/ sábado 16 de enero de 2021

Cenadurías y antojitos montan resistencia ante Covid-19

Don Leño admite que es la etapa más crítica que le ha tocado vivir desde que abrió el negocio

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- En 15 años de trabajo don Leño nunca había estado tan aburrido. No son ni las 8 de la noche y la calle Cuautla parece que está en toque de queda. No lleva ni un solo taco de buche vendido y para como están las cosas, está considerando seriamente cerrar más temprano de lo normal.

Con un rostro que denota aburrimiento, David Gaona, como se llama realmente, admite que es la etapa más crítica que le ha tocado vivir desde que abrió el negocio. Si con la falta de estudiantes de Ciudad Universitaria disminuyeron los clientes, con las medidas emitidas por las autoridades para cerrar negocios no esenciales en punto de las 19:00 horas, el local de don Leño luce totalmente vacío.

Al cuestionarle cómo van las ventas del día, mueve la cabeza en señal de negación, muestra unos ojos saltones y me señala con los brazos el recipiente donde tiene el buche íntegro. Y es que hay noches en las que se va en cero, sin un solo peso de ganancia.

“El año pasado estaba difícil, pero ahorita ya se puso más feo y la gente no viene, ahorita no he sacado nada. Ninguna autoridad ha venido para decirme algo, pero yo los sábados y domingos no salgo, pues es lo que tengo entendido que se debe hacer”.

Aunque se dice desesperado, don Leño afirma que no piensa dejar su taquería. Se encuentra en un local, el cual debe pagar su renta el día primero de cada mes. Al preguntarle cómo le ha hecho para sostener el alquiler, no comparte ningún secreto, simplemente dice que se cubre el monto y listo.

“El Covid es real, yo no me he enfermado, pero sí he sabido de personas que se han contagiado. Nos tiene muy mal, en mi caso desde noviembre el negocio se vino abajo, pero no pienso cerrar, pues qué más hago”.

Para llevar nada más

En una calle paralela a Cuautla, en el comal se alista el bistec, el chorizo y pastor. En el puesto se anuncia con una cartulina que todo es para llevar. Juan José Morales se encarga de atender el negocio y dice que aunque las ventas han disminuido, relata que afortunadamente las personas siguen buscando algo para cenar.

“Abrimos desde las cuatro de la tarde y sí recibimos a clientes, pero dando las siete ya todo es para llevar y así le seguimos hasta las 12 de la noche que es cuando cerramos. Todo esto de la pandemia la verdad que sí ha afectado porque tenemos que andar navegando para tener empleo”.

A innovar en tiempos de pandemia

Los esposos Alberto Ugalde y Jessica Monroy atienden detrás de una reja. Ofrecen desde uchepos, elotes, arroz con leche, wafles, hot-dogs y papas a la francesa. Como a todos, el 2020 y el arranque de este año les han dejado un mal sabor de boca, pero confían en que pronto todos puedan estar vacunados para poder retomar sus actividades.

“Desde que inició la pandemia las ventas han descendido demasiado, hemos vendido menos de la mitad, hay días que nos metemos con 50 pesos de venta o hasta menos, pero la cosa es no bajar la guardia, pues ya tenemos con el negocio cuatro años” expresa Alberto.

Puede interesarte: Morelia: la ciudad de los antojos y la garnacha

Al preguntarle si han considerado dedicarse a otra, responde forma inmediata que no es opción, pues por la experiencia de haber observado algunos casos que lo intentaron, sabe que las probabilidades de no tener éxito son altas.

La pandemia ha obligado a la pareja a innovar en su negocio y ahora también incluyen el servicio a domicilio, lo que les ha permitido subsistir, pues también llegan a tener jornadas donde las ganancias son de hasta 300 pesos.

No hay de otra

A unos pasos apenas, Consuelo Chávez Herrera se encuentra al fondo del pasillo y da la impresión de que se ha olvidado de su negocio. Desde hace 10 años se dedica a la venta de churros, chicharrones y dulces, pero últimamente la cosa no anda bien.

Su mejor día es cuando logra sacar 300 pesos, pero dada las circunstancias, admite que si llega a obtener 100 pesos se da por bien servida. La pandemia no le ayuda, pero comparte que le afecta más que los estudiantes no puedan regresar a las aulas, pues es en ellos donde centra principalmente sus ventas.

Sigue leyendo: Food trucks enfrentan pandemia con ideas frescas

Acostumbrada a los malos momentos que ha dejado el Covid-19, Consuelo dice que no queda de otra que seguir aguantando. Ya no tiene opinión respecto a la contingencia ni tampoco le interesa dar con alguna explicación, sólo espera pacientemente a que un día acabe.

“A mí no me ha tocado enfermarme, pero también es porque no salgo, mis hijos son los que me traen todos los productos y yo me dedico a vender nada más, sólo espero que no venga nadie del Ayuntamiento a decirme que ya no lo puedo hacer”.

Tenemos que salir, ¿si no qué comemos?

Ofelia Salinas lo tiene muy claro: no quiere ser una carga para sus hijos. Por ello, como desde hace 18 años, cada noche sale a la puerta de su casa para vender tamales, atole y buñuelos. “Mientras yo pueda seguir trabajando, lo voy a hacer”.

Comparte que su esposo ya falleció y que en la casa viven nueve personas entre hijos y nietos, por lo que insiste que por encima de una pandemia, “hay que hacerle la lucha”. Su familia le ha pedido que ya deje de trabajar, pero ella refuta cualquier argumento recordándoles que ninguno de ellos tiene un trabajo fijo.

“En un buen día me estoy llevando 500 pesos, pero en los malos días, que ahora son más constantes, llegamos a vender hasta 50 pesos. Por ejemplo hoy no hemos vendido nada, pero afortunadamente la producción es poca, así que no se va quedar tanta comida, ya que estamos haciendo unos 30 tamales y 10 litros de atole”.

Sobre el Covid-19, Ofelia Salinas confiesa que tiene miedo. Hasta el momento no se ha enfermado ni ninguno de sus familiares que están en casa, pero se dice preocupada y en estado de alerta, pues le han avisado que su sobrina lleva un par de días con una tos que no cesa.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- En 15 años de trabajo don Leño nunca había estado tan aburrido. No son ni las 8 de la noche y la calle Cuautla parece que está en toque de queda. No lleva ni un solo taco de buche vendido y para como están las cosas, está considerando seriamente cerrar más temprano de lo normal.

Con un rostro que denota aburrimiento, David Gaona, como se llama realmente, admite que es la etapa más crítica que le ha tocado vivir desde que abrió el negocio. Si con la falta de estudiantes de Ciudad Universitaria disminuyeron los clientes, con las medidas emitidas por las autoridades para cerrar negocios no esenciales en punto de las 19:00 horas, el local de don Leño luce totalmente vacío.

Al cuestionarle cómo van las ventas del día, mueve la cabeza en señal de negación, muestra unos ojos saltones y me señala con los brazos el recipiente donde tiene el buche íntegro. Y es que hay noches en las que se va en cero, sin un solo peso de ganancia.

“El año pasado estaba difícil, pero ahorita ya se puso más feo y la gente no viene, ahorita no he sacado nada. Ninguna autoridad ha venido para decirme algo, pero yo los sábados y domingos no salgo, pues es lo que tengo entendido que se debe hacer”.

Aunque se dice desesperado, don Leño afirma que no piensa dejar su taquería. Se encuentra en un local, el cual debe pagar su renta el día primero de cada mes. Al preguntarle cómo le ha hecho para sostener el alquiler, no comparte ningún secreto, simplemente dice que se cubre el monto y listo.

“El Covid es real, yo no me he enfermado, pero sí he sabido de personas que se han contagiado. Nos tiene muy mal, en mi caso desde noviembre el negocio se vino abajo, pero no pienso cerrar, pues qué más hago”.

Para llevar nada más

En una calle paralela a Cuautla, en el comal se alista el bistec, el chorizo y pastor. En el puesto se anuncia con una cartulina que todo es para llevar. Juan José Morales se encarga de atender el negocio y dice que aunque las ventas han disminuido, relata que afortunadamente las personas siguen buscando algo para cenar.

“Abrimos desde las cuatro de la tarde y sí recibimos a clientes, pero dando las siete ya todo es para llevar y así le seguimos hasta las 12 de la noche que es cuando cerramos. Todo esto de la pandemia la verdad que sí ha afectado porque tenemos que andar navegando para tener empleo”.

A innovar en tiempos de pandemia

Los esposos Alberto Ugalde y Jessica Monroy atienden detrás de una reja. Ofrecen desde uchepos, elotes, arroz con leche, wafles, hot-dogs y papas a la francesa. Como a todos, el 2020 y el arranque de este año les han dejado un mal sabor de boca, pero confían en que pronto todos puedan estar vacunados para poder retomar sus actividades.

“Desde que inició la pandemia las ventas han descendido demasiado, hemos vendido menos de la mitad, hay días que nos metemos con 50 pesos de venta o hasta menos, pero la cosa es no bajar la guardia, pues ya tenemos con el negocio cuatro años” expresa Alberto.

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Al preguntarle si han considerado dedicarse a otra, responde forma inmediata que no es opción, pues por la experiencia de haber observado algunos casos que lo intentaron, sabe que las probabilidades de no tener éxito son altas.

La pandemia ha obligado a la pareja a innovar en su negocio y ahora también incluyen el servicio a domicilio, lo que les ha permitido subsistir, pues también llegan a tener jornadas donde las ganancias son de hasta 300 pesos.

No hay de otra

A unos pasos apenas, Consuelo Chávez Herrera se encuentra al fondo del pasillo y da la impresión de que se ha olvidado de su negocio. Desde hace 10 años se dedica a la venta de churros, chicharrones y dulces, pero últimamente la cosa no anda bien.

Su mejor día es cuando logra sacar 300 pesos, pero dada las circunstancias, admite que si llega a obtener 100 pesos se da por bien servida. La pandemia no le ayuda, pero comparte que le afecta más que los estudiantes no puedan regresar a las aulas, pues es en ellos donde centra principalmente sus ventas.

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Acostumbrada a los malos momentos que ha dejado el Covid-19, Consuelo dice que no queda de otra que seguir aguantando. Ya no tiene opinión respecto a la contingencia ni tampoco le interesa dar con alguna explicación, sólo espera pacientemente a que un día acabe.

“A mí no me ha tocado enfermarme, pero también es porque no salgo, mis hijos son los que me traen todos los productos y yo me dedico a vender nada más, sólo espero que no venga nadie del Ayuntamiento a decirme que ya no lo puedo hacer”.

Tenemos que salir, ¿si no qué comemos?

Ofelia Salinas lo tiene muy claro: no quiere ser una carga para sus hijos. Por ello, como desde hace 18 años, cada noche sale a la puerta de su casa para vender tamales, atole y buñuelos. “Mientras yo pueda seguir trabajando, lo voy a hacer”.

Comparte que su esposo ya falleció y que en la casa viven nueve personas entre hijos y nietos, por lo que insiste que por encima de una pandemia, “hay que hacerle la lucha”. Su familia le ha pedido que ya deje de trabajar, pero ella refuta cualquier argumento recordándoles que ninguno de ellos tiene un trabajo fijo.

“En un buen día me estoy llevando 500 pesos, pero en los malos días, que ahora son más constantes, llegamos a vender hasta 50 pesos. Por ejemplo hoy no hemos vendido nada, pero afortunadamente la producción es poca, así que no se va quedar tanta comida, ya que estamos haciendo unos 30 tamales y 10 litros de atole”.

Sobre el Covid-19, Ofelia Salinas confiesa que tiene miedo. Hasta el momento no se ha enfermado ni ninguno de sus familiares que están en casa, pero se dice preocupada y en estado de alerta, pues le han avisado que su sobrina lleva un par de días con una tos que no cesa.

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