Los niños y los adultos de San Agustín Loxicha se mueren por calentura, tos, gripe, dolor de estómago, diarrea y vómito, “por cosas sencillas”, dice Álvaro Sebastián Ramírez, representante de la comunidad que se rige por usos y costumbres.
Dicen que es la pandemia de Covid-19 pero no, eso ha ocurrido desde hace varios años. En esta región de Oaxaca no hay médicos ni medicinas. Lo único que existe es el cascarón de un hospital que se comenzó a construir hace más de 12 años pero nunca se terminó.
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La mañana del sábado 29 de mayo, Ramírez recorre las instalaciones vandalizadas de lo que sería el hospital para beneficio de una decena de comunidades en esa zona de la sierra.
“Ahorita está bien destruido por dentro… Pensamos que nuestro Presidente de la República que (ha visto) en todo el país ese tipo de obras de elefante blanco, y él con sus esfuerzos ha podido echar a andar varios, pedimos que si habrá forma de que (el nuestro) funcione”.
Tras más de una década, la cancelería del inmueble está desvencijada y con vidrios rotos. Por ello se acumula el polvo y por la lluvia hay zonas llenas de lodo. Las paredes están descarapeladas, no hay agua. Los cables y pastillas para que funcione la red eléctrica también fueron blanco de la delincuencia, lo mismo que la instalación del aire acondicionado. En todo el lugar sólo hay dos estantes en color azul a los que les arrancaron las puertas.
El derrumbe provocado por los sismos de 2017 es lo primero que se ve al llegar al hospital de la comunidad, que los pobladores llaman “el cascarón”.
Hace más de un mes, después de ser electo por la comunidad, Álvaro Sebastián Ramírez reunió a todos los pobladores para hacerles ver que el hospital estaba entre los escombros de vidrios rotos, hierba y lodo. Entre niños y adultos, unas cien personas se reunieron un domingo para limpiar.
“En eso nos llamaron de la Secretaría de Salud, que fuéramos a (la capital de) Oaxaca para ver lo del hospital, hace un mes. Luego vino personal de la Secretaría y un arquitecto. Tomaron fotos por dentro, por fuera, y de los derrumbes”.
Antes de irse, el coordinador del grupo “sólo nos comentó que van a hacer el estudio, van a seguir viniendo para ya después saber si se va a echar a funcionar (terminar la obra)”.
Había pasado tiempo desde que una autoridad sanitaria se había parado en el inmueble. Ramírez recuerda que después de que la constructora mantuvo vigilancia por dos años tras la edificación del cascarón, y una vez que lo entregó al gobierno estatal, éste quedó en el olvido.
Aunque hay ideas en el tintero para convertir la estructura en un albergue, una telesecundaria o un recinto donde se impartan talleres de panadería o carpintería, lo cierto es que el hospital es indispensable.
San Agustín Loxicha es un lugar céntrico donde confluyen una decena de municipios en torno a Loma Bonita, como San Bartolomé, Santa Catarina Juquila, San Baltazar, La Conchuda, Llano Maguey, Santa Cruz, Quelove, Magdalena, Aguacate y La Sirena, entre otras.
El hospital más cercano queda en Pochutla, a tres o cuatro horas de distancia, dependiendo de la temporada del año por la afectación de las lluvias a los caminos artesanales y carreteras, así como la disponibilidad de transporte.
“La verdad estamos abandonados aquí. Preferimos que funcione este hospital porque en los pueblos de aquí alrededor, los niños de un año o dos, bebés y hasta personas adultas, se están muriendo de tos, gripe, un dolor cólico en el estómago y cosas aquí que decimos enfermedades sencillas y como no hay médicos, no hay pastillas. La gente se muere y aprovechan para decir que es la pandemia, pero no es cierto, es por falta de medicamentos y médicos”.
El servicio médico llegó a la comunidad hace unos días, a una casa que la comunidad creó después de más de un año sin asistencia. “Nos mandaron un poco de medicamento, aunque la mitad caducado. Escogimos los (medicamentos) buenos y los caducados los regresamos para que vieran lo que nos mandaron”.
Desde que el Gobierno federal quitó el programa Prospera e IMSS Bienestar, no hay apoyo para quienes realizaban labores de asistencia médica y Álvaro se ha empeñado en recuperar al menos ese servicio, mientras deciden qué va a ocurrir con el hospital.
En 2006 se empezó a construir el hospital. Cuatro años duró la construcción, dos años más estuvo bajo vigilancia de la constructora en espera de ser equipado. Como eso no ocurrió se lo entregaron a la Secretaría de Salud del estado y desde entonces el cascarón está abandonado.
Después de ver la reacción de quienes fueron a tomar imágenes del lugar, Álvaro de 65 años de edad, cree que el Gobierno ya decidió no recuperar el hospital.
“El médico que vino, un joven de 35 años, se ve que nunca sale al campo y nada más vio el derrumbe de aquí al lado y se asustó. Creo que con el derrumbe como que nos veía diciéndonos: no se va a echar a andar. Yo he visto otras cosas y han puesto muros de contención y se puede hacer. Ahora sí que queriendo se hace y se hecha a funcionar. Todo lo construido se puede reconstruir en la parte de adentro. Lo que es el cascarón nada más requiere una pintada y volver a componerlo, el cablerío, el agua y se puede hacer”.
Repite una y otra vez: “en esta parte de la región Loxicha estamos muy olvidados. Hemos sido olvidados y seguimos siendo olvidados. Y aunque nosotros tratamos de hacer algo con muchos esfuerzos, hemos levantado cosas gracias al apoyo de los pueblos y las comunidades”.
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