/ viernes 13 de enero de 2023

De mansión a museo: la historia sobre la casa de Isidro Huarte

El comerciante de origen español adquirió el espacio en el siglo XVIII por la cantidad de 16 mil pesos; desde la remodelación hecha por el dueño permanece prácticamente igual 

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Entre las calles de Abasolo y Allende, en uno de los sitios más transitados y con una de las mejores vistas de la Catedral y la Plaza de Armas, está lo que actualmente es el Museo Regional Michoacano, un edificio que funcionó como mansión para uno de los hombres más ricos de la Morelia colonial.

Desde luego no era un Ramírez ni tampoco un Medina, sino que se trataba de Isidro Huarte, un hombre que debido a su poder económico pudo comprar la propiedad por 16 mil pesos. Claro que ahora esa cantidad suena irrisoria, pero hay que recordar que se le deben restar más de 200 años a la inflación y las crisis económicas que continuamente atraviesan al país.

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Esa información histórica nos la hizo saber el historiador Hiram Padilla Rizo, el cual añadió en entrevista que los registros más antiguos del lugar datan de principios del siglo XVIII, “lo que conocemos es gracias al padre Gabriel Ibarrola, que la casa era de un médico de Yucatán llamado Domingo Hidalgo y, como es natural, pasó por diferentes dueños antes de pertenecer a Isidro Huarte”.


El inmueble perteneció al comerciante de origen español Isidro Huarte, quien lo adquirió en enero de 1772 / Foto: Javier Guerrero | El Sol de Morelia


Este último compró el lugar en enero de 1772 por 16 mil pesos de ese entonces. En este punto, Padilla Rizo mencionó que la casa no tenía la estructura que se puede ver ahora, porque el propio Huarte le hizo grandes remodelaciones con un proyecto diseñado por el arquitecto Tomás Huerta, hasta que quedó lista en 1775.

“La dejó así como la vemos hasta nuestros días y que afortunadamente no ha sido muy modificada con el paso de los años”.

De hecho, mencionó que en realidad la reconstruyó porque “desde que la compró no le gustaba que se veía muy vieja, tampoco que le faltaba simetría a los cuartos, entonces prácticamente la construyó desde cero”.


El historiador compartió que todas las habitaciones estaban en el segundo piso, siendo que el balcón que mira hacia la Catedral y la Plaza de Armas pertenece a la recámara principal, es decir, donde dormía el dueño y sus esposas.

Él pudo comprar y hacer las modificaciones que quiso gracias a su riqueza, la cual provenía de varios negocios. Sobre este hombre, Padilla Rizo contó que provenía de Navarra, España, a mediados del siglo XVIII, “era muy joven y con apoyo de sus paisanos desplegó comercios, se extendió a la agricultura, la minería, a la compra-venta de productos de la Tierra Caliente, fue dueño de haciendas, minas y varias casas dentro y fuera de la ciudad”.

No solo era acaudalado, sino que también contaba con un corazón de patriarca, pues tuvo tres esposas: Ignacia de Escudero; luego Ana Manuela Muñiz y Sánchez de Tagle, con la que tuvo nueve hijos, entre ellos Ana Huarte, quien se casaría con Agustín de Iturbide; la tercera fue Ana Gertrudis de Alcántara, con la cual tuvo otros cuatro hijos.

Él fue dueño de la mansión hasta 1824, que fue el año de su muerte, la cual se presume se debió a causas naturales por la edad. Luego de esto, uno de sus hijos, llamado también Isidro Huarte, vendió la casa a don Ignacio de Montenegro, el cual vendió la mansión al Seminario Tridentino, pero esta institución la vendió de nueva cuenta, en 1851, a un individuo llamado Manuel Malo.


Después de la muerte de Huarte, la casa fue vendida al Seminario Tridentino; posteriormente llegó a Manuel Malo y en el último tercio del siglo XIX, al gobierno estatal / Foto: Javier Guerrero | El Sol de Morelia


Ahora es un nombre oscuro, pero quizá en ese momento fue un personaje potentado de la ciudad porque tuvo la visita de Maximiliano de Habsburgo, el cual se alojó ahí. De la misma forma en que ahora los presidentes visitan zonas del país, el emperador tuvo su propia gira por el centro del país, en 1864.

Y luego viene la gran amiga de la historia, que es la ironía, porque Mariano Escobedo también pasó unas noches en esa mansión.

“Él fue un general que venció a Maximiliano, emperador que luego fusilan”.


El edificio se convitió en museo en el año de 1915 / Foto: Javier Guerrero | El Sol de Morelia


Después la mansión pasó de mano en mano hasta que en el tercio final del siglo XIX llegó a las del gobierno estatal, el cual determinó convertir a la casa en una Academia de Niñas, misma que a decir de Padilla Rizo, se considera “como un antecedente de la escuela normal”.

Aunque no duró mucho para ese propósito porque fue convertida en Museo a partir de 1915.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Entre las calles de Abasolo y Allende, en uno de los sitios más transitados y con una de las mejores vistas de la Catedral y la Plaza de Armas, está lo que actualmente es el Museo Regional Michoacano, un edificio que funcionó como mansión para uno de los hombres más ricos de la Morelia colonial.

Desde luego no era un Ramírez ni tampoco un Medina, sino que se trataba de Isidro Huarte, un hombre que debido a su poder económico pudo comprar la propiedad por 16 mil pesos. Claro que ahora esa cantidad suena irrisoria, pero hay que recordar que se le deben restar más de 200 años a la inflación y las crisis económicas que continuamente atraviesan al país.

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Esa información histórica nos la hizo saber el historiador Hiram Padilla Rizo, el cual añadió en entrevista que los registros más antiguos del lugar datan de principios del siglo XVIII, “lo que conocemos es gracias al padre Gabriel Ibarrola, que la casa era de un médico de Yucatán llamado Domingo Hidalgo y, como es natural, pasó por diferentes dueños antes de pertenecer a Isidro Huarte”.


El inmueble perteneció al comerciante de origen español Isidro Huarte, quien lo adquirió en enero de 1772 / Foto: Javier Guerrero | El Sol de Morelia


Este último compró el lugar en enero de 1772 por 16 mil pesos de ese entonces. En este punto, Padilla Rizo mencionó que la casa no tenía la estructura que se puede ver ahora, porque el propio Huarte le hizo grandes remodelaciones con un proyecto diseñado por el arquitecto Tomás Huerta, hasta que quedó lista en 1775.

“La dejó así como la vemos hasta nuestros días y que afortunadamente no ha sido muy modificada con el paso de los años”.

De hecho, mencionó que en realidad la reconstruyó porque “desde que la compró no le gustaba que se veía muy vieja, tampoco que le faltaba simetría a los cuartos, entonces prácticamente la construyó desde cero”.


El historiador compartió que todas las habitaciones estaban en el segundo piso, siendo que el balcón que mira hacia la Catedral y la Plaza de Armas pertenece a la recámara principal, es decir, donde dormía el dueño y sus esposas.

Él pudo comprar y hacer las modificaciones que quiso gracias a su riqueza, la cual provenía de varios negocios. Sobre este hombre, Padilla Rizo contó que provenía de Navarra, España, a mediados del siglo XVIII, “era muy joven y con apoyo de sus paisanos desplegó comercios, se extendió a la agricultura, la minería, a la compra-venta de productos de la Tierra Caliente, fue dueño de haciendas, minas y varias casas dentro y fuera de la ciudad”.

No solo era acaudalado, sino que también contaba con un corazón de patriarca, pues tuvo tres esposas: Ignacia de Escudero; luego Ana Manuela Muñiz y Sánchez de Tagle, con la que tuvo nueve hijos, entre ellos Ana Huarte, quien se casaría con Agustín de Iturbide; la tercera fue Ana Gertrudis de Alcántara, con la cual tuvo otros cuatro hijos.

Él fue dueño de la mansión hasta 1824, que fue el año de su muerte, la cual se presume se debió a causas naturales por la edad. Luego de esto, uno de sus hijos, llamado también Isidro Huarte, vendió la casa a don Ignacio de Montenegro, el cual vendió la mansión al Seminario Tridentino, pero esta institución la vendió de nueva cuenta, en 1851, a un individuo llamado Manuel Malo.


Después de la muerte de Huarte, la casa fue vendida al Seminario Tridentino; posteriormente llegó a Manuel Malo y en el último tercio del siglo XIX, al gobierno estatal / Foto: Javier Guerrero | El Sol de Morelia


Ahora es un nombre oscuro, pero quizá en ese momento fue un personaje potentado de la ciudad porque tuvo la visita de Maximiliano de Habsburgo, el cual se alojó ahí. De la misma forma en que ahora los presidentes visitan zonas del país, el emperador tuvo su propia gira por el centro del país, en 1864.

Y luego viene la gran amiga de la historia, que es la ironía, porque Mariano Escobedo también pasó unas noches en esa mansión.

“Él fue un general que venció a Maximiliano, emperador que luego fusilan”.


El edificio se convitió en museo en el año de 1915 / Foto: Javier Guerrero | El Sol de Morelia


Después la mansión pasó de mano en mano hasta que en el tercio final del siglo XIX llegó a las del gobierno estatal, el cual determinó convertir a la casa en una Academia de Niñas, misma que a decir de Padilla Rizo, se considera “como un antecedente de la escuela normal”.

Aunque no duró mucho para ese propósito porque fue convertida en Museo a partir de 1915.

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