/ lunes 10 de enero de 2022

Una década después, Evangelina sigue buscando a su hija

El 11 de junio de 2012, a Evangelina le secuestraron a su hija frente a ella

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- A Evangelina Contreras Ceja le arrebataron a su hija el 11 de junio del 2012. Frente a sus ojos, en Caleta de Campos, Lázaro Cárdenas, observó cómo fue obligada a subir a un vehículo con la complicidad de la Policía Municipal y la Marina. Durante las primeras horas, le permitían tener comunicación vía telefónica con ella, hasta que llegaría una última llamada: “Mamá, no te preocupes, no te sientas mal, no quiero que sufras por mí y no te vayas a sentir mal nunca, pero ya nos dijeron que no vamos a durar aquí”.

Desde entonces, la madre de Tania ha emprendido una incansable búsqueda por distintos puntos de Michoacán. En medio de la desesperación, vio hacia el frente lo profundo del mar y a sus espaldas las montañas. No sabía por dónde empezar, simplemente vagaba por las calles preguntando a quien se le atravesara en el camino.

De acuerdo con datos de la Fiscalía General del Estado (FGE), entre 2017 y 2021 se reportan un total de mil 85 desapariciones en Michoacán, de las que se han desprendido 823 carpetas de investigación; pero Evangelina sabe que las cifras no se acercan ni un poco a la realidad. Son más los que ya no pudieron volver a sus casas, sin embargo, las amenazas y el temor a represalias provocó que las familias no se animaran a presentar una denuncia.

“Me fui a Lázaro Cárdenas a presentar una denuncia ante el Ministerio Público, pero no me dieron nada, ningún papel. Cuando en 2014 voy a la Fiscalía en Morelia, me informan que nunca se registró la denuncia, que todo había sido una simulación y que, de mí, lo único que tenían era mi número telefónico”.

En el viacrucis que implica acudir a las instituciones, relata que, al dolor y la desesperación, se suma la indiferencia de las autoridades, pues lejos de encontrar ayuda, ha recibido intimidaciones, acusaciones de criminalización y sobre todo, entre trámites terminan por aniquilarle las esperanzas de recibir ayuda.

Ante la falta de respuestas y una clara línea de investigación, Evangelina confiesa que ha llegado a reunirse hasta con líderes criminales, suplicándoles que le digan dónde está su hija. Pero nada. Los cárteles de Caleta, Aguililla y Coalcomán han negado rotundamente haber participado en la desaparición de Tania.

Con el paso de los años, en la mente de Evangelina se han formulado múltiples teorías sobre los motivos por los que se llevaron a su hija. No puede comprobar nada, pero tiene dos certezas, la primera es que Tania era una buena persona y que no merecía un daño a este nivel; la segunda, es que el crimen organizado está involucrado.

Te podría interesar: Más de mil personas han desaparecido en Michoacán en los últimos 4 años

Las amenazas de muerte con las que se ha acostumbrado a vivir son ejemplo de lo anterior. Como una medida de presión para que retire la denuncia, en 2018, bajo una dinámica similar a la de Tania, le desaparecieron a otro hijo por unos días y cuando se lo entregaron, fue en condiciones de tortura.

“Tenía un terror de que me lo mandaran muerto, hecho pedazos. Es inevitable no caer en depresión cuando se me vienen los recuerdos, las amenazas no cesan y a mí me tumba que constantemente deba estar cambiando de domicilio porque me tienen perfectamente identificada”.

Sin embargo, aclara que el hostigamiento nunca la ha hecho considerar el claudicar. Dice que no le da miedo salir a la calle y que la maten. Al contrario, se convenció de su causa y comenzó a organizarse con familias que viven el mismo sufrimiento. Emprenden brigadas, rastreos y no dejan de presionar a la Comisión Estatal de Búsqueda.

“Siempre hay que estar haciendo las gestiones con el gobierno para el tema de seguridad, los acompañamientos, pero con las iglesias es más fácil porque te apoya con alimentación y hospedaje. Después pensamos que con la Comisión de Búsqueda se iban a facilitar estos trabajos porque tenían el equipo y el recurso, pero justo el argumento que siempre dan es que no hay dinero”.

Evangelina está enferma. Su único deseo es que la vida le alcance para encontrar a su hija. A casi diez años de haberla visto por última vez, asegura que no tiene deseos de venganza, incluso se dice dispuesta a olvidar el pasado, pero sólo pide que los cárteles le informen el paradero de Tania.

También habla sobre el anhelo de que la violencia y los ríos de sangre ya se detengan en Michoacán. Sin tapujos envía un mensaje al narcotráfico: les sugiere que lleguen a acuerdos entre los grupos, que eviten dañar a las familias y no dejen más huérfanos que se convertirán en los futuros sicarios. Del Estado ya no espera nada, pues para Evangelina la cosa es clara: la paz está en manos de los criminales.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- A Evangelina Contreras Ceja le arrebataron a su hija el 11 de junio del 2012. Frente a sus ojos, en Caleta de Campos, Lázaro Cárdenas, observó cómo fue obligada a subir a un vehículo con la complicidad de la Policía Municipal y la Marina. Durante las primeras horas, le permitían tener comunicación vía telefónica con ella, hasta que llegaría una última llamada: “Mamá, no te preocupes, no te sientas mal, no quiero que sufras por mí y no te vayas a sentir mal nunca, pero ya nos dijeron que no vamos a durar aquí”.

Desde entonces, la madre de Tania ha emprendido una incansable búsqueda por distintos puntos de Michoacán. En medio de la desesperación, vio hacia el frente lo profundo del mar y a sus espaldas las montañas. No sabía por dónde empezar, simplemente vagaba por las calles preguntando a quien se le atravesara en el camino.

De acuerdo con datos de la Fiscalía General del Estado (FGE), entre 2017 y 2021 se reportan un total de mil 85 desapariciones en Michoacán, de las que se han desprendido 823 carpetas de investigación; pero Evangelina sabe que las cifras no se acercan ni un poco a la realidad. Son más los que ya no pudieron volver a sus casas, sin embargo, las amenazas y el temor a represalias provocó que las familias no se animaran a presentar una denuncia.

“Me fui a Lázaro Cárdenas a presentar una denuncia ante el Ministerio Público, pero no me dieron nada, ningún papel. Cuando en 2014 voy a la Fiscalía en Morelia, me informan que nunca se registró la denuncia, que todo había sido una simulación y que, de mí, lo único que tenían era mi número telefónico”.

En el viacrucis que implica acudir a las instituciones, relata que, al dolor y la desesperación, se suma la indiferencia de las autoridades, pues lejos de encontrar ayuda, ha recibido intimidaciones, acusaciones de criminalización y sobre todo, entre trámites terminan por aniquilarle las esperanzas de recibir ayuda.

Ante la falta de respuestas y una clara línea de investigación, Evangelina confiesa que ha llegado a reunirse hasta con líderes criminales, suplicándoles que le digan dónde está su hija. Pero nada. Los cárteles de Caleta, Aguililla y Coalcomán han negado rotundamente haber participado en la desaparición de Tania.

Con el paso de los años, en la mente de Evangelina se han formulado múltiples teorías sobre los motivos por los que se llevaron a su hija. No puede comprobar nada, pero tiene dos certezas, la primera es que Tania era una buena persona y que no merecía un daño a este nivel; la segunda, es que el crimen organizado está involucrado.

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Las amenazas de muerte con las que se ha acostumbrado a vivir son ejemplo de lo anterior. Como una medida de presión para que retire la denuncia, en 2018, bajo una dinámica similar a la de Tania, le desaparecieron a otro hijo por unos días y cuando se lo entregaron, fue en condiciones de tortura.

“Tenía un terror de que me lo mandaran muerto, hecho pedazos. Es inevitable no caer en depresión cuando se me vienen los recuerdos, las amenazas no cesan y a mí me tumba que constantemente deba estar cambiando de domicilio porque me tienen perfectamente identificada”.

Sin embargo, aclara que el hostigamiento nunca la ha hecho considerar el claudicar. Dice que no le da miedo salir a la calle y que la maten. Al contrario, se convenció de su causa y comenzó a organizarse con familias que viven el mismo sufrimiento. Emprenden brigadas, rastreos y no dejan de presionar a la Comisión Estatal de Búsqueda.

“Siempre hay que estar haciendo las gestiones con el gobierno para el tema de seguridad, los acompañamientos, pero con las iglesias es más fácil porque te apoya con alimentación y hospedaje. Después pensamos que con la Comisión de Búsqueda se iban a facilitar estos trabajos porque tenían el equipo y el recurso, pero justo el argumento que siempre dan es que no hay dinero”.

Evangelina está enferma. Su único deseo es que la vida le alcance para encontrar a su hija. A casi diez años de haberla visto por última vez, asegura que no tiene deseos de venganza, incluso se dice dispuesta a olvidar el pasado, pero sólo pide que los cárteles le informen el paradero de Tania.

También habla sobre el anhelo de que la violencia y los ríos de sangre ya se detengan en Michoacán. Sin tapujos envía un mensaje al narcotráfico: les sugiere que lleguen a acuerdos entre los grupos, que eviten dañar a las familias y no dejen más huérfanos que se convertirán en los futuros sicarios. Del Estado ya no espera nada, pues para Evangelina la cosa es clara: la paz está en manos de los criminales.

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