“No soy de aquellos que juzgan que místicamente todatraducción es inferior al original. Muchas veces he sospechado, ohe podido comprobar, lo contrario…” argumentó Borges en suNota sobre Ulises en español. Por ello una traducción no debe seruna copia “fiel” del original, es un trabajo que involucrainterpretaciones de la obra a traducir, esto comentó el día deayer Shadi Rohana, investigador y traductor de origen palestino,durante la presentación de “Las batallas del desierto” enárabe, en el foro Giraluna.
Acompañado por Adriana Ronquillo, artista visual que ilustróla pequeña novela; Laila Carmen Makki, académica de la culturaárabe; y Mara Bautista, coordinadora de la cafebrería ElTraspatio, Rohana aseveró, en relación con la complejidad detraducir esta obra, que “lo que debo hacer es transmitir lanovela”.
Este es un reto inherente a todo ejercicio de traducción, yaque, como indica la hipótesis de Sapir-Whorf, la lengua es unaforma única de ver el mundo. Razón por la cual el principalproblema para Shadi fue revelar a la cultura árabe, en específicoPalestina, el mundo que propone “Las batallas en el desierto”,con su fondo cultural e histórico, anclado en un momentodeterminado, en una ciudad determinada.
No obstante, opinó que en la literatura, y en el arte, hayelementos universales, que traspasan momentos y culturas, en estecaso el amor, el miedo, los prejuicios y el retorno del lector a unambiente de nostalgia, de una edad.
Además, el investigador relató la manera en la que encontróla novela de José Emilio, “en un rincón de una biblioteca”.Después de la lectura hubo una identificación y admiración porla obra del mexicano, lo que lo llevó a proponerse realizar unatraducción al árabe salvando, aunque sea de manera parcial, unvacío que existe en la difusión de la obra del escritor de “Elprincipio del placer”.
Lamentó que Pacheco no sea reconocido fuera de México, alnivel por ejemplo de García Márquez, Vargas Llosa o Fuentes, yaque las editoriales crearon también un sello de la literatura“hispanoamericana”, fenómeno editorial que omitió a figurascomo José Emilio, Enrique Lihn o Mario Levrero, por citar algunos.“Se espera (en el mundo) cierta literatura (latinoamericana),como el realismo mágico y la de resistencia”, agregó.
Asimismo, criticó esta forma editorial de “catalogar” laliteratura como una manera de definir al otro, una relación depoder.
En este sentido, compartió que la literatura es una forma dealejarse del mundo del mercado, sin ver al arte como unacompetencia de superioridad, sino como un ejercicio de libertad yreflexión.
Ejercicio de libertad que también supone la traducción, aladaptar una novela a un mundo cultural, no a una lengua. Tampoco,dijo, se trata de “verter” el contenido a otro idioma, sino dereconstruir aquellos pasajes “difíciles” para un mundo. Eneste caso la palabra “conejo” (forma de llamar a un agitadorpagado por instituciones gubernamentales o públicas para violentara un grupo) tuvo que ser explicada al no encontrar una traduccióncompletamente similar.
En relación con la traducción de la obra, esta se dio graciasal apoyo del Fonca. Para que después saliera al mercado palestino,son sus complejidades para editar obras.
Las ilustraciones entre cada capítulo y de portada son de laartista Adriana Ronquillo, quien se propuso plasmar las evocacionesque le transmitía la novela.
Además, estos grabados del libro dan testimonio de una historiadel arte gráfico mexicano, son sus temas populares y su grantradición en el grabado, por lo que el lector árabe tambiéntendrá a su disposición una parte del arte visual en México.
Este es uno de los únicos trabajos que se han hecho pordifundir la obra de Pacheco al árabe, ahí radica su importanciaen compartir con otros países a uno de los escritores másimportantes que dio México y que, con suerte, se abra un diálogomás cercano entre lectores y escritores de estas culturas.