/ lunes 8 de mayo de 2023

Madres y deportistas, ¿cómo se combina lo que se hace por amor?

Algunas madres deportistas han tenido que pausar sus carreras para dedicarse a sus hijos

Morelia, Mich (OEM-Infomex).- Liliana Mercado Farfán tiene toda la paciencia de este mundo. Sin prisas y con toda la amabilidad posible, dedica unos minutos a amarrar los patines de los niños. Se encuentra en el patinódromo de la Comisión Estatal de Cultura Física y Deporte (CECUFID), donde todos los días entrena a un grupo de patinaje llamado “Los Chukys”, cuyos integrantes tienen edades que van desde los 4 y a lo mucho 8 años.

Las habilidades aplicadas por parte de la entrenadora son propias de una madre, mismas que desarrolló gracias a sus dos hijas Livani y Sol, de 21 y 18 años, respectivamente, quienes en su momento formaron parte de la selección michoacana de Patines Sobre Ruedas y fueron medallistas en lo que entonces se conocía como Olimpiada Nacional.

Ingeniera de profesión, pero también entrenadora de patinaje desde hace 16 años, aprendió a combinar el deporte con la responsabilidad de ser madre, algo que con el tiempo fue consolidando y le ayudó a crear unidad familiar.

“Ahorita ya es más sencillo porque mis hijas ya se retiraron del deporte, estudian la universidad y ni siquiera viven en Morelia, pero cuando eran niñas sí resultaba complicado combinar ambas cosas porque yo debía estar pendiente de algunas clases y también llegó un momento en que me tocó entrenarlas y surgió esta confusión de si tenían que llamarme mamá o entrenadora”.

Abunda que fue un proceso en el que tuvieron que aprender las tres, pues la dinámica que finalmente funcionó dentro del patinódromo es en la que el papel de madre quedaba de lado para convertirse exclusivamente en entrenadora.

“Cuando llegábamos a casa volvía a ser la mamá, les preguntaba si ya habían cumplido con sus tareas, les ayudaba a estudiar, indagaba el cómo se sentían y cosas de ese tipo. Siempre procuré que nunca se llevaran situaciones del entrenamiento al hogar ni viceversa, pues se trataba de respetar los lugares y los espacios”.

Liliana Mercado considera que el hecho de que sus hijas se hayan involucrado en el deporte fue una especie de ventaja para poder continuar sus actividades como entrenadora, ya que podía convivir con ellas y al mismo tiempo estar segura de que estaban bien.

No obstante, insiste que la parte de ser entrenadora y mamá por momentos llegaba a crear conflictos, pues llegaron a reprocharle que sufrían más regaños que el resto de sus compañeros del equipo de patinaje.

“Para mí sí llegó a ser cansado, pues en ese tiempo yo llegué a tener hasta tres trabajos distintos, entonces tenía que acoplarme y aprovechar el tiempo que me quedaba para ellas, mismo que conseguía cuando nos trasladábamos juntas al entrenamiento”.

El hecho de estar juntas las tres en el patinaje, refiere que les otorgó experiencias únicas cuando viajaban juntas a competir a justas nacionales e internacionales, ya que además de la oportunidad de conocer otros países, tuvo la fortuna de apreciar cómo iban creciendo.

“Como papás siempre quieres que tus hijos convivan con otras amistades y el poder presenciarlo de cerca gracias al deporte es algo muy gratificante, pero además lograron hacer una familia con sus compañeros de patinaje, entonces se volvió sencillo hacer que encajaran en el grupo”.

Incluso, comparte que el deporte le funcionó de alguna manera como método educativo, pues valores como el compañerismo, la responsabilidad, el respeto y la disciplina, se fueron sembrando en sus personalidades y aprendieron a trasladarlos a otros ámbitos como el académico.

Aunque sus hijas ya no se encuentran con ella en la convivencia diaria, Liliana Mercado dice que de alguna manera se sigue sintiendo madre con sus atletas, ya que es a ella a quien se le deposita la confianza cuando tienen que viajar a otros estados o países a competir.

Incluso, añade que recientemente un exalumno suyo le escribió para informarle que había sido papá y lo hizo sabiendo que en ella tenía una mamá adoptiva, algo que reconoce le genera una alegría inigualable.

Boxeadora con pausas

Si bien Soledad Vargas ha llegado a ser campeona nacional de boxeo y ha peleado un título mundial que estuvo cerca de ganar, durante su carrera ha tenido que tomar pausas para concentrarse en la función de ser madre.

Entrevistada por el Sol de Morelia, la originaria del municipio de Apatzingán relata que no ha sido sencillo, pero argumenta que ha sabido combinarlo porque cuenta con el apoyo de su esposo y entrenador Omar Garnica.

“Tengo a mi hijo Edwin de 19 años y él por ejemplo me ayuda con la niña más chica, pero sí es complicado porque yo estoy entrenando y de repente llora, entonces lógicamente quiero dejar de pegarle al costal y correr a ver qué es lo que tiene”.

Asimismo, señala que se vuelve agotador hasta cierto punto, pues se encuentra en un proceso donde todavía tiene que amamantar a la bebé, por lo que no puede comenzar a entrenar hasta haber alimentado a su hija.

Aunado a esto, explica que ha aprendido a organizar sus tiempos, puesto que también tiene a su hijo Abner de 8 años, a quien debe llevarlo a la escuela y dedicarle tiempo, pero también a ella misma como mujer.

“Cuando he tomado mis pausas en los embarazos y después regreso a la actividad, me cuesta el doble porque prácticamente empiezo desde cero. Me parece que también tiene que ver mucho la edad, pues cuando tuve a Abner yo tenía 23 años y ahora tengo 31, entonces me costó mucho trabajo volver en esta última ocasión”.

Reconoce que por momentos todavía se agita y ha tenido que lidiar con el hecho de que todo el peso se le fue a sus piernas, además de que le está implicando un mayor esfuerzo bajar de peso a comparación del primer embarazo.

Sin embargo, pensando en su pelea que tendrá en el mes de junio en el municipio de Sahuayo y con la cual regresará de manera oficial al boxeo, considera que se encuentra en un 60 por ciento de su nivel, por lo que espera poder alcanzar su mejor forma en lo que resta del mes de mayo para llevarse el triunfo arriba del ring.

“También tengo que decir que el regresar al deporte tras un embarazo es algo que me ha ayudado tanto físicamente como en lo psicológico, ya que me regala el sentirme mejor conmigo misma, dejar lados aspectos emocionales como la depresión, pues cuando tuve a mi niña tardé más de un mes para volver a fijarme en un espejo, pero ahora me emociona darme cuenta que poco a poco estoy retomando el cuerpo que tenía”.

Cuando tiene que decir adiós por un tiempo a su carrera, admite que le ha costado por el hábito que lleva arraigado desde hace muchos años, pero también aclara que no se lo reprocha, dado que la maternidad es una etapa de su vida que ha disfrutado.

En este sentido, recomienda a aquellas deportistas que son madres primerizas a que tengan paciencia con su cuerpo, pues si su decisión fue ser mamás, expresa que lo mejor es aprender a disfrutarlo, además de que argumenta que como atletas sabrán detectar el momento idóneo para retomar sus disciplinas.

Por otra parte, sobre la manera que tiene su hijo de 8 años de vivir y asimilar que su madre sea boxeadora, expone que por momentos pasa por sentimientos de tristeza cuando le toca ir a pelear a otra ciudad, pero también se emociona cuando la observa entrenar o peleando arriba del ring.

“Ahora que tiene más consciencia, va al gimnasio y me pide que le eche ganas, luego cuando mi esposo transmite las peleas, me doy cuenta que echa porras, grita y a mí me gusta ver todo eso. Evidentemente cuando yo no estoy en una preparación de cara a un combate, trato de pasar el mayor tiempo posible con él”.

Pese al reto que implica ser madre y deportista de alto rendimiento, Sol Vargas asevera que por su mente nunca ha pasado el retiro, por lo menos no hasta que cumpla con su meta de ser campeona mundial.

“Sé de casos de boxeadoras que se casaron o tuvieron hijos y decidieron abandonar sus carreras deportivas, pero yo soy tan necia y aferrada que no lo quiero dejar. Sé que tengo el apoyo de mi esposo de seguir hasta donde yo decida y creo que es lo que les falta a otras pugilistas, que tengan a esa persona a lado que las impulse a combinar ambas cosas”, concluye.

Morelia, Mich (OEM-Infomex).- Liliana Mercado Farfán tiene toda la paciencia de este mundo. Sin prisas y con toda la amabilidad posible, dedica unos minutos a amarrar los patines de los niños. Se encuentra en el patinódromo de la Comisión Estatal de Cultura Física y Deporte (CECUFID), donde todos los días entrena a un grupo de patinaje llamado “Los Chukys”, cuyos integrantes tienen edades que van desde los 4 y a lo mucho 8 años.

Las habilidades aplicadas por parte de la entrenadora son propias de una madre, mismas que desarrolló gracias a sus dos hijas Livani y Sol, de 21 y 18 años, respectivamente, quienes en su momento formaron parte de la selección michoacana de Patines Sobre Ruedas y fueron medallistas en lo que entonces se conocía como Olimpiada Nacional.

Ingeniera de profesión, pero también entrenadora de patinaje desde hace 16 años, aprendió a combinar el deporte con la responsabilidad de ser madre, algo que con el tiempo fue consolidando y le ayudó a crear unidad familiar.

“Ahorita ya es más sencillo porque mis hijas ya se retiraron del deporte, estudian la universidad y ni siquiera viven en Morelia, pero cuando eran niñas sí resultaba complicado combinar ambas cosas porque yo debía estar pendiente de algunas clases y también llegó un momento en que me tocó entrenarlas y surgió esta confusión de si tenían que llamarme mamá o entrenadora”.

Abunda que fue un proceso en el que tuvieron que aprender las tres, pues la dinámica que finalmente funcionó dentro del patinódromo es en la que el papel de madre quedaba de lado para convertirse exclusivamente en entrenadora.

“Cuando llegábamos a casa volvía a ser la mamá, les preguntaba si ya habían cumplido con sus tareas, les ayudaba a estudiar, indagaba el cómo se sentían y cosas de ese tipo. Siempre procuré que nunca se llevaran situaciones del entrenamiento al hogar ni viceversa, pues se trataba de respetar los lugares y los espacios”.

Liliana Mercado considera que el hecho de que sus hijas se hayan involucrado en el deporte fue una especie de ventaja para poder continuar sus actividades como entrenadora, ya que podía convivir con ellas y al mismo tiempo estar segura de que estaban bien.

No obstante, insiste que la parte de ser entrenadora y mamá por momentos llegaba a crear conflictos, pues llegaron a reprocharle que sufrían más regaños que el resto de sus compañeros del equipo de patinaje.

“Para mí sí llegó a ser cansado, pues en ese tiempo yo llegué a tener hasta tres trabajos distintos, entonces tenía que acoplarme y aprovechar el tiempo que me quedaba para ellas, mismo que conseguía cuando nos trasladábamos juntas al entrenamiento”.

El hecho de estar juntas las tres en el patinaje, refiere que les otorgó experiencias únicas cuando viajaban juntas a competir a justas nacionales e internacionales, ya que además de la oportunidad de conocer otros países, tuvo la fortuna de apreciar cómo iban creciendo.

“Como papás siempre quieres que tus hijos convivan con otras amistades y el poder presenciarlo de cerca gracias al deporte es algo muy gratificante, pero además lograron hacer una familia con sus compañeros de patinaje, entonces se volvió sencillo hacer que encajaran en el grupo”.

Incluso, comparte que el deporte le funcionó de alguna manera como método educativo, pues valores como el compañerismo, la responsabilidad, el respeto y la disciplina, se fueron sembrando en sus personalidades y aprendieron a trasladarlos a otros ámbitos como el académico.

Aunque sus hijas ya no se encuentran con ella en la convivencia diaria, Liliana Mercado dice que de alguna manera se sigue sintiendo madre con sus atletas, ya que es a ella a quien se le deposita la confianza cuando tienen que viajar a otros estados o países a competir.

Incluso, añade que recientemente un exalumno suyo le escribió para informarle que había sido papá y lo hizo sabiendo que en ella tenía una mamá adoptiva, algo que reconoce le genera una alegría inigualable.

Boxeadora con pausas

Si bien Soledad Vargas ha llegado a ser campeona nacional de boxeo y ha peleado un título mundial que estuvo cerca de ganar, durante su carrera ha tenido que tomar pausas para concentrarse en la función de ser madre.

Entrevistada por el Sol de Morelia, la originaria del municipio de Apatzingán relata que no ha sido sencillo, pero argumenta que ha sabido combinarlo porque cuenta con el apoyo de su esposo y entrenador Omar Garnica.

“Tengo a mi hijo Edwin de 19 años y él por ejemplo me ayuda con la niña más chica, pero sí es complicado porque yo estoy entrenando y de repente llora, entonces lógicamente quiero dejar de pegarle al costal y correr a ver qué es lo que tiene”.

Asimismo, señala que se vuelve agotador hasta cierto punto, pues se encuentra en un proceso donde todavía tiene que amamantar a la bebé, por lo que no puede comenzar a entrenar hasta haber alimentado a su hija.

Aunado a esto, explica que ha aprendido a organizar sus tiempos, puesto que también tiene a su hijo Abner de 8 años, a quien debe llevarlo a la escuela y dedicarle tiempo, pero también a ella misma como mujer.

“Cuando he tomado mis pausas en los embarazos y después regreso a la actividad, me cuesta el doble porque prácticamente empiezo desde cero. Me parece que también tiene que ver mucho la edad, pues cuando tuve a Abner yo tenía 23 años y ahora tengo 31, entonces me costó mucho trabajo volver en esta última ocasión”.

Reconoce que por momentos todavía se agita y ha tenido que lidiar con el hecho de que todo el peso se le fue a sus piernas, además de que le está implicando un mayor esfuerzo bajar de peso a comparación del primer embarazo.

Sin embargo, pensando en su pelea que tendrá en el mes de junio en el municipio de Sahuayo y con la cual regresará de manera oficial al boxeo, considera que se encuentra en un 60 por ciento de su nivel, por lo que espera poder alcanzar su mejor forma en lo que resta del mes de mayo para llevarse el triunfo arriba del ring.

“También tengo que decir que el regresar al deporte tras un embarazo es algo que me ha ayudado tanto físicamente como en lo psicológico, ya que me regala el sentirme mejor conmigo misma, dejar lados aspectos emocionales como la depresión, pues cuando tuve a mi niña tardé más de un mes para volver a fijarme en un espejo, pero ahora me emociona darme cuenta que poco a poco estoy retomando el cuerpo que tenía”.

Cuando tiene que decir adiós por un tiempo a su carrera, admite que le ha costado por el hábito que lleva arraigado desde hace muchos años, pero también aclara que no se lo reprocha, dado que la maternidad es una etapa de su vida que ha disfrutado.

En este sentido, recomienda a aquellas deportistas que son madres primerizas a que tengan paciencia con su cuerpo, pues si su decisión fue ser mamás, expresa que lo mejor es aprender a disfrutarlo, además de que argumenta que como atletas sabrán detectar el momento idóneo para retomar sus disciplinas.

Por otra parte, sobre la manera que tiene su hijo de 8 años de vivir y asimilar que su madre sea boxeadora, expone que por momentos pasa por sentimientos de tristeza cuando le toca ir a pelear a otra ciudad, pero también se emociona cuando la observa entrenar o peleando arriba del ring.

“Ahora que tiene más consciencia, va al gimnasio y me pide que le eche ganas, luego cuando mi esposo transmite las peleas, me doy cuenta que echa porras, grita y a mí me gusta ver todo eso. Evidentemente cuando yo no estoy en una preparación de cara a un combate, trato de pasar el mayor tiempo posible con él”.

Pese al reto que implica ser madre y deportista de alto rendimiento, Sol Vargas asevera que por su mente nunca ha pasado el retiro, por lo menos no hasta que cumpla con su meta de ser campeona mundial.

“Sé de casos de boxeadoras que se casaron o tuvieron hijos y decidieron abandonar sus carreras deportivas, pero yo soy tan necia y aferrada que no lo quiero dejar. Sé que tengo el apoyo de mi esposo de seguir hasta donde yo decida y creo que es lo que les falta a otras pugilistas, que tengan a esa persona a lado que las impulse a combinar ambas cosas”, concluye.

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