Morelia, Michoacán. (OEM-Infomex).- Fernando y Lucía nunca lo dudaron: su matrimonio jamás fue pensado para procrear hijos. Razones había muchas, desde la responsabilidad que no querían echarse a cuestas hasta el propio planeta contaminado por su misma generación. “Incluso temía que saliera feo, como yo”, cuenta en plan de broma, o no tanto, el hombre protagonista de esta conversación que no celebra el Día del Padre, pese a que biológicamente aún es posible.
Reunidos en un bar al sur de la ciudad, Fernando es claro cuando piensa en cómo la paternidad hubiese cambiado su vida, y no precisamente cuenta un relato de superación personal: “Para mí eso de que ser padre es lo máximo no me lo trago, mucho menos el cuento de trascender, ¿cómo que trascender a través de otra persona? En todo caso, quien trasciende o fracasa es ese hijo o hija, independientemente de sus padres”.
En 2013, la revista Time colocó en su portada a una joven pareja tirada en la playa, con gafas oscuras y una sonrisa más grande que el mar. El título lo decía todo: “The Childfree life”, la vida libre de hijos, rematada con la frase “cuando tenerlo todo significa no tener niños”. Hacer una vida conjunta, pero renunciar a la descendencia es cada vez menos complicado, sobre todo en el mundo occidental, donde la presión de antaño poco a poco ha ido cediendo.
De acuerdo a un estudio del Consejo Nacional de Población (Conapo), el número promedio de hijas e hijos que tendrán las mujeres durante su vida reproductiva pasará de 2.1 (cifra de 2019) a 1.7 en 2050. La tendencia de una maternidad solo deseada no se remite al feminismo de estos años, sino a los movimientos libertarios desde los 60, pero se ha encumbrado con la llamada generación milenial, esa que tiene como prioridad el consumo en tecnología, los viajes, las computadoras y los servicios de streaming. ¿Tener un hijo que se lleve todos esos placeres? Parece no ser la opción, mucho menos cuando abundan los trabajos sin prestaciones, sin pensión en el horizonte.
Pero Fernando ni siquiera es milenial. Nacido en la década de los 70, es quizá un adelantado a su época y entendió que felicidad no es lo mismo a la crianza de hijos. Para ello, dice que tuvo la fortuna de conocer a una mujer con la misma filosofía y entonces se puso planear una vida solo para dos personas y un par de mascotas. “Si me preguntas si lo hemos pensado, te diré que sí, que alguna vez nos pasó por la mente la idea de tener un hijo, pero han bastado algunas experiencias para saber que no, que así estamos muy bien”.
Lucía y Fernando han hecho viajes trasatlánticos, se han gastado sus ahorros en placeres que parecen mundanos, pero son puro conocimiento y abono cultural. También se han puesto borracheras de campeonato y al final el saldo lo ven como positivo por una simple razón: no hay nadie que los espere en casa, no hay un niño encargado a los suegros, no hay nada de qué preocuparse.
Es curioso, pero el único hermano que tiene Fernando optó por el camino contrario. Tuvo hijos como si le pagaran por cada uno. “Me parece que son 11, pero ya perdí la cuenta”, confiesa y hace una mueca reprobatoria, como si se tratase de un delito que mereciera el máximo de los castigos. Luego nos relata que la familia de su esposa, más tendiente al conservadurismo religioso, hizo cierta presión para el sambenito de “regálenos por lo menos un nieto”, pero lo más que pudieron obtener fue una boda civil, ya que al inicio pensaban solo en la unión libre.
Stewart Friedman, director y fundador de The Wharton School's Work/Life Integration Project, analizó estadísticas recientes en los Estados Unidos y descubrió que el porcentaje de los hombres que se consideran concentrados solo en su carrera profesional se duplicó entre 1992 y 2012, mientras el porcentaje de varones que se reconocen como "orientados hacia la familia" de desplomó 25 puntos.
En el México de 1994, el ritmo de nacimientos se sostenía en 2.9 millones, mientras que en 2015 descendió a 2.3 millones. Es claro pues que cada vez las parejas se la piensan para tener nuevos integrantes… integrantes humanos, pues en el país hay más mascotas (19.5 millones de perros y 6.5 millones de gatos), que niños menores de nueve años, de acuerdo a la Asociación de Productores de Alimentos para Perros y Gatos (Amascota) y el propio Inegi.
¿Y el futuro? Le preguntamos a Fernando, quien medita un par de minutos mientras da un nuevo trago a su cerveza oscura. “Si envejezco y necesito que alguien me cambie los pañales, seguro habrá más de uno que lo haga por un poco de dinero. ¿Tú crees que un hijo haría eso por su padre, gratis? Al menos, yo no”, concluye, y pide otra cerveza al mesero.
