/ domingo 12 de agosto de 2018

Lágrimas, risas y amor... De amor la pura flama

La pobreza estaba a la vista. Una triste vecindad de barrio. Un barrio bravo y envejecido, con gente de trabajo y ruidos que acometen de uno y otro lado. Tristeza y quebranto a la mano, como alegrías de tiempo en tiempo. La lucha por lo cotidiano. El padre un periodista que no levantaba y una madre de origen francés que no se conformaba con la pobreza y en un ambiente en el que los pesares se resumían en tardes solitarias para todos en la familia Vargas Dulché…

Pero ese estado de cosas hizo que tanto la madre como las hermanas Vargas Dulché vieran la forma de salir adelante; que quisieran salir de la postración económica y moral en la que se encontraban y que con trabajo esforzado caminaran para hacer frente a la vida: no se iban a dar por vencidas: nadie podría contra ellas y contra su voluntad: y si la vida las agobiaba, la vida tendría que cambiar… ¡Tenían que triunfar! ¡Tenían que entenderse de otra forma y en otra vida mejor!

Y así salieron a la brega; al trabajo, a como diera lugar, como se pudiera, aun sin estudios ni formación académica suficientes tenían que salir adelante. Ya como secretaria una, la madre. En tanto las dos hermanas cercanas serían cantantes “Rubia y Morena” el dueto. Luego del ‘no pasó nada’, una –la rubia- siguió en solitario, mientras que la otra se ocupó de reportera y como escritora de historias que parecían inverosímiles pero que, por lo mismo, en un inverosímil mundo mexicano, éstas tuvieran éxito… Y entonces el triunfo, el reconocimiento, la gloria, la riqueza, la opulencia… Toda una vida en un ‘cuento’ en una ‘historieta’, en un ‘cómic’, en un “Pepín”…

Sí. Así eran las historias de “Lágrimas, risas y amor”, una serie histórica que se nutrió de aquellas vidas de soledad, abandono y lucha. Las mujeres que aparecen ahí son de origen humilde casi todas, pero también mujeres que habrán de enfrentarse al mundo con sus propias fuerzas y defenderse con sus propias garras.

Así que durante más de cuarenta años los mexicanos ‘lloraron, rieron y amaron’ a la lectura de historias trágicas vueltas en solución feliz. Lectores de sueños que éramos entonces. Cuando la televisión no hacía estragos en nuestros tiempos y en nuestra conciencia y cuando la ingenuidad nos hacía ver mundos destruidos luego reconstruidos y en los que la maldad siempre habría de terminar en ella misma en tanto que predominaría el bien, el amor y el beso final al inicio de un nuevo camino. ¡Cielos!

Así que Yolanda Vargas Dulché, la denominada “Reina de las historietas” nació el 18 de julio de 1925 en la colonia Guerrero del entonces Distrito Federal. De familia pobre –o ‘de economía inestable’ como hoy dicen los economistas de gobierno—en la que había poco dinero para el día a día alimentaria y mucho menos para pagar libros o cuadernos, aunque sí estudió lo básico. Pasaba de escuela pública a escuela pública sin concretar la enseñanza porque ‘no había cómo’.

Su padre, Armando Vargas de la Maza –un periodista sin mucha suerte, y su madre Josefina Dulché –de ascendencia francesa se separaron y ellas, su madre, su hermana mayor Elba y Yolanda se fueron a Los Ángeles, Estados Unidos, a probar suerte y para huir de la situación mexicana, pero nada: todo salió mal. Y pronto regresaron a México. Se instalaron en una vecindad en la misma colonia Guerrero y se fueron a buscar trabajo.

La madre de Yolanda consiguió una posición como telefonista en la Secretaría de Gobernación, en tanto que Yolanda y Elba formaron un dueto cantarín: “Rubia y Morena”. De pronto se encontraron en la XEW, tan importante por entonces, y en donde cantaron emotivos boleros de amor la flama.

Pero nada. No pasó nada. Lo que ganaban no alcanzaba ni para una torta de queso de puerco con su respectiva Lulú roja, así que aunque Elba insistió un poco más en la farándula, Yolanda se fue a trabajar como reportera.

Comenzó a publicar en el periódico “Esto” en la sección de espectáculos. Tenía 18 años de edad. Pero, claro, el sueldo no alcanzaba y, por lo mismo, pidió que le ayudaran dejándola publicar en otras secciones. Es así que comienza a escribir argumentos de historietas para la revista “Pepín”, que también hacía la Cadena García Valseca. De hecho ella había mostrado capacidades para la historieta desde los 16 años cuando escribió su primer cuento que publicó El Universal.

[El Coronel José García Valseca comenzó las andaduras editoriales desde 1929, pero en vista de que la situación económica del país como el alto índice de analfabetismo impedían el crecimiento de los periódicos, esto lo hacen mirar hacia el cómic como solución parcial, y así nace Paquito que en los treinta se vende a diez centavos el ejemplar, con lo que marca el nacimiento de la industrialización de la historieta en México. Luego vino Paquita que logra vender para 1937 320,000 ejemplares y, enseguida, nació Pepín que se convierte en un clásico…]

Pues es, precisamente en Pepín, en donde nace la historia de un negrito travieso y muy simpático que vive en una vecindad muy pobre, junto a su madre Eufrosina, que lava ropa ajena y que adora a su negrito bueno: es Memín Pinguín.

Eso de Pinguín por travieso, por latoso, por incontrolable, por ‘pingo’. Y lo de Memín, nada más ni nada menos que por quien por entonces era el novio-novillo de Yolanda: Guillermo de la Parra, un empleado bancario, aspirante a actor y buen bailador de vals, con quien luego de cinco años de noviazgo se casó y tuvieron hijos y luego nietos (Iddar, Tonatiuh, Manelick, Cristal, Emoé… y nietos, como Alondra de la Parra, la directora de orquesta).

La popularidad de Yolanda crecía poco a poco. Siempre vinculada a la Cadena García Valseca en donde le iba muy bien, tanto como reportera como por sus historietas para Pepín.

Esto lo percibió la competencia y de pronto el ejecutivo del por entonces boyante periódico “Novedades”, Gonzalo Herrerías, buscó a la escritora para ofrecerle trabajo y muy buena remuneración en su revista “Chamaco”, la que era competencia directa de la historieta del Coronel que sí tenía quien le escribiera.

Así que García Valseca se puso buzo y la retuvo ofreciéndole la dirección de “Pepín” y un sueldo excepcional: ni más ni menos que 6 mil quinientos pesos al mes. En los años cincuenta, esto era una verdadera fortuna.

Pero nada. El idilio terminó a finales de los cincuenta cuando –según relata la historia- ella se sintió afectada por la llegada de un jefe gruñón y ogro con el que no se llevaba nada bien, por lo que dejó la Cadena García Valseca y junto con su marido pusieron su propia editorial: EDAR (Editorial Argumentos). Las cosas no estuvieron bien durante unos tres años, pero de pronto dieron el campanazo con las historietas de Yolanda: el primero: Confidencias de un chofer, que relatabalas aventuras y avatares cotidianos de un ruletero en el Distrito Federal. Todo un éxito.

Y de ahí en adelante otros más: Cruz Gitana, El libro único, Doctora Corazón –que había sido un éxito en radio y en el que la Doctora Corazón atendía los problemas y las historias que le enviaba el público, particularmente mujeres--. Y por supuesto Memín Pinguín que era dibujado por Alberto Cabrera, primero, y luego por Sixto Valencia, otro emblemático dibujante de historietas, aunque el dibujante de cabecera de los Vargas Dulché fue Antonio Gutiérrez.

Otro producto editorial de mucho éxito y quizá el más emblemático fue la historieta “Lagrimas, risas y amor”. En esta revista se publicaron historias-históricas: María Isabel, Vagabundo, Gabriel y Gabriela, El pecado de Oyuki, Yesenia, Rarotonga –que fue escrita por Guillermo de la Parra-. Y más. Toda una saga de las historias de desdén, marginación, desprecio social, lucha feroz por la supervivencia económica y la prevalencia del amor, por encima de los avatares del destino (¡Sic!).

De tal forma hubo ejemplares de Lágrimas, risas y amor que llegaron a venderse por millones: más de cuatro millones en un solo mes, en todo el país.

Seguía abordar otras alternativas: la televisión y el cine. Los empresarios Vargas Dulché y De la Parra incursionaron en ambos medios, con todo éxito. Las historietas se convirtieron en ejemplos vivos de cómo el papel puede trasladarse a la electrónica o digital. Hubo telenovelas de grande éxito con las historias de Ladronzuela, María Isabel, Yesenia, Rubí, El Pecado de Oyuki, así como películas de éxito con las mismas historias.

Asimismo, como empresarios, internacionalizaron sus productos editoriales que tuvieron gran éxito en Europa, Rusia, Filipinas y crearon un emporio empresarial, que incluye hoteles Krystal y hasta una constructora.

“Mis críticos dicen que aman al pueblo, pero no hacen nada por él, ni siquiera divertirlos; empecé a escribir historietas porque quería llegar a las masas hablándoles en su propio idioma, dramatizando en mis historias sus propios sentimientos; lo conseguí, porque he buscado divertirlos y he logrado, aunque sea por unos momentos, sacarlos de sus grandes preocupaciones, de sus penas, de la tristeza de su vida diaria” dijo en una entrevista.

Por muchos años los lectores mexicanos de historietas se nutrieron de los relatos aparentemente sencillos de Yolanda Vargas Dulché. Son historias de sueño. De emoción. De reconocimiento de una clase social que sabe que puede conseguir el éxito mediante buenas argucias y trabajo.

Los personajes de esta narradora son simple y sencillamente los que vemos caminar al lado nuestro, de pronto o siempre; son personajes que tienen su propia historia que quiere ser contada para darnos cuenta de que ahí está nuestra propia historia, a veces cercana o quizá lejana: pero una historia simple y sencilla porque al final de cuentas, la gente más o menos feliz tiene poca historia, pero es historia, al final de cuentas.


jhsantiago@prodigy.net.mx

La pobreza estaba a la vista. Una triste vecindad de barrio. Un barrio bravo y envejecido, con gente de trabajo y ruidos que acometen de uno y otro lado. Tristeza y quebranto a la mano, como alegrías de tiempo en tiempo. La lucha por lo cotidiano. El padre un periodista que no levantaba y una madre de origen francés que no se conformaba con la pobreza y en un ambiente en el que los pesares se resumían en tardes solitarias para todos en la familia Vargas Dulché…

Pero ese estado de cosas hizo que tanto la madre como las hermanas Vargas Dulché vieran la forma de salir adelante; que quisieran salir de la postración económica y moral en la que se encontraban y que con trabajo esforzado caminaran para hacer frente a la vida: no se iban a dar por vencidas: nadie podría contra ellas y contra su voluntad: y si la vida las agobiaba, la vida tendría que cambiar… ¡Tenían que triunfar! ¡Tenían que entenderse de otra forma y en otra vida mejor!

Y así salieron a la brega; al trabajo, a como diera lugar, como se pudiera, aun sin estudios ni formación académica suficientes tenían que salir adelante. Ya como secretaria una, la madre. En tanto las dos hermanas cercanas serían cantantes “Rubia y Morena” el dueto. Luego del ‘no pasó nada’, una –la rubia- siguió en solitario, mientras que la otra se ocupó de reportera y como escritora de historias que parecían inverosímiles pero que, por lo mismo, en un inverosímil mundo mexicano, éstas tuvieran éxito… Y entonces el triunfo, el reconocimiento, la gloria, la riqueza, la opulencia… Toda una vida en un ‘cuento’ en una ‘historieta’, en un ‘cómic’, en un “Pepín”…

Sí. Así eran las historias de “Lágrimas, risas y amor”, una serie histórica que se nutrió de aquellas vidas de soledad, abandono y lucha. Las mujeres que aparecen ahí son de origen humilde casi todas, pero también mujeres que habrán de enfrentarse al mundo con sus propias fuerzas y defenderse con sus propias garras.

Así que durante más de cuarenta años los mexicanos ‘lloraron, rieron y amaron’ a la lectura de historias trágicas vueltas en solución feliz. Lectores de sueños que éramos entonces. Cuando la televisión no hacía estragos en nuestros tiempos y en nuestra conciencia y cuando la ingenuidad nos hacía ver mundos destruidos luego reconstruidos y en los que la maldad siempre habría de terminar en ella misma en tanto que predominaría el bien, el amor y el beso final al inicio de un nuevo camino. ¡Cielos!

Así que Yolanda Vargas Dulché, la denominada “Reina de las historietas” nació el 18 de julio de 1925 en la colonia Guerrero del entonces Distrito Federal. De familia pobre –o ‘de economía inestable’ como hoy dicen los economistas de gobierno—en la que había poco dinero para el día a día alimentaria y mucho menos para pagar libros o cuadernos, aunque sí estudió lo básico. Pasaba de escuela pública a escuela pública sin concretar la enseñanza porque ‘no había cómo’.

Su padre, Armando Vargas de la Maza –un periodista sin mucha suerte, y su madre Josefina Dulché –de ascendencia francesa se separaron y ellas, su madre, su hermana mayor Elba y Yolanda se fueron a Los Ángeles, Estados Unidos, a probar suerte y para huir de la situación mexicana, pero nada: todo salió mal. Y pronto regresaron a México. Se instalaron en una vecindad en la misma colonia Guerrero y se fueron a buscar trabajo.

La madre de Yolanda consiguió una posición como telefonista en la Secretaría de Gobernación, en tanto que Yolanda y Elba formaron un dueto cantarín: “Rubia y Morena”. De pronto se encontraron en la XEW, tan importante por entonces, y en donde cantaron emotivos boleros de amor la flama.

Pero nada. No pasó nada. Lo que ganaban no alcanzaba ni para una torta de queso de puerco con su respectiva Lulú roja, así que aunque Elba insistió un poco más en la farándula, Yolanda se fue a trabajar como reportera.

Comenzó a publicar en el periódico “Esto” en la sección de espectáculos. Tenía 18 años de edad. Pero, claro, el sueldo no alcanzaba y, por lo mismo, pidió que le ayudaran dejándola publicar en otras secciones. Es así que comienza a escribir argumentos de historietas para la revista “Pepín”, que también hacía la Cadena García Valseca. De hecho ella había mostrado capacidades para la historieta desde los 16 años cuando escribió su primer cuento que publicó El Universal.

[El Coronel José García Valseca comenzó las andaduras editoriales desde 1929, pero en vista de que la situación económica del país como el alto índice de analfabetismo impedían el crecimiento de los periódicos, esto lo hacen mirar hacia el cómic como solución parcial, y así nace Paquito que en los treinta se vende a diez centavos el ejemplar, con lo que marca el nacimiento de la industrialización de la historieta en México. Luego vino Paquita que logra vender para 1937 320,000 ejemplares y, enseguida, nació Pepín que se convierte en un clásico…]

Pues es, precisamente en Pepín, en donde nace la historia de un negrito travieso y muy simpático que vive en una vecindad muy pobre, junto a su madre Eufrosina, que lava ropa ajena y que adora a su negrito bueno: es Memín Pinguín.

Eso de Pinguín por travieso, por latoso, por incontrolable, por ‘pingo’. Y lo de Memín, nada más ni nada menos que por quien por entonces era el novio-novillo de Yolanda: Guillermo de la Parra, un empleado bancario, aspirante a actor y buen bailador de vals, con quien luego de cinco años de noviazgo se casó y tuvieron hijos y luego nietos (Iddar, Tonatiuh, Manelick, Cristal, Emoé… y nietos, como Alondra de la Parra, la directora de orquesta).

La popularidad de Yolanda crecía poco a poco. Siempre vinculada a la Cadena García Valseca en donde le iba muy bien, tanto como reportera como por sus historietas para Pepín.

Esto lo percibió la competencia y de pronto el ejecutivo del por entonces boyante periódico “Novedades”, Gonzalo Herrerías, buscó a la escritora para ofrecerle trabajo y muy buena remuneración en su revista “Chamaco”, la que era competencia directa de la historieta del Coronel que sí tenía quien le escribiera.

Así que García Valseca se puso buzo y la retuvo ofreciéndole la dirección de “Pepín” y un sueldo excepcional: ni más ni menos que 6 mil quinientos pesos al mes. En los años cincuenta, esto era una verdadera fortuna.

Pero nada. El idilio terminó a finales de los cincuenta cuando –según relata la historia- ella se sintió afectada por la llegada de un jefe gruñón y ogro con el que no se llevaba nada bien, por lo que dejó la Cadena García Valseca y junto con su marido pusieron su propia editorial: EDAR (Editorial Argumentos). Las cosas no estuvieron bien durante unos tres años, pero de pronto dieron el campanazo con las historietas de Yolanda: el primero: Confidencias de un chofer, que relatabalas aventuras y avatares cotidianos de un ruletero en el Distrito Federal. Todo un éxito.

Y de ahí en adelante otros más: Cruz Gitana, El libro único, Doctora Corazón –que había sido un éxito en radio y en el que la Doctora Corazón atendía los problemas y las historias que le enviaba el público, particularmente mujeres--. Y por supuesto Memín Pinguín que era dibujado por Alberto Cabrera, primero, y luego por Sixto Valencia, otro emblemático dibujante de historietas, aunque el dibujante de cabecera de los Vargas Dulché fue Antonio Gutiérrez.

Otro producto editorial de mucho éxito y quizá el más emblemático fue la historieta “Lagrimas, risas y amor”. En esta revista se publicaron historias-históricas: María Isabel, Vagabundo, Gabriel y Gabriela, El pecado de Oyuki, Yesenia, Rarotonga –que fue escrita por Guillermo de la Parra-. Y más. Toda una saga de las historias de desdén, marginación, desprecio social, lucha feroz por la supervivencia económica y la prevalencia del amor, por encima de los avatares del destino (¡Sic!).

De tal forma hubo ejemplares de Lágrimas, risas y amor que llegaron a venderse por millones: más de cuatro millones en un solo mes, en todo el país.

Seguía abordar otras alternativas: la televisión y el cine. Los empresarios Vargas Dulché y De la Parra incursionaron en ambos medios, con todo éxito. Las historietas se convirtieron en ejemplos vivos de cómo el papel puede trasladarse a la electrónica o digital. Hubo telenovelas de grande éxito con las historias de Ladronzuela, María Isabel, Yesenia, Rubí, El Pecado de Oyuki, así como películas de éxito con las mismas historias.

Asimismo, como empresarios, internacionalizaron sus productos editoriales que tuvieron gran éxito en Europa, Rusia, Filipinas y crearon un emporio empresarial, que incluye hoteles Krystal y hasta una constructora.

“Mis críticos dicen que aman al pueblo, pero no hacen nada por él, ni siquiera divertirlos; empecé a escribir historietas porque quería llegar a las masas hablándoles en su propio idioma, dramatizando en mis historias sus propios sentimientos; lo conseguí, porque he buscado divertirlos y he logrado, aunque sea por unos momentos, sacarlos de sus grandes preocupaciones, de sus penas, de la tristeza de su vida diaria” dijo en una entrevista.

Por muchos años los lectores mexicanos de historietas se nutrieron de los relatos aparentemente sencillos de Yolanda Vargas Dulché. Son historias de sueño. De emoción. De reconocimiento de una clase social que sabe que puede conseguir el éxito mediante buenas argucias y trabajo.

Los personajes de esta narradora son simple y sencillamente los que vemos caminar al lado nuestro, de pronto o siempre; son personajes que tienen su propia historia que quiere ser contada para darnos cuenta de que ahí está nuestra propia historia, a veces cercana o quizá lejana: pero una historia simple y sencilla porque al final de cuentas, la gente más o menos feliz tiene poca historia, pero es historia, al final de cuentas.


jhsantiago@prodigy.net.mx

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