Morelia, Michoacán (OEM - Infomex).- No son ni las siete de la mañana cuando Fran comienza a tomar la primera orden de tragos. De buen humor, con su clásica sonrisa que acompaña con un prominente bigote blanco y sin señales de sueño, en los Baños Valladolid recibe a un contingente de alegres amanecidos que vienen de una intensa noche en la Burbuja en la que se incluye una breve escala en el Magnate del Menudo.
En este espacio ubicado en la pintoresca calle Eduardo Ruiz del Centro Histórico de Morelia, las cervezas y las regaderas se abren al mismo tiempo. A partir de ese momento, empieza un manifiesto de libertad en el que lo único que está prohibido es ejercer violencia -en cualquiera de sus formas- sobre los demás.
Si bien no está conformado como un club de asociados, muchas caras son conocidas por su visita frecuente al lugar y la mayoría de ellos mantiene una relación de amistad con el trabajador Fran, quien a todos saluda por igual y dedica un tiempo para conversar sobre cualquier cosa.
También están los que no se conocen en lo absoluto, pero les demora solo unos segundos intercambiar palabras. Ya sea por la fiesta que arrastran o la bocina ubicada en la barra del bar que Fran cede para que todos pongan música a placer, pero en un abrir y cerrar de ojos todos encajan bajo la misma sintonía.
Si en los años 60 los Baños Valladolid era el centro de reunión por excelencia de los estudiantes, trabajadores y usuarios que rondaban en la antigua Terminal de Autobuses, al día de hoy se ha convertido en el sitio ideal para echarse un regaderazo o un baño de vapor mientras se conecta la borrachera.
Pero también es un punto de congregación para la comunidad LBGTIQ, donde el ligue, los besos, los manoseos, el sexo, el baile o una simple charla, tienen cabida sin que se tenga una sanción social o una mirada de prejuicio de por medio.
“Cuando yo empecé a ir me resultaba toda una experiencia, el corazón se me salía porque considera que estaba en un sitio clandestino de ligue gay, pero la verdad es que ahora voy porque me gusta el vapor, el agua caliente y que es una zona de esparcimiento, donde todo esto se combina con que llego conectado de la fiesta, te puedes echar un taco de ojo y eso que termina por ser un plus”, explica un usuario frecuente que prefiere mantenerse en el anonimato.
Por la cantidad de 120 pesos, los clientes de los Baños Valladolid pueden acceder a la zona general en la que se encuentra una alberca de alta temperatura, dos vapores de uso colectivo que en sus puertas exhiben la modalidad Turca y Sauna, así como regaderas individuales. En medio de todos estos apartamentos, también se suele establecer un masajista que ofrece sus servicios a precios accesibles.
El rango de edad sale sobrando al interior y ante los ojos las escenas son variopintas: parejas que van a compartir y hablar, amigos que simplemente quieren seguir la fiesta, sexo casual entre el vapor o sexo oral de manera compartida.
Si la privacidad es una necesidad, en la parte alta del edificio se ponen a disposición vapores catalogados como VIP y que sus precios rondan a partir de los 150 pesos.
“Yo la verdad vengo porque me gusta el exceso”, detalla otro usuario en el anonimato, quien reconoce que ha utilizado los baños como un punto que le permite seguir la fiesta cuando en la Burbuja apagan la rocola y no se sirve una bebida más.
El resguardarse la identidad por unas horas no es una casualidad. Entre las mesas del Valladolid y sus regaderas, han pasado regidores y políticos de distintas cortes partidistas, licenciados, ingenieros y hasta personas que inventan historias fantásticas que usan como herramienta de ligue. Todo forma parte de una realidad simulada en la que todos quieren jugar.
La dinámica de tener encuentros casuales para muchos se ha convertido en una adicción, para otros lo es el vapor y el relajamiento corporal que les provoca, pero también están los que simplemente disfrutan de esas desmañadas en plena libertad. Es un hecho que, en los míticos Baños Valladolid, ningún día resulta igual al anterior.