¿Tú qué eres?
- ¿Y tú qué estás viendo?
- Pero dime ¿qué eres? ¿eres hombre o eres mujer?
- Soy una persona. Independientemente de cómo me vea, cómo me vista, soy una persona.
Lucas es profesor Educación Física, de lunes a miércoles, en un preescolar de tierra Caliente. Cuando no hace eso elabora productos naturales como jabones de especias y aceites para el crecimiento del cabello y la barba.
Este joven de 25 años vive con su pareja, una maestra de primaria; llevan tres años juntos y “aunque ha sido complicado, ha sido agradable también”, reconoce.
Desde 2016 da clases en el preescolar. Salió de una de las ocho normales que tiene el estado de Michoacán. “Es muy bonito dar clases. El cariño de los niños es inigualable”.
Sin embargo, no todo ha sido miel sobre hojuelas para este maestro. En su escuela sólo hay maestras y a pesar de que iniciar su transición con tratamientos hormonales, las maestras insisten en hablarle en femenino.
El disfraz que correspondía al nombre que aparecía en mi acta de nacimiento, en mi título, pero no era yo. El vivir el machismo en carne propia
Lucas aún no ha hecho su cambio de documentación. Algunas maestras insisten en decirme ‘maestra’; los niños se les queda viendo, salen y me gritan maestro, maestro. Es bien chistoso que ellos sí ven lo que soy, no hay necesidad de que pregunten qué eres. Eso me llena de mucho amor.
“A los niños no les importa, cuando uno es niño no tiene prejuicios, nada más ven a una persona que les cae bien; era lo único que les importa.”
A Lucas le enoja el desconocimiento y la desinformación acerca de la transición. “Muchos te catalogan mal, puedes llegar a recibir insultos y lo que me ha ayudado a mí es que tengo buena estatura y mi carácter es muy noble, pero mi aspecto es rudo. Creo que eso me ha evitado varias confrontaciones; trato de evitarlo. Les doy una cachetada con guante blanco”.
Para el maestro de Educación Física todos somos iguales, no hay diferencias y no debería de haberlas. “Lo mejor que podía hacer era vivir, decirles aquí estoy, existo, existimos, estamos y no estamos enfermos, no somos diferentes a ustedes”.
Sentado en la sala de su casa, con una mirada alegre y tranquila, asegura que lo único que cambia “es que la imagen no concuerda con el sexo que fui asignado al nacer, es lo único diferente”.
Actualmente la juventud trans ha tirado los muros de la invisibilidad poco a poco; sin embargo, aún falta mucho. “La mayoría de las personas trans que conozco son estudiantes, son profesionistas, tienen título, creo que aportamos bastante”.
La primera vez que entré a un baño de hombres mi corazón estaba acelerado, pensé que me sacarían o que tendría algún problema; pero no pasó, cada quien estaba en lo suyo. Nadie se enteró.
