/ domingo 8 de mayo de 2022

José Antonio Romo, el fotógrafo que ha retratado a Morelia desde 1965

La capital de Michoacán “tiene algo que verdaderamente te embruja”, declaró el fotógrafo

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Su mirada es fija, profunda, como la de esas personas que saben de lo que hablan. El cabello es escaso y hay una barba de chivo que le da un aspecto quijotesco. Su nombre: José Antonio Romo Careaga, pero decirle tan solo fotógrafo sería muy poco si revisamos el enorme aporte visual que le ha dado a la capital del estado, esa antigua Valladolid que hoy es una caótica ciudad con decenas de problemas que no obstan para que sus moradores y visitantes la quieran y admiren.

Se dice que uno no es de donde nace, sino de donde elige vivir, y este hombre, quien llegó al mundo en el todavía llamado Distrito Federal, decidió mudarse a la ciudad de la cantera rosa en 1965 y de inmediato comenzó a capturarla en imágenes que ahora forman parte de archivos históricos. En entrevista para este diario, el maestro Romo dice que no bastaba con caminar por las calles, sino conocer la historia de la capital fundada el 18 de mayo de 1541 y donde nacieron personajes como José María Morelos y Pavón, ni más ni menos.

Al encanto por la ciudad lo describe como el amor: “Cuando conoces a una chava te enamoras y no sabes ni por qué, es inexplicable, no tiene lógica”, dice mientras levanta las manos y añade que este sitio “tiene algo que verdaderamente te embruja”. Ese fue el motivo para que todo su talento profesional lo dedicara inmortalizar calles, iglesias, plazas, monumentos, parques y todo ese aire colonial que caracteriza a la Morelia de su corazón.

Foto: Javier Guerrero | El Sol de Morelia

También se dice que no es aconsejable andar comparando entre la pareja actual y la ex. Sin embargo, el señor Romo recuerda que ser chilango no lo atrapó en ese monstruo citadino, sino al contrario, lo hacía escapar en cada oportunidad. Estando en Morelia todo fue al contrario: “Aquí me sentí mejor y pues aquí me quedé”, relata entre risas y siempre levantando los brazos, como quien describe lo más espectacular que ha vivido.

José Antonio, cuyo apellido es una marca bien conocida entre quienes viven en la ciudad, conserva fotografías del Acueducto, la Catedral, el jardín Villalongín, el Colegio de San Nicolás, el templo de San José, la plaza Melchor Ocampo, el parque Juárez, el Palacio Clavijero, la Casa Natal de Morelos, el Palacio de Gobierno, el Jardín de las Rosas y la Calzada Fray Antonio de San Miguel, por mencionar un porcentaje mínimo de su colección.

Sus ojos han sido testigos de los enormes cambios sociales en una región que en aquellos sesenta no estaba urbanizada, un pueblo pintoresco, seguro, conservador y ultra católico. El Comité Administrador de Construcción de Escuelas fue uno de sus primeros empleos y ahí surgió la necesidad no solo de tomar fotos, sino de levantar un laboratorio profesional. “Es cuando encuentro mi razón de vida, lo acepté como un oficio, como un empleo, pero también como mi pasión”, dice, y recuerda que tuvo que profundizar en la arquitectura porque solo así se comprende la historia de la ciudad.

En sus memorias guarda un dato irrefutable: “Morelia era la Catedral y tres calles, no había pavimento, era tierra, casas antiguas que luego se quemaron como esa que estaba entre Madero y Guillermo Prieto, donde ahora está el Hotel Alameda”. Añade que en 1952 se estableció el primer decreto de conservación en la capital, lo que sería el antecedente más sólido para que en 1992 la UNESCO nombrara como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

El maestro Romo, ejemplo para las generaciones de artistas visuales que le han seguido, no deja de lamentar que muchos de los edificios que tomó en fotografías ahora estén a punto del colapso ya sea por abandono de sus dueños o descuido de los gobiernos. “Hay más de 2 mil inmuebles en el Centro que están en ruinas, pero también debemos entender que el tiempo pasa, y que la conservación a veces transita por la adaptación, hay que adaptarse a la realidad con el contexto histórico”.

En 2018, el Centro Cultural Clavijero montó la exposición “70-50: Fascinación por Morelia”, un recorrido por cinco décadas de trabajo y 70 años de vida del también escultor, donde se pudo apreciar a la ciudad en todos sus ángulos, desde el ras de piso o por los aires; en la intimidad de sus bosques o la majestuosidad de sus monumentos. Del blanco y negro hasta el color rosa de la cantera, una mirada particular de quien anda en noviazgo eterno, de esos que ya casi no existen.



Desde 2002, Romo fue nombrado cronista de Morelia por el cabildo del ayuntamiento, lo que se ratificó en 2018. “El concepto de cronista fotográfico no existe de manera formal, pero yo siempre he dicho que no puedes comprender la historia de una ciudad si no conoces sus imágenes; de lo contrario, nomás me la platican”, dice este hombre cuyas fotos aparecen en más de 200 libros y de quien ya se alista una nueva expo en el Senado de la República.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Su mirada es fija, profunda, como la de esas personas que saben de lo que hablan. El cabello es escaso y hay una barba de chivo que le da un aspecto quijotesco. Su nombre: José Antonio Romo Careaga, pero decirle tan solo fotógrafo sería muy poco si revisamos el enorme aporte visual que le ha dado a la capital del estado, esa antigua Valladolid que hoy es una caótica ciudad con decenas de problemas que no obstan para que sus moradores y visitantes la quieran y admiren.

Se dice que uno no es de donde nace, sino de donde elige vivir, y este hombre, quien llegó al mundo en el todavía llamado Distrito Federal, decidió mudarse a la ciudad de la cantera rosa en 1965 y de inmediato comenzó a capturarla en imágenes que ahora forman parte de archivos históricos. En entrevista para este diario, el maestro Romo dice que no bastaba con caminar por las calles, sino conocer la historia de la capital fundada el 18 de mayo de 1541 y donde nacieron personajes como José María Morelos y Pavón, ni más ni menos.

Al encanto por la ciudad lo describe como el amor: “Cuando conoces a una chava te enamoras y no sabes ni por qué, es inexplicable, no tiene lógica”, dice mientras levanta las manos y añade que este sitio “tiene algo que verdaderamente te embruja”. Ese fue el motivo para que todo su talento profesional lo dedicara inmortalizar calles, iglesias, plazas, monumentos, parques y todo ese aire colonial que caracteriza a la Morelia de su corazón.

Foto: Javier Guerrero | El Sol de Morelia

También se dice que no es aconsejable andar comparando entre la pareja actual y la ex. Sin embargo, el señor Romo recuerda que ser chilango no lo atrapó en ese monstruo citadino, sino al contrario, lo hacía escapar en cada oportunidad. Estando en Morelia todo fue al contrario: “Aquí me sentí mejor y pues aquí me quedé”, relata entre risas y siempre levantando los brazos, como quien describe lo más espectacular que ha vivido.

José Antonio, cuyo apellido es una marca bien conocida entre quienes viven en la ciudad, conserva fotografías del Acueducto, la Catedral, el jardín Villalongín, el Colegio de San Nicolás, el templo de San José, la plaza Melchor Ocampo, el parque Juárez, el Palacio Clavijero, la Casa Natal de Morelos, el Palacio de Gobierno, el Jardín de las Rosas y la Calzada Fray Antonio de San Miguel, por mencionar un porcentaje mínimo de su colección.

Sus ojos han sido testigos de los enormes cambios sociales en una región que en aquellos sesenta no estaba urbanizada, un pueblo pintoresco, seguro, conservador y ultra católico. El Comité Administrador de Construcción de Escuelas fue uno de sus primeros empleos y ahí surgió la necesidad no solo de tomar fotos, sino de levantar un laboratorio profesional. “Es cuando encuentro mi razón de vida, lo acepté como un oficio, como un empleo, pero también como mi pasión”, dice, y recuerda que tuvo que profundizar en la arquitectura porque solo así se comprende la historia de la ciudad.

En sus memorias guarda un dato irrefutable: “Morelia era la Catedral y tres calles, no había pavimento, era tierra, casas antiguas que luego se quemaron como esa que estaba entre Madero y Guillermo Prieto, donde ahora está el Hotel Alameda”. Añade que en 1952 se estableció el primer decreto de conservación en la capital, lo que sería el antecedente más sólido para que en 1992 la UNESCO nombrara como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

El maestro Romo, ejemplo para las generaciones de artistas visuales que le han seguido, no deja de lamentar que muchos de los edificios que tomó en fotografías ahora estén a punto del colapso ya sea por abandono de sus dueños o descuido de los gobiernos. “Hay más de 2 mil inmuebles en el Centro que están en ruinas, pero también debemos entender que el tiempo pasa, y que la conservación a veces transita por la adaptación, hay que adaptarse a la realidad con el contexto histórico”.

En 2018, el Centro Cultural Clavijero montó la exposición “70-50: Fascinación por Morelia”, un recorrido por cinco décadas de trabajo y 70 años de vida del también escultor, donde se pudo apreciar a la ciudad en todos sus ángulos, desde el ras de piso o por los aires; en la intimidad de sus bosques o la majestuosidad de sus monumentos. Del blanco y negro hasta el color rosa de la cantera, una mirada particular de quien anda en noviazgo eterno, de esos que ya casi no existen.



Desde 2002, Romo fue nombrado cronista de Morelia por el cabildo del ayuntamiento, lo que se ratificó en 2018. “El concepto de cronista fotográfico no existe de manera formal, pero yo siempre he dicho que no puedes comprender la historia de una ciudad si no conoces sus imágenes; de lo contrario, nomás me la platican”, dice este hombre cuyas fotos aparecen en más de 200 libros y de quien ya se alista una nueva expo en el Senado de la República.

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