/ sábado 30 de noviembre de 2019

De vapores, regaderas y fiestas gay

Una zona roja donde puedes llegar de noche y salir de día, aunque tu percepción indique que apenas llevas unos minutos

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- Cuatro hombres que se acarician entre sí son la imagen principal de “La Noche Caliente” en los Baños Valladolid Morelia, una fiesta muy reciente en la que hubo strippers, proyección de películas porno, alcohol y, desde luego, mucha diversión.

Con el lema “el límite lo pones tú”, estas reuniones de la comunidad gay son ya un bacanal imperdible que se organiza cada mes en estos baños públicos ubicados en la calle Eduardo Ruiz número 605, en el centro de la capital michoacana.

En esa zona también hay un enorme lugar llamado Salón Arena donde lo mismo tocan Los Yonic´s que Los Ángeles del Infierno, un restaurante insomne en el que venden tacos de espagueti, una sex shop en la que consigues máscaras y látigos, un cine porno que ofrece permanencia voluntaria y una estación policiaca que todo lo vigila.

Es una zona roja donde puedes llegar de noche y salir de día, aunque tu percepción indique que apenas llevas unos minutos, es una auténtica cueva, la “de Chucho”, le llaman algunos, la “de los vampiros morelianos”, lo saben todos.

Foto: Fernando Maldonado

Pero la historia de los Baños Valladolid no empezó con tremendas fiestas con cover de 160 pesos bebida incluida. Era la década de los setenta cuando se inauguraron como un excelente servicio para quienes llegaban a la Terminal de Autobuses ubicada frente a ellos.

“Acá llegaban los choferes a darse un regaderazo mientras les tocaba su turno; los hombres de pueblo que venían a hacer un trámite a la ciudad; los estudiantes que arribaban para ver si los aceptaba la Universidad”. Los recuerdos son de Mario Galván, actual encargado de este negocio que tras cuatro décadas sigue en pie, ofreciendo servicios de regadera y vapores, principalmente.

Cuando la terminal se cambió de lugar, cuando fue a parar a los lejanos rumbos del libramiento de la ciudad, las ganancias del negocio fundado por don Juan García cayeron de forma considerable, ya no existía ese mercado cautivo, esos choferes, esos viajeros, así que era momento de abrirse a nuevas opciones.

Hoy en día, los Valladolid cuentan con un vapor general en la planta baja, a la que se suma un área exclusivamente gay complementada con bar y piscina.

Foto: Fernando Maldonado

En el primer piso hay otro vapor de uso colectivo y ocho regaderas individuales. Si vamos subiendo descubriremos más vapores, incluso un par de saunas, pero ya de uso VIP, si es que pesa el pudor o el sentimiento de individualidad, de intimidad.

Antes, en aquellos años setenta y ochenta, ni hablar de que se contara con áreas exclusivas para homosexuales. Si hoy se considera que Morelia es conservadora, mocha, es porque quizá no se vivieron los días del tabú, de la prohibición, del clóset, del secreto.

“Era otro tipo de vida, aunque sí había ciertas horas, algunos cuartos para ellos, no podías anunciar abiertamente que existían zonas para gays, porque eran discriminados, hasta perseguidos. Ahora no hay problema, la sociedad ha cambiado mucho, por fortuna”, dice un muy sereno Mario, quien nos relata que en un sábado cualquiera llegan a recibir hasta 200 hombres que se miran entre ellos con un poco de deseo y un mucho de lujuria.

Foto: Fernando Maldonado

Si la antigua terminal era la conexión automática con los baños, ahora “La Burbuja” representa el pase automático para visitar el bar que permanece abierto para consentir a todo tipo de animal nocturno.

“Mucha gente se la amanece y se viene para acá a dos cosas: a seguirla o a curársela, para lo cual un buen regaderazo los puede ayudar. Luego de eso se van a trabajar, o a sus casas, y si nadie los espera, siguen bebiendo para conectarla”, nos revela el entrevistado.

Ahora bien, el hecho de que éste sea un destino de la comunidad gay y los madrugadores en parranda no significa que sean el único tipo de clientela. A los Valladolid arriban profesionistas que aman al vapor, hombres viejos a quienes ya se les hizo costumbre porque, dicen, “el vapor es adictivo”, como una droga cualquiera. Y aunque no existen restricciones por género, acá llegan nueve hombres por cada mujer, como lo contabiliza el mismo Mario Galván.

Hablando de precios, el servicio de regadera personal cuesta 60 pesos, el vapor general 110 pesos y el individual en 140. Como todo negocio, existen los días de descuento, así que si vamos en miércoles, sangrará menos la cartera.

De las fiestas al vapor

Los recuerdos son difusos, como nubarrones en épocas de lluvias. Tal vez porque se trataba de noches con tanto exceso es que la memoria traiciona. Allá por 2008, cuando todo era tan parecido a hoy, las fiestas organizadas en la famosa “Alberca” de Villalongín estaban cargadas de alcohol, marihuana, drogas sintéticas, djs y hasta bandas de rock. Entrar no era sencillo y no nos referimos al costo, sino a tener a alguien conocido para que dejara experimentar una pequeña parte del underground moreliano.

En esa época los ya tradicionales Baños Villalongín fueron abandonados de manera inexplicable. Y de manera muy explicable, serían ocupados por una juventud desenfrenada que hoy ya pasa de los cuarenta.

Foto: Fernando Maldonado

Las cervezas se vendían en un angosto pasillo improvisado como barra, las sustancias prohibidas eran accesibles si se tenía la discreción adecuada, y el ligue ya era cosa de cada quien mientras sonaba la música electrónica o los guitarrazos de bandas alternativas.

Irónicamente, en esos baños no había baños, solo áreas grandes para arrojar la bebida o cuartos abandonados con olores desagradables.

Irma González Ramírez se encargó de reconstruir, de levantar del abismo a un negocio que parecía perdido. Hoy, es la encargada general de unos baños rebosantes que son el destino para familias que quieran relajarse a la orilla de la alberca, o para la propia comunidad LGBTI que también tiene sus áreas exclusivas.

Foto: Fernando Maldonado | El Sol de Morelia


Nuestros servicios se dividen en vapor general, individual, regaderas y la alberca, con precios que van de los 50 a los 100 pesos

Los clientes más madrugadores son los profesionistas, quienes a las seis de la mañana ya piden su vapor, “porque aquí tenemos las mejores parrillas”, nos presume Irma, quien además agrega que, como sucede en los Valladolid, la proporción de varones está muy por encima que el de las mujeres.

Lo más pedido es el vapor turco, que es caliente y seco, mientras que el ruso se caracteriza por ser húmedo, para los estresados hay masajistas.

De momento no hay bar, pero ya se planea que para inicios de 2020 se inaugure uno y así exista un espacio para la convivencia más allá de los vapores generales.

Foto: Fernando Maldonado | El Sol de Morelia

La época para administrar un baño público no es precisamente la mejor. Irma recuerda que en otras décadas la escasez de agua en la ciudad originaba filas de clientes esperando el servicio de regadera, además de que el costo de los principales insumos, como el gas, no era tan alto como en la actualidad.

Para ella la inversión fue muy alta, le llevó por lo menos nueve meses reconstruirlos y un par de años le tomó ver el retorno de la inversión. Pero ha valido la pena, subraya, hoy atiende a heteros y gays por igual, sin discriminación, porque al vapor, dice, todos quieren entrar: “El que es vaporero, será vaporero para la eternidad”, concluye.

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- Cuatro hombres que se acarician entre sí son la imagen principal de “La Noche Caliente” en los Baños Valladolid Morelia, una fiesta muy reciente en la que hubo strippers, proyección de películas porno, alcohol y, desde luego, mucha diversión.

Con el lema “el límite lo pones tú”, estas reuniones de la comunidad gay son ya un bacanal imperdible que se organiza cada mes en estos baños públicos ubicados en la calle Eduardo Ruiz número 605, en el centro de la capital michoacana.

En esa zona también hay un enorme lugar llamado Salón Arena donde lo mismo tocan Los Yonic´s que Los Ángeles del Infierno, un restaurante insomne en el que venden tacos de espagueti, una sex shop en la que consigues máscaras y látigos, un cine porno que ofrece permanencia voluntaria y una estación policiaca que todo lo vigila.

Es una zona roja donde puedes llegar de noche y salir de día, aunque tu percepción indique que apenas llevas unos minutos, es una auténtica cueva, la “de Chucho”, le llaman algunos, la “de los vampiros morelianos”, lo saben todos.

Foto: Fernando Maldonado

Pero la historia de los Baños Valladolid no empezó con tremendas fiestas con cover de 160 pesos bebida incluida. Era la década de los setenta cuando se inauguraron como un excelente servicio para quienes llegaban a la Terminal de Autobuses ubicada frente a ellos.

“Acá llegaban los choferes a darse un regaderazo mientras les tocaba su turno; los hombres de pueblo que venían a hacer un trámite a la ciudad; los estudiantes que arribaban para ver si los aceptaba la Universidad”. Los recuerdos son de Mario Galván, actual encargado de este negocio que tras cuatro décadas sigue en pie, ofreciendo servicios de regadera y vapores, principalmente.

Cuando la terminal se cambió de lugar, cuando fue a parar a los lejanos rumbos del libramiento de la ciudad, las ganancias del negocio fundado por don Juan García cayeron de forma considerable, ya no existía ese mercado cautivo, esos choferes, esos viajeros, así que era momento de abrirse a nuevas opciones.

Hoy en día, los Valladolid cuentan con un vapor general en la planta baja, a la que se suma un área exclusivamente gay complementada con bar y piscina.

Foto: Fernando Maldonado

En el primer piso hay otro vapor de uso colectivo y ocho regaderas individuales. Si vamos subiendo descubriremos más vapores, incluso un par de saunas, pero ya de uso VIP, si es que pesa el pudor o el sentimiento de individualidad, de intimidad.

Antes, en aquellos años setenta y ochenta, ni hablar de que se contara con áreas exclusivas para homosexuales. Si hoy se considera que Morelia es conservadora, mocha, es porque quizá no se vivieron los días del tabú, de la prohibición, del clóset, del secreto.

“Era otro tipo de vida, aunque sí había ciertas horas, algunos cuartos para ellos, no podías anunciar abiertamente que existían zonas para gays, porque eran discriminados, hasta perseguidos. Ahora no hay problema, la sociedad ha cambiado mucho, por fortuna”, dice un muy sereno Mario, quien nos relata que en un sábado cualquiera llegan a recibir hasta 200 hombres que se miran entre ellos con un poco de deseo y un mucho de lujuria.

Foto: Fernando Maldonado

Si la antigua terminal era la conexión automática con los baños, ahora “La Burbuja” representa el pase automático para visitar el bar que permanece abierto para consentir a todo tipo de animal nocturno.

“Mucha gente se la amanece y se viene para acá a dos cosas: a seguirla o a curársela, para lo cual un buen regaderazo los puede ayudar. Luego de eso se van a trabajar, o a sus casas, y si nadie los espera, siguen bebiendo para conectarla”, nos revela el entrevistado.

Ahora bien, el hecho de que éste sea un destino de la comunidad gay y los madrugadores en parranda no significa que sean el único tipo de clientela. A los Valladolid arriban profesionistas que aman al vapor, hombres viejos a quienes ya se les hizo costumbre porque, dicen, “el vapor es adictivo”, como una droga cualquiera. Y aunque no existen restricciones por género, acá llegan nueve hombres por cada mujer, como lo contabiliza el mismo Mario Galván.

Hablando de precios, el servicio de regadera personal cuesta 60 pesos, el vapor general 110 pesos y el individual en 140. Como todo negocio, existen los días de descuento, así que si vamos en miércoles, sangrará menos la cartera.

De las fiestas al vapor

Los recuerdos son difusos, como nubarrones en épocas de lluvias. Tal vez porque se trataba de noches con tanto exceso es que la memoria traiciona. Allá por 2008, cuando todo era tan parecido a hoy, las fiestas organizadas en la famosa “Alberca” de Villalongín estaban cargadas de alcohol, marihuana, drogas sintéticas, djs y hasta bandas de rock. Entrar no era sencillo y no nos referimos al costo, sino a tener a alguien conocido para que dejara experimentar una pequeña parte del underground moreliano.

En esa época los ya tradicionales Baños Villalongín fueron abandonados de manera inexplicable. Y de manera muy explicable, serían ocupados por una juventud desenfrenada que hoy ya pasa de los cuarenta.

Foto: Fernando Maldonado

Las cervezas se vendían en un angosto pasillo improvisado como barra, las sustancias prohibidas eran accesibles si se tenía la discreción adecuada, y el ligue ya era cosa de cada quien mientras sonaba la música electrónica o los guitarrazos de bandas alternativas.

Irónicamente, en esos baños no había baños, solo áreas grandes para arrojar la bebida o cuartos abandonados con olores desagradables.

Irma González Ramírez se encargó de reconstruir, de levantar del abismo a un negocio que parecía perdido. Hoy, es la encargada general de unos baños rebosantes que son el destino para familias que quieran relajarse a la orilla de la alberca, o para la propia comunidad LGBTI que también tiene sus áreas exclusivas.

Foto: Fernando Maldonado | El Sol de Morelia


Nuestros servicios se dividen en vapor general, individual, regaderas y la alberca, con precios que van de los 50 a los 100 pesos

Los clientes más madrugadores son los profesionistas, quienes a las seis de la mañana ya piden su vapor, “porque aquí tenemos las mejores parrillas”, nos presume Irma, quien además agrega que, como sucede en los Valladolid, la proporción de varones está muy por encima que el de las mujeres.

Lo más pedido es el vapor turco, que es caliente y seco, mientras que el ruso se caracteriza por ser húmedo, para los estresados hay masajistas.

De momento no hay bar, pero ya se planea que para inicios de 2020 se inaugure uno y así exista un espacio para la convivencia más allá de los vapores generales.

Foto: Fernando Maldonado | El Sol de Morelia

La época para administrar un baño público no es precisamente la mejor. Irma recuerda que en otras décadas la escasez de agua en la ciudad originaba filas de clientes esperando el servicio de regadera, además de que el costo de los principales insumos, como el gas, no era tan alto como en la actualidad.

Para ella la inversión fue muy alta, le llevó por lo menos nueve meses reconstruirlos y un par de años le tomó ver el retorno de la inversión. Pero ha valido la pena, subraya, hoy atiende a heteros y gays por igual, sin discriminación, porque al vapor, dice, todos quieren entrar: “El que es vaporero, será vaporero para la eternidad”, concluye.

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