En una conversación con Oscar Balderas periodista especializado en crimen organizado me platicó sobre su experiencia como co productor del documental “Una Jauría llamada Ernesto” en donde varios testimonios de menores de edad, narran como fue que terminaron en las filas del crimen organizado. Una de las reflexiones que resalto el periodista fue que un denominador común de todos los adolecentes que entrevisto a lo largo de tres años, fue que en la primaria se les repetía recurrentemente que no servían para nada, que eran burros y problemáticos, lo que considera él considera que es un factor que los pode en riesgo frente a los grupos de la delincuencia organizada ya que en esos grupos encuentran un espacio donde resaltan sus cualidades para realizar diversas tareas criminales.
El documental da cuenta de historias de violencia, que en muchas regiones se han normalizado y que muestran sólo “la punta del iceberg” de una problemática en la que hay que explorar hondo para ver como las múltiples formas de violencia, abuso, negligencia y explotación, tanto física, psicológica como de carácter sexual en ámbitos que forman parte de su cotidianidad ya sean públicos o privados son lo que arrroja a miles de niñas, niños y adolescentes a las garras de los grupos del crimen.
En México como en Michoacán no hay datos oficiales sobre el número de menores que están en actividades criminales bajo el sometimiento de algún grupo de la delincuencia organizada.
Por su parte el Observatorio Nacional Ciudadano y la Red por los Derechos de la Infancia en México, en una investigación señalan que en Michoacán, entre la población de niñas, niños y adolescentes entre 0 y 17 años que se encuentran en condición de vulnerabilidad son 196,999 y 51,799 en situación de amenaza real de ser coptados por algún grupo criminal; lo que coloca a Michoacán en uno de los siete estados de la república en donde se concentra el 55% de la población en riesgo de ser reclutados por grupos del crimen organizado.
El docuemntal nos muestra entre otras cosas como muchas veces en la familia como en la escuela, donde se supone que deben de ser espacios seguros y de formación de habilidades para la vida, se han convertido en lugares violentos e inseguros que arrojan a las niñas, niños y adolescentes a la calle.
Está problemáatica, que no es facil de explicar es muy recurrente en varias regiones de Michoacán. En una entrevista con un ex mado policial de la región de Jacona – Zamora me platicó de la historia de un niño de primaria al que por razones de privacidad llamaré Diego, a sus escasos 8 años obligaba a sus compañeras niñas a tomarse fotografías de sus partes íntimas, de lo contrario les amenazaba con hacerles daño. Cuando las autoridades educativas tomaron cartas en el asunto se dieron cuenta que en el celular de Diego había cientos de fotografías de varias de sus compañeras de la escuela, las cuales vendia entre 100 y 200 pesos.
Los estados que concentran la población en riego son el Estado de México 9.7%, Jalisco 8.6%, Chiapas 8.1%, Puebla 7.8%, Guanajuato 7.3%, Veracruz 7.2% y Michoacán 6.5%.
La historia de Diego en varias regiones del estado es muy recorrente; según Albert Cohén impulor de la Teoría de las subcultura del Delicuente, la violencia en contextos del crimen organizado se expresa como un sistema propio de valores, normas y simbolos, es decir una sub cultura que permea sigilosamente en el ambiente, lo que nos obliga a reconocer que en Michoacán las nuevas generaciones que han nacido y crecido en medio de la violenca e inseguridad son muy proclives desarollar estas conductas anti sociales.
Especialista en Seguridad Ciudadana con perspectiva de género y tipologías preventivas