Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Cuando Aureliano Silva Chávez falleció en el 2011 a los 76 años de edad, su esposa, María Elena Nieto Reyes, solo pensaba en el momento en que volverían a estar juntos. Se le fueron las ganas de vivir, sentía que la única manera de poder ser feliz era acompañándolo en su tumba.
Pero la vida, caprichosa como es, no le concedió ese deseo hasta hace un año, cuando una madrugada cualquiera simplemente dejó de respirar. Hoy, en una lápida que comparten, reza la leyenda: “Para nosotros no han muerto, vivirán por siempre en el corazón de sus hijos, nietos y familia”.
Las hermanas Adela y Nuni Silva Nieto no faltan a la cita del 2 de noviembre. Desde temprana hora alistaron todo: fueron por los arreglos florales, procuraron las cervezas, la coca-cola y el pan que tanto les gustaba a sus padres en vida para acudir al Panteón El Vergel.
“Mi mamá era maestra, contaba con su plaza en Tiripetío, ahí tenía un novio que no era del agrado de mi abuelo, por lo que éste hizo todos los trámites necesarios para que se fuera a trabajar a otro lado, muy lejos; pero el plan resultó contraproducente, pues se terminó enamorando de un alumno, ese alumno era mi papá” relata Adela Silva.
Pese a la negación de la familia de ella y la diferencia de edad, cuenta Nuni Silva que Elena y Aureliano decidieron juntar sus vidas y casarse a escondidas. Ni el acto de amor logró convencer a los padres, quienes envestidos por la lógica de las clases sociales, no dudaban en etiquetar al pretendiente como un “ranchero” que no merecía a su hija.
Pero, poco le afectaron los prejuicios a Aureliano, quien a lado de su mujer y de la música –su segundo amor- vivió los mejores años de su vida. Saxofonista autodidacta y gustoso de la cerveza fría, recorrió con su grupo “Los Gavilanes del Norte” las cantinas, fiestas y conciertos posibles.
El plan de vida de Aureliano y Elena derivó en una familia conformada por 6 hijos, 4 mujeres y 2 hombres. Y aunque terrenalmente ya no estén más, dicen las hermanas que nadie se puede olvidar de sus padres y de su peculiar amor, ese que seguramente seguirá latiendo en algún lugar de este universo.