/ miércoles 30 de octubre de 2019

María Izquierdo: una mexicana de desafíos

Este 30 de octubre se cumplen 117 años de su nacimiento, la primera pintora que expuso individualmente en Estados Unidos y quien desafió a un entorno machista de la época

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- Como una pintura sincera, espontánea, primitiva e inquietante. Así definió Antoni Artaud a la obra de María Izquierdo, la artista mexicana que nació un 30 de octubre de 1902 en San Juan de los Lagos y murió el 2 de diciembre de 1955 en la Ciudad de México. Dueña de un estilo sin igual, influenciada por el surrealismo pero con una fuerte carga hacia lo indígena, plasmó en sus pinturas una búsqueda propia, sin pretensiones. “Siempre ha sido mi propósito buscar en la técnica y en el estilo una personalidad distinta a la que tienen los demás pintores mexicanos.

Me esfuerzo para que mi pintura reflejen al México auténtico que siento y amo; huyo de caer en temas anecdóticos, folklóricos y políticos porque dichos temas no tienen ni fuerza plástica ni poética y pienso que en el mundo de la pintura un cuadro es una ventana abierta a la imaginación humana”. La cita, tomada del libro María Izquierdo, editado por el Mexican Fine Arts Center Museum, refleja justamente ese atrevimiento femenino que a la postre la haría ser la primera mujer en montar una exposición en Estados Unidos, justamente en el Art Center de Nueva York allá por 1930, cuando el mundo aún no se reponía de la Gran Depresión.

Pero no hay que idealizar ni formar mitos al estilo Frida Kahlo. El mismo Artaud reconocía que llegó a México para buscar arte indígena y no imitaciones de la pintura europea. Con María Izquierdo encontró tal cosa, sin embargo, notaba que conforme habían pasado los años, esas obras dejaban sentir ciertas influencias extranjeras: “Esa pintura es espontánea, pero no pura. Aquí y allá, en ciertas obras, puede encontrarse una influencia directa del arte moderno europeo. Este es el peligro: se diría que, a medida que se desenvuelve la actividad pictórica de María Izquierdo, está cada vez más influenciada por las técnicas modernas de Europa, y en ciertas telas, hasta por el espíritu. Y esto es aún más lamentable. El espíritu indio se pierde y temo haber venido a México a presenciar el fin de un viejo mundo, cuando yo creía asistir a su resurrección”, sentencia en el libro Mensajes Revolucionarios, publicado por la editorial Letras Vivas en 2006.

Los primeros pasos

Izquierdo ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1928 y se sostuvo como estudiante de la antigua Academia de San Carlos hasta junio de 1929. Antes de eso no hay información sobre sus estudios previos, aunque se especula que tomó clases particulares debido a que en aquella época no era común que las mujeres ingresaran a academias formales en el tema artístico. Otras versiones apuntan a que sí tomó algunos cursos en el Ateneo Fuente de Saltillo bajo la tutela del pintor mexicano Rubén Herrera. Luis Martín Lozano recuerda en el ya citado libro María Izquierdo que la entonces estudiante de la Escuela Nacional de Bellas Artes se inscribió a la clase de pintura del profesor Germán Gedovius, mismo que le concedió el permiso especial de estudiar en su propia casa, algo extraño para una institución celosa con el modelo de formar alumnos exclusivamente en las aulas.

Las primeras exposiciones de Izquierdo sucedieron entre 1928 y 1929 en la misma Escuela Nacional. Se trataba de óleos cuyos títulos fueron “Marina”, “El juicio del toral” y “Cámara con gallo”, de los cuales no había muy buenos comentarios entre la prensa de la época. Pero ocho meses más tarde se organizó otra expo colectiva escolar debido a que Diego Rivera haría una visita especial. Inspirada, María presentó en agosto de 1929 las obras “Autorretrato, Vendedora de flores”; “Naturaleza muerta (con guitarra)”; “Naturaleza muerta (con frutero)”, entre otras piezas que causaron gran impresión, ahora sí, no solo entre periodistas, sino en el mismo Rivera, quien la elogió por “la aguda observación de su dibujo, la pálida paleta cromática empleada y su manejo de la materia plástica”, de acuerdo a lo escrito por Martín Lozano.

Tamayo y la primera expo en Estados Unidos

Aún en las aulas, Izquierdo conocería a Rufino Tamayo, quien era maestro de dibujo, y aunque no permaneció mucho tiempo en la Escuela Nacional, sí entabló una sincera amistad con la jalisciense. La influencia, comentan los expertos, fue notoria en esos primeros años, aunque después ella tomaría su propio camino. Tamayo expuso su obra por primera vez en Estados Unidos en 1926, en la Weyhe Gallery; en 1927 lo hizo en el Art Center Gallery de Nueva York y sería ese mismo recinto el que albergara en 1930 la exposición de María Izquierdo. La mexicana mostró 14 óleos entre naturalezas muertas, paisajes y retratos, logrando cautivar a críticos y compradores.

Después de concluir sus estudios, Izquierdo montó exposiciones en la Ciudad de México y cada vez era más respetada en los círculos de la crítica. Algunos de los columnistas que le dedicaron elogios fueron los contemporáneos José Gorostiza y Xavier Villaurrutia, este último en la revista Mexican Folkways.

Cuando Artaud calificó de “primitiva” la obra de la mexicana, prácticamente acuñó el término con el que se le etiquetó a partir de 1937, en referencia a las soluciones formales como una pintora intuitiva y naíve. Ya para la década de los 40, Izquierdo gozaba de fama y fortuna, había montado exposiciones en París, en muchas galerías de Estados Unidos y fue nombrada Embajadora del Arte Mexicano, lo que la llevó a Chile y Perú.

Lejos del discurso feminista

Pese a que, a la distancia, algunos estudiosos quieren idealizar la trayectoria de varias pintoras mexicanas y ubicarlas a todas como parte de una lucha feminista, lo cierto es que en el caso de María Izquierdo sucedía lo contrario, pues solía criticar algunas posturas que consideraba radicales. En 1939 dictó una conferencia radiofónica llamada “La mujer y el arte mexicano”, donde tachaba de “intelectualoides” a ciertas activistas, agregando que por el solo hecho de ser mujeres se creían superiores a los hombres, además de que en sus manifestaciones “gritan en tono fanfarrón”.

En los hechos, Izquierdo defendió su derecho como mujer: denunció que existía un monopolio machista en el mural mexicano y señaló directamente a Orozco, Rivera y Alfaro Siqueiros, a quienes acusó de organizar un complot en su contra. Su voz, sin embargo, no sería respaldada ni por la prensa ni por los colegas, hasta el punto que le cancelarían obras argumentando altos costos.

El final

En 1948, ya con una trayectoria más que reconocida, Izquierdo sufriría un ataque hemipléjico, paralizando el lado derecho de su cuerpo. Meses antes había pintado el cuadro “Sueño y presentimiento”, una aterradora imagen en la que se le ve con la cabeza desprendida, con un cielo oscuro y árboles mutilados, lo que se ha interpretado como una verdadera premonición. Con esa enfermedad a cuestas siguió trabajando, pero su vida se apagó en 1955.

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- Como una pintura sincera, espontánea, primitiva e inquietante. Así definió Antoni Artaud a la obra de María Izquierdo, la artista mexicana que nació un 30 de octubre de 1902 en San Juan de los Lagos y murió el 2 de diciembre de 1955 en la Ciudad de México. Dueña de un estilo sin igual, influenciada por el surrealismo pero con una fuerte carga hacia lo indígena, plasmó en sus pinturas una búsqueda propia, sin pretensiones. “Siempre ha sido mi propósito buscar en la técnica y en el estilo una personalidad distinta a la que tienen los demás pintores mexicanos.

Me esfuerzo para que mi pintura reflejen al México auténtico que siento y amo; huyo de caer en temas anecdóticos, folklóricos y políticos porque dichos temas no tienen ni fuerza plástica ni poética y pienso que en el mundo de la pintura un cuadro es una ventana abierta a la imaginación humana”. La cita, tomada del libro María Izquierdo, editado por el Mexican Fine Arts Center Museum, refleja justamente ese atrevimiento femenino que a la postre la haría ser la primera mujer en montar una exposición en Estados Unidos, justamente en el Art Center de Nueva York allá por 1930, cuando el mundo aún no se reponía de la Gran Depresión.

Pero no hay que idealizar ni formar mitos al estilo Frida Kahlo. El mismo Artaud reconocía que llegó a México para buscar arte indígena y no imitaciones de la pintura europea. Con María Izquierdo encontró tal cosa, sin embargo, notaba que conforme habían pasado los años, esas obras dejaban sentir ciertas influencias extranjeras: “Esa pintura es espontánea, pero no pura. Aquí y allá, en ciertas obras, puede encontrarse una influencia directa del arte moderno europeo. Este es el peligro: se diría que, a medida que se desenvuelve la actividad pictórica de María Izquierdo, está cada vez más influenciada por las técnicas modernas de Europa, y en ciertas telas, hasta por el espíritu. Y esto es aún más lamentable. El espíritu indio se pierde y temo haber venido a México a presenciar el fin de un viejo mundo, cuando yo creía asistir a su resurrección”, sentencia en el libro Mensajes Revolucionarios, publicado por la editorial Letras Vivas en 2006.

Los primeros pasos

Izquierdo ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1928 y se sostuvo como estudiante de la antigua Academia de San Carlos hasta junio de 1929. Antes de eso no hay información sobre sus estudios previos, aunque se especula que tomó clases particulares debido a que en aquella época no era común que las mujeres ingresaran a academias formales en el tema artístico. Otras versiones apuntan a que sí tomó algunos cursos en el Ateneo Fuente de Saltillo bajo la tutela del pintor mexicano Rubén Herrera. Luis Martín Lozano recuerda en el ya citado libro María Izquierdo que la entonces estudiante de la Escuela Nacional de Bellas Artes se inscribió a la clase de pintura del profesor Germán Gedovius, mismo que le concedió el permiso especial de estudiar en su propia casa, algo extraño para una institución celosa con el modelo de formar alumnos exclusivamente en las aulas.

Las primeras exposiciones de Izquierdo sucedieron entre 1928 y 1929 en la misma Escuela Nacional. Se trataba de óleos cuyos títulos fueron “Marina”, “El juicio del toral” y “Cámara con gallo”, de los cuales no había muy buenos comentarios entre la prensa de la época. Pero ocho meses más tarde se organizó otra expo colectiva escolar debido a que Diego Rivera haría una visita especial. Inspirada, María presentó en agosto de 1929 las obras “Autorretrato, Vendedora de flores”; “Naturaleza muerta (con guitarra)”; “Naturaleza muerta (con frutero)”, entre otras piezas que causaron gran impresión, ahora sí, no solo entre periodistas, sino en el mismo Rivera, quien la elogió por “la aguda observación de su dibujo, la pálida paleta cromática empleada y su manejo de la materia plástica”, de acuerdo a lo escrito por Martín Lozano.

Tamayo y la primera expo en Estados Unidos

Aún en las aulas, Izquierdo conocería a Rufino Tamayo, quien era maestro de dibujo, y aunque no permaneció mucho tiempo en la Escuela Nacional, sí entabló una sincera amistad con la jalisciense. La influencia, comentan los expertos, fue notoria en esos primeros años, aunque después ella tomaría su propio camino. Tamayo expuso su obra por primera vez en Estados Unidos en 1926, en la Weyhe Gallery; en 1927 lo hizo en el Art Center Gallery de Nueva York y sería ese mismo recinto el que albergara en 1930 la exposición de María Izquierdo. La mexicana mostró 14 óleos entre naturalezas muertas, paisajes y retratos, logrando cautivar a críticos y compradores.

Después de concluir sus estudios, Izquierdo montó exposiciones en la Ciudad de México y cada vez era más respetada en los círculos de la crítica. Algunos de los columnistas que le dedicaron elogios fueron los contemporáneos José Gorostiza y Xavier Villaurrutia, este último en la revista Mexican Folkways.

Cuando Artaud calificó de “primitiva” la obra de la mexicana, prácticamente acuñó el término con el que se le etiquetó a partir de 1937, en referencia a las soluciones formales como una pintora intuitiva y naíve. Ya para la década de los 40, Izquierdo gozaba de fama y fortuna, había montado exposiciones en París, en muchas galerías de Estados Unidos y fue nombrada Embajadora del Arte Mexicano, lo que la llevó a Chile y Perú.

Lejos del discurso feminista

Pese a que, a la distancia, algunos estudiosos quieren idealizar la trayectoria de varias pintoras mexicanas y ubicarlas a todas como parte de una lucha feminista, lo cierto es que en el caso de María Izquierdo sucedía lo contrario, pues solía criticar algunas posturas que consideraba radicales. En 1939 dictó una conferencia radiofónica llamada “La mujer y el arte mexicano”, donde tachaba de “intelectualoides” a ciertas activistas, agregando que por el solo hecho de ser mujeres se creían superiores a los hombres, además de que en sus manifestaciones “gritan en tono fanfarrón”.

En los hechos, Izquierdo defendió su derecho como mujer: denunció que existía un monopolio machista en el mural mexicano y señaló directamente a Orozco, Rivera y Alfaro Siqueiros, a quienes acusó de organizar un complot en su contra. Su voz, sin embargo, no sería respaldada ni por la prensa ni por los colegas, hasta el punto que le cancelarían obras argumentando altos costos.

El final

En 1948, ya con una trayectoria más que reconocida, Izquierdo sufriría un ataque hemipléjico, paralizando el lado derecho de su cuerpo. Meses antes había pintado el cuadro “Sueño y presentimiento”, una aterradora imagen en la que se le ve con la cabeza desprendida, con un cielo oscuro y árboles mutilados, lo que se ha interpretado como una verdadera premonición. Con esa enfermedad a cuestas siguió trabajando, pero su vida se apagó en 1955.

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