/ domingo 15 de diciembre de 2019

Muralistas urbanos: colores con sentido

En la ciudad de Morelia cada vez hay más artistas de este tipo, quienes plasman su huella inconfundible entre las paredes; mucho sde ellos son reconocidos tanto nacional como internacionalmente

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- Aunque varios comenzaron como miembros de pandillas y rayaban de manera clandestina, hoy forman parte de un movimiento urbano que interviene las bardas de la ciudad con mensajes positivos, estilos inconfundibles y una identidad muy mexicana. Son los artistas gráficos de Morelia y cada vez se cuentan por más.

MUJERES AL FRENTE

“Agroquímicos: matan” es la leyenda que miles de morelianos que circulan por la avenida Nocupétaro han leído en pleno edificio de la más famosa harinera de la ciudad. Debajo de esa sentencia, se aprecia un mural espectacular donde se protesta contra el uso de plaguicidas sintéticos que dañan a la fauna y el medio ambiente. Los responsables del trabajo son Claudio Tena y Olivia Torres, mejor conocida como NaLa, una mujer que desde hace varios años decidió ser activista y ha encontrado en los murales la mejor manera de expresar su preocupación principalmente por temas ecológicos.

La fundadora del colectivo Las Puntadas es egresada de la Facultad Popular de Bellas Artes y por algún tiempo se dedicó a hacer instalaciones; sin embargo, su estancia en la Escuelita Zapatista le cambió por completo la perspectiva y desde entonces acogió la pinta de bardas como su mejor manera de expresarse. “Las abejas mandan y la reina obedece, así es la filosofía bajo la que trabajan en las comunidades zapatistas, es parte de los principios del mandar obedeciendo, y eso es lo que hemos querido transmitir con La Puntadas”, nos explica, además de hacernos saber que otros murales a cargo del colectivo se encuentran en la avenida Solidaridad, los cuales conforman la serie “Las paredes hablan”.

Foto | Fernando Maldonado

Entre las mujeres que en Morelia están haciendo murales podemos citar casos como los de Carolina Pavia, talentosísima pintora autodidacta que además de dejar su huella en distintas paredes exteriores e interiores, ha participado con marcas reconocidas y artistas como Mon Laferte. Comenzó con el grafiti legal, pero al paso del tiempo su estilo se ha vuelto inconfundible no solo en Morelia, sino en otras ciudades.

Mismo caso que Dulce Ácido, una de las muralistas urbanas más visibles por un trabajo que refleja en su pintura, misma que la ha llevado a lugares como Krasnodar, en Rusia.

Por su parte, además de pintura, Irasema Parra ya ha pintado bardas en Morelia, Querétaro y próximamente Cherán, mientras que Tania Chávez, conocida como “Niño”, pintó un mural en el Centro Cultural Clavijero y el Zoológico de Morelia titulado “Levitaciones, transmutaciones y vitalidad”.

Para Olivia, el grafiti callejero “te roba la mirada, te impone, es sacar al arte de las galerías, quitarle lo elitista, gritarlo en las calles lo más fuerte posible porque es un grito desesperado”. Nos dice que cuando una mujer toma esos espacios públicos la gente reacciona distinto, “a los vatos se les sigue tachando de vándalos, pero con nosotras hay más empatía, pasan las doñitas y hasta nos invitan a comer”.

Foto | Fernando Maldonado

LAS CALLES SON NUESTRAS

Lo encontramos entre las calles Héroe de Nacozari y 5 de Febrero. Sube una pesada cuesta a bordo de su bicicleta y además carga con aerosoles, pintura y una escalera de aluminio. En su cintura sostiene una pequeña grabadora de la que sale música noventera, primero algo de Caifanes y después un clásico de Nirvana. Todos lo conocen como Quetzal Fuerte, egresado de la Facultad de Arquitectura, aunque, dice, nunca debió terminar porque ya ni entregaba las tareas finales.

En ese rincón del centro de la ciudad ha encontrado un pequeño espacio para pintar el rostro de una mujer indígena en cuyo fondo se asoma la isla de Janitzio. Como muchos de sus contemporáneos, sembró los primeros rastros con grafitis callejeros en su época de secundaria, “me salía en la madrugada a rayar las calles, andaba metido en ese rollo de las pandillas, de las crews”, pero con el tiempo se alejó de un ambiente que a corto plazo dejó como consecuencia muchachos muertos, encarcelados o atrapados en alguna adicción.

Foto | Fernando Maldonado

Del grafiti pasó a los murales figurativos sin muchas pretensiones, sólo que con el tiempo vio en esas intervenciones una forma de reapropiación de los espacios públicos. Narra una pequeña experiencia que le cambió el rumbo:

Unos sobrinos viven por el panteón municipal y jugaban al lado de una pared rayada con cosas obscenas, así que decidí pintarles algo más positivo, un mural con dos orugas y una nube de diálogo con frases como Atrévete y Sueña. Ahí entendí que con los murales puedes hacer algo por tu gente, por tu espacio

Mientras Quetzal nos cuenta sus historias, una pareja que camina por la calle se detiene unos segundos a observar el pequeño mural. El hombre, de manera discreta, le dice a la chica que ese chavo seguramente es el famoso Quetzal, “vi que estaría pintando por aquí, se me hace que es él”, comenta y segundos después continúan hacia su destino.

Quetzal nunca ha expuesto en un museo o una galería. No es que deteste la idea, pero prefiere las calles porque así comparte un pedazo de cultura con toda la gente, una suerte de democratización artística. “Aunque sean gratuitos, no es fácil que la gente vaya a un museo, la banda está jodida, estamos pobres, pintar en la calle es un acto sociopolítico, es una apuesta por tener el arte cerca y no en circuitos elitistas o exclusivos.

Cuando terminamos la entrevista, Quetzal se sube a la escalera de aluminio y continúa con los detalles de su pequeña barda mientras la música de su grabadora vuelve a explotar con rock de otras décadas.

Foto | Fernando Maldonado

IDENTIDAD PROPIA

Nació en Tlaxcala, ha radicado en Morelia y en el momento de hablar con él se encuentra en Puerto Rico. Su mote es Spaik Spike, uno de los muralistas más aclamados no solo de esta ciudad, sino de muchas urbes alrededor del mundo. También comenzó en el tag y el grafiti, pero pronto encontró su propia identidad, alejada de los estándares norteamericanos.

“Llegó el momento en que no me alcanzaban unos metros, yo quería bardas completas”, nos dice este joven mexicano que se encargó de chulear la ahora llamada Plaza de la Paz, en centro de la capital.

Me di cuenta que el tag y el grafiti estaban llenos de mensajes pro-gringos donde el latino es el obrero, el pendejo, así que pensé: ¡Mierda!, ¿qué estoy haciendo?, estoy fomentando lo mismo y dónde dejo lo nuestro, lo que nos da identidad

A partir de entonces, Spaik mandó a la basura al Capitán América y a las hamburguesas para retomar al Santo, a los tacos, “a transformar mi gráfica orientadas a la cultura latina, con su simbología, color, artesanías, textiles, todos los recuerdos de mi infancia”. Entre sus murales más vistos en Morelia está uno en Ciudad Universitaria, otro que hizo para el Instituto de la Juventud (posteriormente borrado) y el ya comentado de la Plaza de la Paz, aunque reconoce que después de terminarlo ya no le quedan ganas de trabajar con gobiernos.

De manera autogestiva organizó al lado de la productora Homebox el Street Art Mini Festival, en el que se reunieron 10 artistas urbanos para embellecer con murales la plaza de San Agustín.

Su próxima intervención será en el Penal de Alto Impacto de Morelia, donde intervendrá con grafiti los edificios de ese complejo. Sobre el movimiento de artistas callejeros en la ciudad, dice que hay mucho talento pero también muchas necesidades económicas que impiden crear proyectos más ambiciosos. “Tienen un chingo de ganas, pero los recursos no alcanzan, ni tampoco el tiempo, porque hay que chambear en otra cosa para sobrevivir”.

NO SOMOS ARTISTAS, SOMOS ACTIVISTAS

Era otro grafitero clandestino moreliano, pero cuando radicó por algún tiempo en la Ciudad de México se dejó cautivar por talleres como María Pistolas, Esténcil México y YCLT (Ya Colgó Los Tenis) en pleno barrio de Tepito. Su apodo es Dress Aguilar, que en el momento de esta charla pinta un mural en Casa Zalce al lado de Karas Urbanas, otro joven que ya es referencia para los amantes de las latas.

Era toda una aventura el hecho de salir de madrugada, de correr por las calles y huir de la policía, pero poco a poco vas conociendo otros caminos para que no te pase lo que a varios de mis amigos, quienes murieron o terminaron en la cárcel

A él no le gusta la etiqueta de artista urbano, solo un activista que toma las calles, las bardas y los edificios para plasmar lo que le taladra en la cabeza. Al gobierno, dice, no le importa fomentar las diferentes técnicas como el grafiti, la pintura o el esténcil, por lo que él mismo ha realizado talleres sin ningún apoyo oficial.

Y como ellos, hay muchos más jóvenes que con latas en mano colorean Morelia, le dan vida a bardas, puentes, edificios y hasta casas particulares. Si encuentran a alguno, no duden en ofrecerle su propia casa y seguramente la dejarán espectacular.

Foto | Carmen Hernández

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- Aunque varios comenzaron como miembros de pandillas y rayaban de manera clandestina, hoy forman parte de un movimiento urbano que interviene las bardas de la ciudad con mensajes positivos, estilos inconfundibles y una identidad muy mexicana. Son los artistas gráficos de Morelia y cada vez se cuentan por más.

MUJERES AL FRENTE

“Agroquímicos: matan” es la leyenda que miles de morelianos que circulan por la avenida Nocupétaro han leído en pleno edificio de la más famosa harinera de la ciudad. Debajo de esa sentencia, se aprecia un mural espectacular donde se protesta contra el uso de plaguicidas sintéticos que dañan a la fauna y el medio ambiente. Los responsables del trabajo son Claudio Tena y Olivia Torres, mejor conocida como NaLa, una mujer que desde hace varios años decidió ser activista y ha encontrado en los murales la mejor manera de expresar su preocupación principalmente por temas ecológicos.

La fundadora del colectivo Las Puntadas es egresada de la Facultad Popular de Bellas Artes y por algún tiempo se dedicó a hacer instalaciones; sin embargo, su estancia en la Escuelita Zapatista le cambió por completo la perspectiva y desde entonces acogió la pinta de bardas como su mejor manera de expresarse. “Las abejas mandan y la reina obedece, así es la filosofía bajo la que trabajan en las comunidades zapatistas, es parte de los principios del mandar obedeciendo, y eso es lo que hemos querido transmitir con La Puntadas”, nos explica, además de hacernos saber que otros murales a cargo del colectivo se encuentran en la avenida Solidaridad, los cuales conforman la serie “Las paredes hablan”.

Foto | Fernando Maldonado

Entre las mujeres que en Morelia están haciendo murales podemos citar casos como los de Carolina Pavia, talentosísima pintora autodidacta que además de dejar su huella en distintas paredes exteriores e interiores, ha participado con marcas reconocidas y artistas como Mon Laferte. Comenzó con el grafiti legal, pero al paso del tiempo su estilo se ha vuelto inconfundible no solo en Morelia, sino en otras ciudades.

Mismo caso que Dulce Ácido, una de las muralistas urbanas más visibles por un trabajo que refleja en su pintura, misma que la ha llevado a lugares como Krasnodar, en Rusia.

Por su parte, además de pintura, Irasema Parra ya ha pintado bardas en Morelia, Querétaro y próximamente Cherán, mientras que Tania Chávez, conocida como “Niño”, pintó un mural en el Centro Cultural Clavijero y el Zoológico de Morelia titulado “Levitaciones, transmutaciones y vitalidad”.

Para Olivia, el grafiti callejero “te roba la mirada, te impone, es sacar al arte de las galerías, quitarle lo elitista, gritarlo en las calles lo más fuerte posible porque es un grito desesperado”. Nos dice que cuando una mujer toma esos espacios públicos la gente reacciona distinto, “a los vatos se les sigue tachando de vándalos, pero con nosotras hay más empatía, pasan las doñitas y hasta nos invitan a comer”.

Foto | Fernando Maldonado

LAS CALLES SON NUESTRAS

Lo encontramos entre las calles Héroe de Nacozari y 5 de Febrero. Sube una pesada cuesta a bordo de su bicicleta y además carga con aerosoles, pintura y una escalera de aluminio. En su cintura sostiene una pequeña grabadora de la que sale música noventera, primero algo de Caifanes y después un clásico de Nirvana. Todos lo conocen como Quetzal Fuerte, egresado de la Facultad de Arquitectura, aunque, dice, nunca debió terminar porque ya ni entregaba las tareas finales.

En ese rincón del centro de la ciudad ha encontrado un pequeño espacio para pintar el rostro de una mujer indígena en cuyo fondo se asoma la isla de Janitzio. Como muchos de sus contemporáneos, sembró los primeros rastros con grafitis callejeros en su época de secundaria, “me salía en la madrugada a rayar las calles, andaba metido en ese rollo de las pandillas, de las crews”, pero con el tiempo se alejó de un ambiente que a corto plazo dejó como consecuencia muchachos muertos, encarcelados o atrapados en alguna adicción.

Foto | Fernando Maldonado

Del grafiti pasó a los murales figurativos sin muchas pretensiones, sólo que con el tiempo vio en esas intervenciones una forma de reapropiación de los espacios públicos. Narra una pequeña experiencia que le cambió el rumbo:

Unos sobrinos viven por el panteón municipal y jugaban al lado de una pared rayada con cosas obscenas, así que decidí pintarles algo más positivo, un mural con dos orugas y una nube de diálogo con frases como Atrévete y Sueña. Ahí entendí que con los murales puedes hacer algo por tu gente, por tu espacio

Mientras Quetzal nos cuenta sus historias, una pareja que camina por la calle se detiene unos segundos a observar el pequeño mural. El hombre, de manera discreta, le dice a la chica que ese chavo seguramente es el famoso Quetzal, “vi que estaría pintando por aquí, se me hace que es él”, comenta y segundos después continúan hacia su destino.

Quetzal nunca ha expuesto en un museo o una galería. No es que deteste la idea, pero prefiere las calles porque así comparte un pedazo de cultura con toda la gente, una suerte de democratización artística. “Aunque sean gratuitos, no es fácil que la gente vaya a un museo, la banda está jodida, estamos pobres, pintar en la calle es un acto sociopolítico, es una apuesta por tener el arte cerca y no en circuitos elitistas o exclusivos.

Cuando terminamos la entrevista, Quetzal se sube a la escalera de aluminio y continúa con los detalles de su pequeña barda mientras la música de su grabadora vuelve a explotar con rock de otras décadas.

Foto | Fernando Maldonado

IDENTIDAD PROPIA

Nació en Tlaxcala, ha radicado en Morelia y en el momento de hablar con él se encuentra en Puerto Rico. Su mote es Spaik Spike, uno de los muralistas más aclamados no solo de esta ciudad, sino de muchas urbes alrededor del mundo. También comenzó en el tag y el grafiti, pero pronto encontró su propia identidad, alejada de los estándares norteamericanos.

“Llegó el momento en que no me alcanzaban unos metros, yo quería bardas completas”, nos dice este joven mexicano que se encargó de chulear la ahora llamada Plaza de la Paz, en centro de la capital.

Me di cuenta que el tag y el grafiti estaban llenos de mensajes pro-gringos donde el latino es el obrero, el pendejo, así que pensé: ¡Mierda!, ¿qué estoy haciendo?, estoy fomentando lo mismo y dónde dejo lo nuestro, lo que nos da identidad

A partir de entonces, Spaik mandó a la basura al Capitán América y a las hamburguesas para retomar al Santo, a los tacos, “a transformar mi gráfica orientadas a la cultura latina, con su simbología, color, artesanías, textiles, todos los recuerdos de mi infancia”. Entre sus murales más vistos en Morelia está uno en Ciudad Universitaria, otro que hizo para el Instituto de la Juventud (posteriormente borrado) y el ya comentado de la Plaza de la Paz, aunque reconoce que después de terminarlo ya no le quedan ganas de trabajar con gobiernos.

De manera autogestiva organizó al lado de la productora Homebox el Street Art Mini Festival, en el que se reunieron 10 artistas urbanos para embellecer con murales la plaza de San Agustín.

Su próxima intervención será en el Penal de Alto Impacto de Morelia, donde intervendrá con grafiti los edificios de ese complejo. Sobre el movimiento de artistas callejeros en la ciudad, dice que hay mucho talento pero también muchas necesidades económicas que impiden crear proyectos más ambiciosos. “Tienen un chingo de ganas, pero los recursos no alcanzan, ni tampoco el tiempo, porque hay que chambear en otra cosa para sobrevivir”.

NO SOMOS ARTISTAS, SOMOS ACTIVISTAS

Era otro grafitero clandestino moreliano, pero cuando radicó por algún tiempo en la Ciudad de México se dejó cautivar por talleres como María Pistolas, Esténcil México y YCLT (Ya Colgó Los Tenis) en pleno barrio de Tepito. Su apodo es Dress Aguilar, que en el momento de esta charla pinta un mural en Casa Zalce al lado de Karas Urbanas, otro joven que ya es referencia para los amantes de las latas.

Era toda una aventura el hecho de salir de madrugada, de correr por las calles y huir de la policía, pero poco a poco vas conociendo otros caminos para que no te pase lo que a varios de mis amigos, quienes murieron o terminaron en la cárcel

A él no le gusta la etiqueta de artista urbano, solo un activista que toma las calles, las bardas y los edificios para plasmar lo que le taladra en la cabeza. Al gobierno, dice, no le importa fomentar las diferentes técnicas como el grafiti, la pintura o el esténcil, por lo que él mismo ha realizado talleres sin ningún apoyo oficial.

Y como ellos, hay muchos más jóvenes que con latas en mano colorean Morelia, le dan vida a bardas, puentes, edificios y hasta casas particulares. Si encuentran a alguno, no duden en ofrecerle su propia casa y seguramente la dejarán espectacular.

Foto | Carmen Hernández

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