/ lunes 23 de enero de 2023

115 años de Zalce: la vida del artista a través de la mirada de su hija (Entrevista)

Alfredo Zalce fue un hombre con una infancia difícil y con un talento que fue puliendo a lo largo de los años

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- La figura materna siempre tiene un peso importante en la vida y desarrollo de todo niño y niña, pero el padre también es un pilar al que los hijos se acercan y necesitan para encontrar ese impulso en la vida, y eso lo sabe a la perfección Beatriz Zalce, quien a 115 años del nacimiento de su papá Alfredo Zalce Torres, platicó en exclusiva con El Sol de Morelia para compartir esos momentos íntimos de el hombre, el papá, el hijo, el hermano, su variado gusto musical, su afición a la cocina, el dolor de tener que enterrar a sus dos hijos y sus dos nietos, así como una situación poco conocida: la adopción que tuvo por parte de Ramón Zalce.

Foto: Fernando Maldonado | El Sol Morelia


“Como todo papá estaba preocupado por uno, estando yo muy jovencita me preguntó lo que yo quería ser de grande, pues tenía la duda de ‘¿y esta pa’ dónde va?’ Lo que todo papá quiere saber, y le dije que quería ser periodista, eso le ocasionó un brillo en su mirada y se abrió para contarme algo muy de él: el nombre de su verdadero padre, quien fue periodista”.

Esta apertura de Alfredo Zalce Torres, el hombre orgulloso de ver a su hija convencida de seguir ese camino, a Beatriz le abrió un panorama distinto al saber que no solo la familia de su mamá se había dedicado al ejercicio periodístico que ella por cierto sigue ejerciendo desde la Ciudad de México, sino que esa vena provenía también por la parte paterna.

Hablar de Alfredo Zalce Torres, quien realmente hubiera tenido el apellido Gallegos, no solo es plasmar al artista, escultor, o muralista, sino a ese hombre que al cerrar la puerta, amaba realmente a sus hijos, y se sentía orgulloso de que se involucraran en el periodismo, la fotografía, y la pintura.

Foto: Fernando Maldonado | El Sol Morelia


“Me asombra la vigencia y actualidad que tiene, lo sabio que era, el hombre universal, su sencillez, su trato amable, ese ser que buscó impulsar a toda la gente que estaba cerca para que pudieran seguir su vocación y el latido de su corazón. Ahí es donde creo que se reúne el hombre y el artista que nunca están separados. De hecho el 12 de enero (aniversario de su natalicio) me entró la nostalgia, me puse a ver documentos y encontré una carta que me escribió a raíz de la primera entrevista que me publicaron en medios, y su texto es lo más bonito que me han dicho, pues logró ver que hice lo que más me gustaba, fue muy cariñoso, ese es Alfredo Zalce Torres que hay que rescatar y conocer”.


El padre empático y orgulloso

Aunque la infancia de Alfredo fue poco conocida incluso por sus hijos, el apoyo y comprensión que a él le faltó para seguir sus sueños, esos instantes amargos los decidió transformar, darles la vuelta, y no cortarle las alas a su descendencia, sino impulsarlos y brindarles todo el apoyo que como papá podía ofrecerles.

“No quiso repetir los patrones con nosotros. Recuerdo mucho cómo reaccionaba ante los dilemas de mi hermano Javier con su vocación, al principio pensábamos que iba a ser biólogo y ya casi terminando esa carrera salió con que siempre no (risas) y mi papá un poco sorprendido y desconcertado le dijo ‘¿y entonces?’ y la respuesta de mi hermano al inicio era que no sabía, para después asegurar que quería inclinarse por la fotografía, recibiendo todo el apoyo de papá, pese a que el tema de la fotografía para él le era un poco delicado porque Ramón Zalce fue fotógrafo y le enseñó este oficio a mi abuela María Aurora Torres y a mi papá cuando era joven”.

Foto: Fernando Maldonado | El Sol Morelia

Esta circunstancia se dio mientras vivían en la Ciudad de México, donde tuvieron un negocio llamado Fotografía Lumiere, “pero para mi papá la fotografía no era una cosa de encanto, sino que era un modus vivendi, pero además porque en un inicio eso le impidió que siguiera su sueño de ser pintor. No contó con el apoyo de mis abuelos, pese a eso, mi papá apoyó completamente la intención de Javier para estudiar fotografía en Estados Unidos, aunque tuviera ese mal recuerdo”.

Paciente y comprensivo, cubriendo con su amor a su hijo, Javier volvió a decidir cambiar de vocación, encontrando una vez más las palabras de apoyo y cobijo de Alfredo.

“Después vino otro cambio, ya no quería ser fotógrafo y mi papá le preguntó ‘¿Entonces qué crees que sí te gustaría estudiar?’ A lo que mi hermano le dijo que la pintura, pues lo había hecho toda la vida, pero no se atrevía por la talla del maestro Zalce, y que las comparaciones fueran hacer un obstáculo. Esa noticia alegró a mi papá que lo presumía como su colega, además de que podía hablar de tú a tú de pintura pues Javier ya sabía cuáles eran los pintores que nuestro padre admiraba, él iba hacer a quién le pasaría la estafeta”.

En esas relaciones familiares y respecto a la que se dio entre su mamá y su papá, Beatriz ahondó: “Ellos se separaron pronto, pero siempre se quisieron mientras estuvieron juntos, él la recordaba, y revisando sus libretas de apuntes ahí hay retratos de mi mamá y además guardó todas las cartas que ella le escribió, y ella hizo lo mismo. Como pareja no funcionaron pero después de eso se respetaron mucho. De hecho mi mamá tenía en su recámara una foto de mi papá hasta que yo cumplí los 18 años, y esa fue su manera de decirme que él era mi papá”.

Foto: Fernando Maldonado | El Sol Morelia

En este viaje a los recuerdos y momentos que no regresarán, pues solo son resguardados en la memoria, Beatriz aceptó que su progenitor era un gran observador y un gran escucha que invitaba a platicar, “y de repente sin darnos cuenta le estábamos diciendo cosas muy personales, pues su mirada y profundidad daban esa confianza”.


Cambio de nombre y una infancia de la que no hablaba

Después de esa plática en la que Beatriz le confesó a su papá las ganas de ser periodista, lo cual a Alfredo le generó un sentimiento de añoranza, y desencadenó que se abriera y hablara de su infancia, lo cual no hacía, para terminar confesando el nombre de su verdadero progenitor.

“Yo tenía otra idea de sus raíces, pero en esa plática me dijo: ‘Ya estás en edad de saber que mi padre fue José Gallegos, un periodista liberal quien murió joven, cuando yo era muy chiquito, y mi mamá (María Aurora Torres) se volvió a casar, ahora con Ramón Zalce y cómo iban a tener una familia, él decidió ponerme su apellido”.

Tras esa confesión, Beatriz comprendió lo relevante y las fibras que había tocado en su padre al momento de decirle que deseaba ser periodista.

“Ahí descubrí que a él le cambiaron el nombre, y esa cuestión que le dije para él fue muy importante por el hecho de que uno de sus hijos retomara algo como si lo tuviéramos en los genes (el periodismo)”.

En este acercamiento al hombre, más allá del artista y cómo fue descubriendo su vocación, Beatriz abrió parte de la vida de Zalce, quien lamentablemente tuvo una infancia complicada y no contó con el apoyo de su padrastro Ramón, ni con el de su propia madre María Aurora, para poder convertirse en un pintor.

“La vocación y cualidades en la pintura fueron muy tempranas en mi papá, y cuando él les dijo que quería ser pintor le dijeron que no, porque era cosa de muertos de hambre, borrachos, mujeriegos y perdidos, afirmándole que él debía ser una persona seria. Le dijeron que no lo apoyarían ni tendrían su ayuda, su vocación fue muy mal recibida”.

Foto: Javier Guerrero | El Sol Morelia

A lo anterior agregó: “Esa falta de apoyo de sus papás claro que le dolió y le dolía, por ello procuraba hablar muy poco de su infancia porque no fue agradable. Desde niño ya había demostrado aptitudes y siempre lo detuvieron, de hecho me contó una anécdota de su infancia de la que casi no hablaba porque no le era grato, me habló de un momento en una casa en la que tenían un patio con mosaico blancos y negros, como el tablero de ajedrez, entonces él agarró un pedazo de carbón y comenzó a dibujar en los blancos, pero cuando llegó mi abuela y lo ve, se molestó bastante, regañándolo y diciéndole que cuando llegara Ramón Zalce, él se encargaría de darle un escarmiento porque tendrían que volver a limpiar el patio. Esa vez que me lo comentó me dijo que si a él un niño le hubiera hecho ese regalo de pintar, él hubiera sido el más feliz, eso nos da muestra de la sensibilidad extraordinaria que tenía el niño, joven, papá, y el artista”.

Pero de lo que sí le gustaba hablar era de su etapa de joven, cuando se estaba iniciando en la pintura, o del hombre maduro que era cuando participó en las misiones culturales, el desarrollo de sus murales, de las clases que tomó y de las que impartía.


De Pink Floyd a Los Folkloristas, y su afición por la cocina

Dejando de lado la infancia, y pasando a la etapa de papá, Zalce logró reivindicar esa figura ante su descendencia y buscar sanar por sí solo las heridas generadas para no lastimar a los suyos. Es de esta forma que Beatriz decidió compartir con el público qué tipo de música escuchaba su papá cuando se encontraba en la intimidad de las cuatro paredes de su hogar.

“A lo largo de su vida sus gustos musicales fueron cambiando como nos pasa a todos ¿no? Por mis hermanos comenzó a escuchar rock. ¿Se imaginan a Zalce escuchando a Pink Floyd? Pues sí le gustaba y él solo ponía el disco. También escuchaba a Los Folkoristas que mi esposo René fue miembro fundador, y cuando tenían conciertos en Morelia invitaba a mi papá y le dedicaba las pirekuas, pero también tenía a Bach, Beethoven, Tchaikovsky, él disfrutaba mucho la música, pero también la lectura, y estaba al tanto de las noticias”.

Otros de los aspectos más íntimos de Zalce era su alimentación, lo cual le ayudó a vivir hasta los 95 años, y el espacio de la cocina se convirtió en una experiencia padre-hija llena de momentos y enseñanzas.

“Tenía mucha sabiduría porque era muy saludable, no se privaba de nada, era muy frutal, además le gustaba el pescado, y comía muy pocas harinas aunque hacía galletas muy buenas, yo lo veía cocinar, de hecho lo primero que cociné fue con él, he hicimos pescado al perejil (risas). Él vio en la cocina una forma de creatividad, de combinar colores, texturas y sabores”.


El dolor de despedir enterrar a sus hijos y nietos

Los momentos de tristeza y aflicción también marcaron la vida adulta de Zalce, y el punto de quiebre más difícil fue la muerte de sus hijos y de sus nietos, a quienes tuvo que enterrar.

“Eso es antinatural, enterrar a tus hijos y nietos va en contra de la ley de la vida. Me impresionó mucho cómo mi papá se encerró en su silencio cuando murió Javier, decidió ponerse a trabajar y ahí encontraba una salida, desahogo y catarsis y probablemente respuestas. Cuando murió mi hermano mayor Andrés con sus dos hijos, Leonora y Federico (en un accidente automovilístico), el comentario de mi papá fue: ‘Un dolor tan grande no puede durar toda la vida’ y así fue, pues un año y medio después, él también murió”.

Ante estas pérdidas, Alfredo y Beatriz sobrellevaron juntos estos duelos y se convirtieron en un pilar para el otro, “además yo acababa de enviudar, pues cuatro semanas antes de la muerte de Andrés y sus hijos falleció mi esposo. Mi papá fue un gran apoyo y yo espero haberlo sido para él, pues éramos dos seres muy dolidos”.


La despedida

A 20 años de la partida de Zalce, y recién pasadas Navidad y Año Nuevo, Beatriz aceptó que esas fechas en los adultos se van convirtiendo en nostalgia por el hecho de ya no estar presentes algunos seres queridos, asegurando, le encantaría tener de vuelta a su padre para hablar de lo que ha pasado en estas dos últimas décadas.

“Conforme ha pasado este tiempo sin su presencia física me gustaría hablar de la pintura, de libros, quisiera conocer su reacción, extraño ese olor de su pipa, del tabaco avainillado que era de él; la casa donde ahora está el Taller que lleva su nombre y que es de la Secum, ya tampoco tiene su olor, las veces que he entrado eso ya no está. Con el tiempo lo extraño cada vez más como escultor, grabador, diseñador de joyas, pintor, muralista, como papá. Me decía mucho que fuera a Morelia, yo vivo en CDMX, me invitaba a estar con él, pero al estar yo tan joven pensaba en otras cosas y creía que iba a haber tiempo y no, si ahorita estuviera y me dijera ven y acá te dedicas a escribir, dejaba todo por estar con él”.

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Pero si tuviera la oportunidad de estar nuevamente con él, ¿de qué hablaría o quedó algún tema pendiente por platicar? Fue la pregunta a la que respondió: “Nunca acabas de platicar con alguien a quien quieres, esa conversación nos llevaría el resto de nuestras vidas. Más que decirle algo, sería conversar de muchos temas como la situación de México que desde hace años y en vida él me comentaba que ya le preocupaba lo que veía y ahora como están las cosas cuantimás, o charlar de la ecología. También han sido 100 años del muralismo y me gustaría conocer esa mística y repaso de lo que él hizo con esa cuestión social, y lo que se está haciendo actualmente, esa aportación artística de México al mundo”.

En esta apertura a la vida privada, familiar y poco conocida de Zalce, Beatriz recordó la última plática que tuvo con su padre.

“Fue el último día de su vida, yo estaba en Morelia pero debía regresar a CDMX a ver a mi mamá, ya lo veía mal, entonces le dije por la mañana que por favor me esperara para cenar. Después de abrazarlo y besarlo, y antes de salir del cuarto voltee para decirle con la mano adiós, él hizo lo mismo pero hubo un momento en el que su rostro cambió, su gesto fue otro y su acción con la mano se convirtió en el movimiento como si estuviera pintando, ese es el último recuerdo que tengo de él vivo, y el cual lo retrata en su vocación de pintor”.

Finalmente esa última enseñanza que Alfredo Zalce Torres le dejó a su hija, ella la sigue compartiendo ahora con sus alumnos, preservando de cierta manera, la herencia familiar y de vida que él le dejó, “esa es una lección para todo el mundo, yo les digo a mis alumnos que busquen aquello que les guste tanto que lo quieran hacer hasta en el lecho de muerte, tal y como lo hizo papá, que para mí se quedó congelado en una madurez hermosa, y así es como lo recuerdo”.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- La figura materna siempre tiene un peso importante en la vida y desarrollo de todo niño y niña, pero el padre también es un pilar al que los hijos se acercan y necesitan para encontrar ese impulso en la vida, y eso lo sabe a la perfección Beatriz Zalce, quien a 115 años del nacimiento de su papá Alfredo Zalce Torres, platicó en exclusiva con El Sol de Morelia para compartir esos momentos íntimos de el hombre, el papá, el hijo, el hermano, su variado gusto musical, su afición a la cocina, el dolor de tener que enterrar a sus dos hijos y sus dos nietos, así como una situación poco conocida: la adopción que tuvo por parte de Ramón Zalce.

Foto: Fernando Maldonado | El Sol Morelia


“Como todo papá estaba preocupado por uno, estando yo muy jovencita me preguntó lo que yo quería ser de grande, pues tenía la duda de ‘¿y esta pa’ dónde va?’ Lo que todo papá quiere saber, y le dije que quería ser periodista, eso le ocasionó un brillo en su mirada y se abrió para contarme algo muy de él: el nombre de su verdadero padre, quien fue periodista”.

Esta apertura de Alfredo Zalce Torres, el hombre orgulloso de ver a su hija convencida de seguir ese camino, a Beatriz le abrió un panorama distinto al saber que no solo la familia de su mamá se había dedicado al ejercicio periodístico que ella por cierto sigue ejerciendo desde la Ciudad de México, sino que esa vena provenía también por la parte paterna.

Hablar de Alfredo Zalce Torres, quien realmente hubiera tenido el apellido Gallegos, no solo es plasmar al artista, escultor, o muralista, sino a ese hombre que al cerrar la puerta, amaba realmente a sus hijos, y se sentía orgulloso de que se involucraran en el periodismo, la fotografía, y la pintura.

Foto: Fernando Maldonado | El Sol Morelia


“Me asombra la vigencia y actualidad que tiene, lo sabio que era, el hombre universal, su sencillez, su trato amable, ese ser que buscó impulsar a toda la gente que estaba cerca para que pudieran seguir su vocación y el latido de su corazón. Ahí es donde creo que se reúne el hombre y el artista que nunca están separados. De hecho el 12 de enero (aniversario de su natalicio) me entró la nostalgia, me puse a ver documentos y encontré una carta que me escribió a raíz de la primera entrevista que me publicaron en medios, y su texto es lo más bonito que me han dicho, pues logró ver que hice lo que más me gustaba, fue muy cariñoso, ese es Alfredo Zalce Torres que hay que rescatar y conocer”.


El padre empático y orgulloso

Aunque la infancia de Alfredo fue poco conocida incluso por sus hijos, el apoyo y comprensión que a él le faltó para seguir sus sueños, esos instantes amargos los decidió transformar, darles la vuelta, y no cortarle las alas a su descendencia, sino impulsarlos y brindarles todo el apoyo que como papá podía ofrecerles.

“No quiso repetir los patrones con nosotros. Recuerdo mucho cómo reaccionaba ante los dilemas de mi hermano Javier con su vocación, al principio pensábamos que iba a ser biólogo y ya casi terminando esa carrera salió con que siempre no (risas) y mi papá un poco sorprendido y desconcertado le dijo ‘¿y entonces?’ y la respuesta de mi hermano al inicio era que no sabía, para después asegurar que quería inclinarse por la fotografía, recibiendo todo el apoyo de papá, pese a que el tema de la fotografía para él le era un poco delicado porque Ramón Zalce fue fotógrafo y le enseñó este oficio a mi abuela María Aurora Torres y a mi papá cuando era joven”.

Foto: Fernando Maldonado | El Sol Morelia

Esta circunstancia se dio mientras vivían en la Ciudad de México, donde tuvieron un negocio llamado Fotografía Lumiere, “pero para mi papá la fotografía no era una cosa de encanto, sino que era un modus vivendi, pero además porque en un inicio eso le impidió que siguiera su sueño de ser pintor. No contó con el apoyo de mis abuelos, pese a eso, mi papá apoyó completamente la intención de Javier para estudiar fotografía en Estados Unidos, aunque tuviera ese mal recuerdo”.

Paciente y comprensivo, cubriendo con su amor a su hijo, Javier volvió a decidir cambiar de vocación, encontrando una vez más las palabras de apoyo y cobijo de Alfredo.

“Después vino otro cambio, ya no quería ser fotógrafo y mi papá le preguntó ‘¿Entonces qué crees que sí te gustaría estudiar?’ A lo que mi hermano le dijo que la pintura, pues lo había hecho toda la vida, pero no se atrevía por la talla del maestro Zalce, y que las comparaciones fueran hacer un obstáculo. Esa noticia alegró a mi papá que lo presumía como su colega, además de que podía hablar de tú a tú de pintura pues Javier ya sabía cuáles eran los pintores que nuestro padre admiraba, él iba hacer a quién le pasaría la estafeta”.

En esas relaciones familiares y respecto a la que se dio entre su mamá y su papá, Beatriz ahondó: “Ellos se separaron pronto, pero siempre se quisieron mientras estuvieron juntos, él la recordaba, y revisando sus libretas de apuntes ahí hay retratos de mi mamá y además guardó todas las cartas que ella le escribió, y ella hizo lo mismo. Como pareja no funcionaron pero después de eso se respetaron mucho. De hecho mi mamá tenía en su recámara una foto de mi papá hasta que yo cumplí los 18 años, y esa fue su manera de decirme que él era mi papá”.

Foto: Fernando Maldonado | El Sol Morelia

En este viaje a los recuerdos y momentos que no regresarán, pues solo son resguardados en la memoria, Beatriz aceptó que su progenitor era un gran observador y un gran escucha que invitaba a platicar, “y de repente sin darnos cuenta le estábamos diciendo cosas muy personales, pues su mirada y profundidad daban esa confianza”.


Cambio de nombre y una infancia de la que no hablaba

Después de esa plática en la que Beatriz le confesó a su papá las ganas de ser periodista, lo cual a Alfredo le generó un sentimiento de añoranza, y desencadenó que se abriera y hablara de su infancia, lo cual no hacía, para terminar confesando el nombre de su verdadero progenitor.

“Yo tenía otra idea de sus raíces, pero en esa plática me dijo: ‘Ya estás en edad de saber que mi padre fue José Gallegos, un periodista liberal quien murió joven, cuando yo era muy chiquito, y mi mamá (María Aurora Torres) se volvió a casar, ahora con Ramón Zalce y cómo iban a tener una familia, él decidió ponerme su apellido”.

Tras esa confesión, Beatriz comprendió lo relevante y las fibras que había tocado en su padre al momento de decirle que deseaba ser periodista.

“Ahí descubrí que a él le cambiaron el nombre, y esa cuestión que le dije para él fue muy importante por el hecho de que uno de sus hijos retomara algo como si lo tuviéramos en los genes (el periodismo)”.

En este acercamiento al hombre, más allá del artista y cómo fue descubriendo su vocación, Beatriz abrió parte de la vida de Zalce, quien lamentablemente tuvo una infancia complicada y no contó con el apoyo de su padrastro Ramón, ni con el de su propia madre María Aurora, para poder convertirse en un pintor.

“La vocación y cualidades en la pintura fueron muy tempranas en mi papá, y cuando él les dijo que quería ser pintor le dijeron que no, porque era cosa de muertos de hambre, borrachos, mujeriegos y perdidos, afirmándole que él debía ser una persona seria. Le dijeron que no lo apoyarían ni tendrían su ayuda, su vocación fue muy mal recibida”.

Foto: Javier Guerrero | El Sol Morelia

A lo anterior agregó: “Esa falta de apoyo de sus papás claro que le dolió y le dolía, por ello procuraba hablar muy poco de su infancia porque no fue agradable. Desde niño ya había demostrado aptitudes y siempre lo detuvieron, de hecho me contó una anécdota de su infancia de la que casi no hablaba porque no le era grato, me habló de un momento en una casa en la que tenían un patio con mosaico blancos y negros, como el tablero de ajedrez, entonces él agarró un pedazo de carbón y comenzó a dibujar en los blancos, pero cuando llegó mi abuela y lo ve, se molestó bastante, regañándolo y diciéndole que cuando llegara Ramón Zalce, él se encargaría de darle un escarmiento porque tendrían que volver a limpiar el patio. Esa vez que me lo comentó me dijo que si a él un niño le hubiera hecho ese regalo de pintar, él hubiera sido el más feliz, eso nos da muestra de la sensibilidad extraordinaria que tenía el niño, joven, papá, y el artista”.

Pero de lo que sí le gustaba hablar era de su etapa de joven, cuando se estaba iniciando en la pintura, o del hombre maduro que era cuando participó en las misiones culturales, el desarrollo de sus murales, de las clases que tomó y de las que impartía.


De Pink Floyd a Los Folkloristas, y su afición por la cocina

Dejando de lado la infancia, y pasando a la etapa de papá, Zalce logró reivindicar esa figura ante su descendencia y buscar sanar por sí solo las heridas generadas para no lastimar a los suyos. Es de esta forma que Beatriz decidió compartir con el público qué tipo de música escuchaba su papá cuando se encontraba en la intimidad de las cuatro paredes de su hogar.

“A lo largo de su vida sus gustos musicales fueron cambiando como nos pasa a todos ¿no? Por mis hermanos comenzó a escuchar rock. ¿Se imaginan a Zalce escuchando a Pink Floyd? Pues sí le gustaba y él solo ponía el disco. También escuchaba a Los Folkoristas que mi esposo René fue miembro fundador, y cuando tenían conciertos en Morelia invitaba a mi papá y le dedicaba las pirekuas, pero también tenía a Bach, Beethoven, Tchaikovsky, él disfrutaba mucho la música, pero también la lectura, y estaba al tanto de las noticias”.

Otros de los aspectos más íntimos de Zalce era su alimentación, lo cual le ayudó a vivir hasta los 95 años, y el espacio de la cocina se convirtió en una experiencia padre-hija llena de momentos y enseñanzas.

“Tenía mucha sabiduría porque era muy saludable, no se privaba de nada, era muy frutal, además le gustaba el pescado, y comía muy pocas harinas aunque hacía galletas muy buenas, yo lo veía cocinar, de hecho lo primero que cociné fue con él, he hicimos pescado al perejil (risas). Él vio en la cocina una forma de creatividad, de combinar colores, texturas y sabores”.


El dolor de despedir enterrar a sus hijos y nietos

Los momentos de tristeza y aflicción también marcaron la vida adulta de Zalce, y el punto de quiebre más difícil fue la muerte de sus hijos y de sus nietos, a quienes tuvo que enterrar.

“Eso es antinatural, enterrar a tus hijos y nietos va en contra de la ley de la vida. Me impresionó mucho cómo mi papá se encerró en su silencio cuando murió Javier, decidió ponerse a trabajar y ahí encontraba una salida, desahogo y catarsis y probablemente respuestas. Cuando murió mi hermano mayor Andrés con sus dos hijos, Leonora y Federico (en un accidente automovilístico), el comentario de mi papá fue: ‘Un dolor tan grande no puede durar toda la vida’ y así fue, pues un año y medio después, él también murió”.

Ante estas pérdidas, Alfredo y Beatriz sobrellevaron juntos estos duelos y se convirtieron en un pilar para el otro, “además yo acababa de enviudar, pues cuatro semanas antes de la muerte de Andrés y sus hijos falleció mi esposo. Mi papá fue un gran apoyo y yo espero haberlo sido para él, pues éramos dos seres muy dolidos”.


La despedida

A 20 años de la partida de Zalce, y recién pasadas Navidad y Año Nuevo, Beatriz aceptó que esas fechas en los adultos se van convirtiendo en nostalgia por el hecho de ya no estar presentes algunos seres queridos, asegurando, le encantaría tener de vuelta a su padre para hablar de lo que ha pasado en estas dos últimas décadas.

“Conforme ha pasado este tiempo sin su presencia física me gustaría hablar de la pintura, de libros, quisiera conocer su reacción, extraño ese olor de su pipa, del tabaco avainillado que era de él; la casa donde ahora está el Taller que lleva su nombre y que es de la Secum, ya tampoco tiene su olor, las veces que he entrado eso ya no está. Con el tiempo lo extraño cada vez más como escultor, grabador, diseñador de joyas, pintor, muralista, como papá. Me decía mucho que fuera a Morelia, yo vivo en CDMX, me invitaba a estar con él, pero al estar yo tan joven pensaba en otras cosas y creía que iba a haber tiempo y no, si ahorita estuviera y me dijera ven y acá te dedicas a escribir, dejaba todo por estar con él”.

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Pero si tuviera la oportunidad de estar nuevamente con él, ¿de qué hablaría o quedó algún tema pendiente por platicar? Fue la pregunta a la que respondió: “Nunca acabas de platicar con alguien a quien quieres, esa conversación nos llevaría el resto de nuestras vidas. Más que decirle algo, sería conversar de muchos temas como la situación de México que desde hace años y en vida él me comentaba que ya le preocupaba lo que veía y ahora como están las cosas cuantimás, o charlar de la ecología. También han sido 100 años del muralismo y me gustaría conocer esa mística y repaso de lo que él hizo con esa cuestión social, y lo que se está haciendo actualmente, esa aportación artística de México al mundo”.

En esta apertura a la vida privada, familiar y poco conocida de Zalce, Beatriz recordó la última plática que tuvo con su padre.

“Fue el último día de su vida, yo estaba en Morelia pero debía regresar a CDMX a ver a mi mamá, ya lo veía mal, entonces le dije por la mañana que por favor me esperara para cenar. Después de abrazarlo y besarlo, y antes de salir del cuarto voltee para decirle con la mano adiós, él hizo lo mismo pero hubo un momento en el que su rostro cambió, su gesto fue otro y su acción con la mano se convirtió en el movimiento como si estuviera pintando, ese es el último recuerdo que tengo de él vivo, y el cual lo retrata en su vocación de pintor”.

Finalmente esa última enseñanza que Alfredo Zalce Torres le dejó a su hija, ella la sigue compartiendo ahora con sus alumnos, preservando de cierta manera, la herencia familiar y de vida que él le dejó, “esa es una lección para todo el mundo, yo les digo a mis alumnos que busquen aquello que les guste tanto que lo quieran hacer hasta en el lecho de muerte, tal y como lo hizo papá, que para mí se quedó congelado en una madurez hermosa, y así es como lo recuerdo”.

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