/ lunes 18 de octubre de 2021

Tarímbaro y su cempasúchil viviente

A días de la cosecha, productores de flor de cempasúchil se muestran escépticos este año

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- A unos días de que comience el corte de la flor que adorna cementerios, plazas y altares en Michoacán, la flor de cempasúchil ha cobrado fuerza en los campos del municipio de Tarímbaro. Pese a la lluvia que cayó este año, el crecimiento da esperanza a los ejidatarios y campesinos que temporada tras temporada siembran la emblemática flor naranja.

En la población denominada El Colegio, perteneciente al municipio mencionado, la siembra del cempasúchil, nube y mota o manita de león comenzó desde junio en el caso de la manita, la flor morada que para Chucho no se desperdicia y se vende bien.

El cempasúchil se lleva menos tiempo en su desarrollo. En tres meses puede alcanzar una altura promedio de metro y medio, mientras que la nube en dos meses florea lo suficiente para usarse de follaje; esta última flor es la más afectada en esta temporada: su desarrollo ha sido mínimo por la cantidad de agua que cayó en la zona.

“Este año fue muchísimo lo que llovió”, menciona Ausencio; no obstante, da gracias porque ello permitió que los pobladores que se asientan en los cerros aledaños a su comunidad dependen del agua y hoy se tuvo la cantidad suficiente para que su cosecha de elotes, calabaza y frijol les alcance al ser lo único a lo que se dedican.

A lo mejor, para él y su familia, mucha verdura se echó a perder, pero “el campo es bien bonito”, afirma sonriente, pese a mencionar que “hay veces que el granizo acaba con todo. Hay heladas que al rábano lo chamusca, a las acelgas todas la termina y nadie dice 'aquí hay una ayuda para los campesinos'”.

La opacidad que hay en la alcaldía evita que los programas sociales lleguen a la población, indica tras trabajar desde la 7 de la mañana y hasta las cuatro o cinco de la tarde desde que dejo de cruzar la frontera.

Desde hace más de una década, junto a Manolo Alvarado Vázquez, siembran, cuidan, cortan, trasladan y venden los diferentes diferentes productos que ofertan en el mercado ejidal Solidaridad, ubicado pasando el Soriana que está aun costado del libramiento, refieren.

Israel tiene 37 años. Desde que era un adolescente de 13 años de edad comenzó a dedicarse a la siembra del rábano, cebolla, repollo, coliflor, brócoli, la flor y el maíz. Su fuerza de trabajo le trae actualmente entre mil 200 y mil 400 pesos a la semana. Isra es uno de tantos jornaleros que en Tarímbaro viven del campo. No estudió y aun sigue soltero, por eso el salario que recibe dice, medio le alcanza, de lo contrario ya habría emigrado.

En esta temporada, su patrón no sembró ningún tipo de flor para adornar el 2 de noviembre. El año pasado fue poca la venta, indica.

En el caso de Lebardo Calderón Pérez, quien desde hace 10 años siembra el cempasúchil, la nube y la manita, dice que la planta desmereció su crecimiento a partir de que la temporada de lluvia anegó gran parte de las tierras que destinan para el cultivo de la flor.

De su parcela, don Leo destinó solo media hectárea. El año pasado sembró los diez mil metros que acostumbra, pero el golpe que trajo consigo la pandemia del Covid-19 provocó que mucha flor se quedara sin vender. Este año no quiso arriesgarse e invirtió aproximadamente 15 mil pesos que espera recuperar y por ende duplicar.

La nube, flor blanca de follaje extenso, es la única que no se ha desarrollado casi nada, pero aun faltan poco más de 10 días para comenzar el corte, lo que le da esperanza a que crezca lo suficiente para venderla.

Oriundo de Morelia, pero avencindado en Tarímbaro desde que tiene memoria, don Leo describe que en su comunidad El Colegio, hay aproximadamente 50 productores de flor.

“Hoy hay poca flor, antes los campos se miraban llenos desde la entrada. La enfermedad esa, la del covid, desmereció la venta”, lamentó.

El ejido está compuesto de al menos 25 dueños, quienes rentan o siembran la tierra. La gran mayoría de quienes habitan en su comunidad, se dedican a la albañilería. Pocos en sí, son los que de sol a sol atienden las actividades del campo, los que año tras año colorean las praderas esperando la festividad del día de muertos, relata.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- A unos días de que comience el corte de la flor que adorna cementerios, plazas y altares en Michoacán, la flor de cempasúchil ha cobrado fuerza en los campos del municipio de Tarímbaro. Pese a la lluvia que cayó este año, el crecimiento da esperanza a los ejidatarios y campesinos que temporada tras temporada siembran la emblemática flor naranja.

En la población denominada El Colegio, perteneciente al municipio mencionado, la siembra del cempasúchil, nube y mota o manita de león comenzó desde junio en el caso de la manita, la flor morada que para Chucho no se desperdicia y se vende bien.

El cempasúchil se lleva menos tiempo en su desarrollo. En tres meses puede alcanzar una altura promedio de metro y medio, mientras que la nube en dos meses florea lo suficiente para usarse de follaje; esta última flor es la más afectada en esta temporada: su desarrollo ha sido mínimo por la cantidad de agua que cayó en la zona.

“Este año fue muchísimo lo que llovió”, menciona Ausencio; no obstante, da gracias porque ello permitió que los pobladores que se asientan en los cerros aledaños a su comunidad dependen del agua y hoy se tuvo la cantidad suficiente para que su cosecha de elotes, calabaza y frijol les alcance al ser lo único a lo que se dedican.

A lo mejor, para él y su familia, mucha verdura se echó a perder, pero “el campo es bien bonito”, afirma sonriente, pese a mencionar que “hay veces que el granizo acaba con todo. Hay heladas que al rábano lo chamusca, a las acelgas todas la termina y nadie dice 'aquí hay una ayuda para los campesinos'”.

La opacidad que hay en la alcaldía evita que los programas sociales lleguen a la población, indica tras trabajar desde la 7 de la mañana y hasta las cuatro o cinco de la tarde desde que dejo de cruzar la frontera.

Desde hace más de una década, junto a Manolo Alvarado Vázquez, siembran, cuidan, cortan, trasladan y venden los diferentes diferentes productos que ofertan en el mercado ejidal Solidaridad, ubicado pasando el Soriana que está aun costado del libramiento, refieren.

Israel tiene 37 años. Desde que era un adolescente de 13 años de edad comenzó a dedicarse a la siembra del rábano, cebolla, repollo, coliflor, brócoli, la flor y el maíz. Su fuerza de trabajo le trae actualmente entre mil 200 y mil 400 pesos a la semana. Isra es uno de tantos jornaleros que en Tarímbaro viven del campo. No estudió y aun sigue soltero, por eso el salario que recibe dice, medio le alcanza, de lo contrario ya habría emigrado.

En esta temporada, su patrón no sembró ningún tipo de flor para adornar el 2 de noviembre. El año pasado fue poca la venta, indica.

En el caso de Lebardo Calderón Pérez, quien desde hace 10 años siembra el cempasúchil, la nube y la manita, dice que la planta desmereció su crecimiento a partir de que la temporada de lluvia anegó gran parte de las tierras que destinan para el cultivo de la flor.

De su parcela, don Leo destinó solo media hectárea. El año pasado sembró los diez mil metros que acostumbra, pero el golpe que trajo consigo la pandemia del Covid-19 provocó que mucha flor se quedara sin vender. Este año no quiso arriesgarse e invirtió aproximadamente 15 mil pesos que espera recuperar y por ende duplicar.

La nube, flor blanca de follaje extenso, es la única que no se ha desarrollado casi nada, pero aun faltan poco más de 10 días para comenzar el corte, lo que le da esperanza a que crezca lo suficiente para venderla.

Oriundo de Morelia, pero avencindado en Tarímbaro desde que tiene memoria, don Leo describe que en su comunidad El Colegio, hay aproximadamente 50 productores de flor.

“Hoy hay poca flor, antes los campos se miraban llenos desde la entrada. La enfermedad esa, la del covid, desmereció la venta”, lamentó.

El ejido está compuesto de al menos 25 dueños, quienes rentan o siembran la tierra. La gran mayoría de quienes habitan en su comunidad, se dedican a la albañilería. Pocos en sí, son los que de sol a sol atienden las actividades del campo, los que año tras año colorean las praderas esperando la festividad del día de muertos, relata.

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