos son la calma antes del huracán y por poco tiempo, hubo calma de nuevo.

Entre 2013 y 2014 regresó la sangrienta realidad de Michoacán y volvimos a ver fuerte movimiento para combatir la violencia, llegó el comisionado Alfredo Castillo con miles de nuevos elementos y, otra vez, por unos poquísimos meses tuvo resultados alentadores: disminuyó en un 20% los homicidios dolosos, se restableció el orden en Tierra Caliente y hubo captura o abatimiento de grandes figuras del grupo templario.

Si hubo una transformación, pero luego, para no variar, todo siguió igual, se quedó la gente de Castillo, sucedió Tanhuato, hubo otro cambio de gobierno, se prendió la Tierra Caliente, los buenos autodefensas -por lo menos algunos de ellos- se convirtieron en malos viagras, llegó un nuevo Cártel, regresaron las manías de quemar vehículos para bloquear caminos y sitiar localidades, volvieron a aparecer cuerpos colgados o cercenados, masacres y acribillamientos por todas partes y las familias michoacanas se vieron forzadas a desplazarse de nuevo.

Ahora en 2021, la Cuarta Transformación nos anuncia un nuevo y muy necesario Plan de Apoyo a Michoacán, que trae consigo el despliegue de más de 15,000 elementos entre Guardia Nacional, Sedena, las policías estatales y las municipales; pero además trae el apoyo de 22 dependencias federales que pretenden abarcar todas las vías para atender de manera integral esta problemática que exige que los tres niveles de gobierno trabajen de manera articulada y conjunta en líneas y políticas públicas, no solo reactivas, sino también preventivas y de contención.

La historia de los últimos años ha confirmado que Monsiváis tenía razón: todo se transforma y cambia, pero todo sigue igual. Sin embargo y a pesar de ser una admiradora de este gran personaje, deseo en verdad que se equivoque y que ahora si logremos cambiar; que este Plan de Apoyo no escatime esfuerzos, que dejen las simulaciones y se atienda de forma integral el fenómeno delincuencial que se encuentra enquistado en Michoacán.