/ jueves 23 de junio de 2022

El profe Leo, lejos de la jubilación

Pese a sus 69 años, el entrenador originario de Turicato todavía se mueve en el ring con destreza

Morelia, Mich (OEM-Infomex).- Los pasillos del estadio Francisco Villa son su hábitat natural. En medio de sacos de boxeo, peras de velocidad, llantas de tractor con marro y un ring, dirige el entrenamiento desde una silla. Aunque las rutinas son impuestas por uno de sus colaboradores, levanta la voz cuando es necesario evidenciar que algo se está haciendo mal.

Leo Meza Gallegos tiene 69 años y es originario de Turicato, Michoacán. En su rostro hay cicatrices y golpes que son producto de su paso por el boxeo profesional. Pese a su edad, da una demostración ante la cámara de cómo se tiene que mover un pugilista. Esquiva golpes, coordina los pies y precisa indicaciones sobre la manera correcta de mantener la guardia.

Habla de sus cualidades como boxeador, de cómo hacía para ejecutar los jabs (un tipo de golpe en el boxeo) que dejaban sin oportunidad a sus contrincantes. Pero también hace referencia a sus debilidades, de la manera en que buscaban hacerle daño por medio de ganchos al hígado. “No me dejaba que me pegaran tan fácil, ¡eh!” advierte.

Ya no tiene la dentadura completa, pero sonríe a diestra y siniestra. De lunes a viernes, abre su escuela de boxeo de siete de la mañana a siete de la noche. Para que sus muchachos se motiven, ambienta los entrenamientos con música al estilo de Rocky Balboa. El “Profe” Leo, como también le suelen llamar, no da señales de anhelar una pronta jubilación.

Pero antes de que el deporte llegará a su vida, recuerda que su infancia fue complicada, llena de carencias al grado de que tuvo que emigrar con su familia al entonces Distrito Federal. Lejos de las oportunidades de estudio, Leo recurrió a lavar y pulir automóviles para conseguir un dinero que pudiera ayudar a cubrir las necesidades de aquel entonces.

Lo primero que practicó fue el futbol, pero desde chico se dio cuenta de que iba a ser difícil llegar a un club profesional, por lo que rápidamente desechó esa posibilidad. Luego vino el boxeo y si bien reconoce que en un inicio no era del todo de su agrado, terminó por engancharse a base de entrenamientos.

Te puede interesar: “King” Molina promoverá el boxeo entre niños y jóvenes

A los 17 años, Leo ya estaba debutando como profesional y para comprobar sus palabras, saca de su archivo personal varias fotografías y unos viejos volantes amarillos que se encuentran al borde de la destrucción como una consecuencia del paso del tiempo.

En una de esas papeletas, se observa a un joven pugilista de bigote pronunciado y en el que se le anuncia como “León Meza”. Su rival, un moreno intimidante, aparece bajo el nombre de Frankie Moultrie. La pelea se disputó el viernes 27 de junio de 1980 en la ciudad de Portland, Estados Unidos.

Cuando Leo comienza a hablar de la fama y el dinero, se le nubla la vista. Se pone serio y sus arrugas se tensan. No tiene inconveniente en ser autocrítico y aceptar que le faltó disciplina dentro de su carrera profesional. De haberla tenido, asegura, se hubiera consagrado como campeón mundial, pues argumenta que a él lo prepararon para no ser uno más del montón.

“Es lo que yo les digo a los muchachos, que de poco sirven las cualidades si no se tiene la disciplina correcta. Con esto me refiero a comer y dormir bien, olvidarse por un tiempo de las mujeres. Porque en mi caso comenzaron las fiestas, las malas actitudes y eso te termina por desgastar, te dejan listo para ser noqueado”.

***

Luego de 16 años, vendría el inminente retiro y con ello la incertidumbre. Regresó a Michoacán, pero no conseguía trabajo por ningún lado. En esas andaba, hasta que la idea llegó a su mente como lo hacen las musas: “Si ya no puedo boxear, por lo menos lo puedo enseñar”.

De esa manera nació “Cuna de campeones”, una escuela que forma boxeadores, pero también seres humanos. Por el ring de Leo han pasado miles de pugilistas, algunos aguantan y otros no; pero a todos, dice, se les trata de dejar una huella para el resto de sus vidas.

“Me gusta infundir en los chamacos que hay algo positivo para sobresalir. Muchos no estudian y no tienen dinero, pero yo les digo que en lugar de estar en las drogas elijan el deporte, que vean que se puede salir adelante por medio de él. He agarrado a muchos jóvenes y los he regenerado, siento que estoy haciendo algo por la humanidad porque hay chicos a los que nadie les extiende la mano”.

Se autocalifica como alguien estricto que no permite entrenamientos a medio gas. Habla del pasado como un tiempo mejor, donde los boxeadores no tenían miedo y mostraban carácter sin cohibirse. Ahora, critica que los “chamacos” se sientan atemorizados ante los golpes y que pretendan aprender del deporte simplemente para andar de “faroles” por las calles.

Leo Meza puede hablar todo el día del boxeo, sólo es cosa de lanzarle una pregunta para que él haga el resto. Lo mismo opina del nivel amateur que del profesional. Cuestiona los rivales que le eligen a Saúl “Canelo” Álvarez y admite que le es difícil creer que es uno de los mejores boxeadores del país, aunque eso sí, lo reconoce como un chambeador en lo que hace.

Si el boxeo no se le hubiera atravesado en su vida, considera que lo más probable es que su destino estuviera en el campo. Ahora mismo, comparte que tiene un rancho en Turicato, pero al cual no le ha podido sacar provecho porque requiere de una inversión de tiempo completo. Y es en ese punto, donde se pone indeciso porque no sabe si está dispuesto a dejarlo todo por una vida alejada de los guantes y del ring.

“Yo creo que de aquí me van a sacar en camilla, no veo otra manera porque para mí esto representa todo”. Las secuelas en el cuerpo de Leo Meza Gallegos siguen tan vigentes como desde el primer día que aparecieron. Tiene malestares en su mano izquierda, una nariz chata, cicatrices expandidas en distintas partes y un caminar lento. Pero a pesar de ello y entre risas, asegura que nada se compara con los golpes que le ha puesto la vida.


Morelia, Mich (OEM-Infomex).- Los pasillos del estadio Francisco Villa son su hábitat natural. En medio de sacos de boxeo, peras de velocidad, llantas de tractor con marro y un ring, dirige el entrenamiento desde una silla. Aunque las rutinas son impuestas por uno de sus colaboradores, levanta la voz cuando es necesario evidenciar que algo se está haciendo mal.

Leo Meza Gallegos tiene 69 años y es originario de Turicato, Michoacán. En su rostro hay cicatrices y golpes que son producto de su paso por el boxeo profesional. Pese a su edad, da una demostración ante la cámara de cómo se tiene que mover un pugilista. Esquiva golpes, coordina los pies y precisa indicaciones sobre la manera correcta de mantener la guardia.

Habla de sus cualidades como boxeador, de cómo hacía para ejecutar los jabs (un tipo de golpe en el boxeo) que dejaban sin oportunidad a sus contrincantes. Pero también hace referencia a sus debilidades, de la manera en que buscaban hacerle daño por medio de ganchos al hígado. “No me dejaba que me pegaran tan fácil, ¡eh!” advierte.

Ya no tiene la dentadura completa, pero sonríe a diestra y siniestra. De lunes a viernes, abre su escuela de boxeo de siete de la mañana a siete de la noche. Para que sus muchachos se motiven, ambienta los entrenamientos con música al estilo de Rocky Balboa. El “Profe” Leo, como también le suelen llamar, no da señales de anhelar una pronta jubilación.

Pero antes de que el deporte llegará a su vida, recuerda que su infancia fue complicada, llena de carencias al grado de que tuvo que emigrar con su familia al entonces Distrito Federal. Lejos de las oportunidades de estudio, Leo recurrió a lavar y pulir automóviles para conseguir un dinero que pudiera ayudar a cubrir las necesidades de aquel entonces.

Lo primero que practicó fue el futbol, pero desde chico se dio cuenta de que iba a ser difícil llegar a un club profesional, por lo que rápidamente desechó esa posibilidad. Luego vino el boxeo y si bien reconoce que en un inicio no era del todo de su agrado, terminó por engancharse a base de entrenamientos.

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A los 17 años, Leo ya estaba debutando como profesional y para comprobar sus palabras, saca de su archivo personal varias fotografías y unos viejos volantes amarillos que se encuentran al borde de la destrucción como una consecuencia del paso del tiempo.

En una de esas papeletas, se observa a un joven pugilista de bigote pronunciado y en el que se le anuncia como “León Meza”. Su rival, un moreno intimidante, aparece bajo el nombre de Frankie Moultrie. La pelea se disputó el viernes 27 de junio de 1980 en la ciudad de Portland, Estados Unidos.

Cuando Leo comienza a hablar de la fama y el dinero, se le nubla la vista. Se pone serio y sus arrugas se tensan. No tiene inconveniente en ser autocrítico y aceptar que le faltó disciplina dentro de su carrera profesional. De haberla tenido, asegura, se hubiera consagrado como campeón mundial, pues argumenta que a él lo prepararon para no ser uno más del montón.

“Es lo que yo les digo a los muchachos, que de poco sirven las cualidades si no se tiene la disciplina correcta. Con esto me refiero a comer y dormir bien, olvidarse por un tiempo de las mujeres. Porque en mi caso comenzaron las fiestas, las malas actitudes y eso te termina por desgastar, te dejan listo para ser noqueado”.

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Luego de 16 años, vendría el inminente retiro y con ello la incertidumbre. Regresó a Michoacán, pero no conseguía trabajo por ningún lado. En esas andaba, hasta que la idea llegó a su mente como lo hacen las musas: “Si ya no puedo boxear, por lo menos lo puedo enseñar”.

De esa manera nació “Cuna de campeones”, una escuela que forma boxeadores, pero también seres humanos. Por el ring de Leo han pasado miles de pugilistas, algunos aguantan y otros no; pero a todos, dice, se les trata de dejar una huella para el resto de sus vidas.

“Me gusta infundir en los chamacos que hay algo positivo para sobresalir. Muchos no estudian y no tienen dinero, pero yo les digo que en lugar de estar en las drogas elijan el deporte, que vean que se puede salir adelante por medio de él. He agarrado a muchos jóvenes y los he regenerado, siento que estoy haciendo algo por la humanidad porque hay chicos a los que nadie les extiende la mano”.

Se autocalifica como alguien estricto que no permite entrenamientos a medio gas. Habla del pasado como un tiempo mejor, donde los boxeadores no tenían miedo y mostraban carácter sin cohibirse. Ahora, critica que los “chamacos” se sientan atemorizados ante los golpes y que pretendan aprender del deporte simplemente para andar de “faroles” por las calles.

Leo Meza puede hablar todo el día del boxeo, sólo es cosa de lanzarle una pregunta para que él haga el resto. Lo mismo opina del nivel amateur que del profesional. Cuestiona los rivales que le eligen a Saúl “Canelo” Álvarez y admite que le es difícil creer que es uno de los mejores boxeadores del país, aunque eso sí, lo reconoce como un chambeador en lo que hace.

Si el boxeo no se le hubiera atravesado en su vida, considera que lo más probable es que su destino estuviera en el campo. Ahora mismo, comparte que tiene un rancho en Turicato, pero al cual no le ha podido sacar provecho porque requiere de una inversión de tiempo completo. Y es en ese punto, donde se pone indeciso porque no sabe si está dispuesto a dejarlo todo por una vida alejada de los guantes y del ring.

“Yo creo que de aquí me van a sacar en camilla, no veo otra manera porque para mí esto representa todo”. Las secuelas en el cuerpo de Leo Meza Gallegos siguen tan vigentes como desde el primer día que aparecieron. Tiene malestares en su mano izquierda, una nariz chata, cicatrices expandidas en distintas partes y un caminar lento. Pero a pesar de ello y entre risas, asegura que nada se compara con los golpes que le ha puesto la vida.


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