Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- A 93 años de su nacimiento del poeta mexicano y escribano de la vida, Jaime Sabines, considerado como uno de los poetas más leídos a finales del siglo veinte en México. Aquí te recordamos tres poemas de amor, existencialismo y desamor de Sabines.
Jaime Sabines dejó una muestra viva de su intelecto y de su corazón en toda su poesía, trascendiendo en cada verso y expresión lírica e iluminando a cada lector, por ejemplo, en uno de sus mejores poemas: "Espero curarme de ti" donde entona en versos el desamor, también, “Horal” donde habla de la preocupación existencial del hombre o “Amor mío, mi amor”, referente al amor.
Sabines nació un día como hoy 26 de marzo, pero de 1926 en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, realizó sus primeros estudios en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, después se trasladó a Ciudad de México e ingresó en la Escuela Nacional de Medicina (1945), tres años después la abandonó, para después ingresar a la carrera de lenguas y literatura españolas.
Dentro del poemario de Sabines, se encuentra una cantidad de temas a tratar, desde cuestiones relacionadas al amor, al desamor, a Dios, igualmente, asuntos filosóficos, como la angustia existencial, la preocupación de la muerte y el problema de la nada. A continuación se verán tres poemas que hablan de esta finca poética de Sabines.
Horal
El mar se mide por olas,
el cielo por alas,
nosotros por lágrimas.
El aire descansa en las hojas,
el agua en los ojos,
nosotros en nada.
Parece que sales y soles,
nosotros y nada…
Amor mío, mi amor
Amor mío, mi amor, amor hallado
de pronto en la ostra de la muerte.
Quiero comer contigo, estar, amar contigo,
quiero tocarte, verte.
Me lo digo, lo dicen en mi cuerpo
los hilos de mi sangre acostumbrada,
lo dice este dolor y mis zapatos
y mi boca y mi almohada.
Te quiero, amor, amor absurdamente,
tontamente, perdido, iluminado,
soñando rosas e inventando estrellas
y diciéndote adiós yendo a tu lado.
Te quiero desde el poste de la esquina,
desde la alfombra de ese cuarto a solas,
en las sábanas tibias de tu cuerpo
donde se duerme un agua de amapolas.
Cabellera del aire desvelado,
río de noche, platanar oscuro,
colmena ciega, amor desenterrado,
voy a seguir tus pasos hacia arriba,
de tus pies a tu muslo y tu costado.
Espero curarme de ti
Espero curarme de ti en unos días.
Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible.
Siguiendo las prescripciones de la moral en turno.
Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?
No es mucho, ni es poco, es bastante.
En una semana se puede reunir todas las palabras de amor
que se han pronunciado sobre la tierra
y se les puede prender fuego.
Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado.
Y también el silencio. Porque las mejores palabras de amor
están entre dos gentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral
y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero
cuando digo: “qué calor hace”, “dame agua”,
“¿sabes manejar?”, “se hizo de noche”.
Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías,
te he dicho “ya es tarde”, y tú sabías que decía “te quiero”).
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo.
Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras:
guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura.
No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana
para entender las cosas. Porque esto es muy parecido
a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.