/ domingo 10 de marzo de 2019

100 Días AMLO | El INAI y el nuevo gobierno federal. La saludable contención de los poderes públicos




Francisco Acuña Llamas, comisionado presidente del INAI

El INAI y el nuevo gobierno federal. La saludable contención de los poderes públicos.

La nueva administración pública (el nuevo gobierno), y la nueva composición de las cámaras del Congreso de la Unión con una mayoría amplísima están integradas por muchos activistas y líderes que durante largas décadas fueron oposición frente aquel presidencialismo que todo lo tocaba, que todo lo invadía o determinaba hasta con las mejores intenciones, precisamente, para ello surgieron los órganos constitucionales autónomos, para contener los excesos del presidencialismo.

Una de las características de estos órganos es que la gran mayoría son colegiados, es decir, confiados a un colegio plural de personalidades expertas en los campos de su competencia y que, para evitar que el poder Ejecutivo los escoja a su gusto pasan por los filtros del poder Legislativo y, además, su mandato no debe coincidir con el del Presidente de la República, ni con la Legislatura que los nombra: son transexenales, para contar con esa estabilidad que les permita decidir con firmeza los asuntos de su competencia sin verse orillados a comprometer sus decisiones haciendo méritos con el gobierno en turno.

Los órganos constitucionales autónomos, el INAI entre otros, fueron creados para recuperar en favor de la democracia áreas de decisión pública que en el pasado fueron una extensión del poder Ejecutivo (federal y local, respectivamente). Ese cúmulo de potestades y atribuciones abarcaban todo -algunas de esas decisiones, ni siquiera estaban reguladas, eran improvisación del calor gubernativo que todo lo envolvía-. Era urgente e importante arrancar al poder Ejecutivo esos espacios de intervención de la vida nacional capturados por su voluntad y susceptibles de ser caprichos o buenas ideas pero por él tomadas se convertían en una fuente inagotable de control de todo lo que pudiera pasar.

Así se fue desmontando ese presidencialismo omnímodo que todo lo resolvía sin método y sin control alguno. Los órganos constitucionales, poco a poco, bajo la lógica de las aproximaciones sucesivas fueron haciéndose más robustos (jurídicamente); precisamente, para tener un peso institucional suficiente y así modelar aspectos de la gestión pública, no sólo del Ejecutivo federal que por ser la cúspide del presidencialismo se vuelve expansivo en sus alcances e intocable: incontrovertible.

Mientras se recortaban pedazos de esas competencias excesivas que poseía el poder Ejecutivo para encomendárselas a los órganos constitucionales autónomos en proceso de consolidación, se iba configurando un espacio neutral de potestades técnicas para revisar, corregir y complementar las decisiones superiores de los tres poderes clásicos del Estado, el Legislativo y el Judicial además del Ejecutivo.

Ahí radica la clave del nuevo silogismo democrático del Estado mexicano: el edificio público ha de tener zonas o áreas exclusivas para desde ellas contener las energías de los poderes públicos, que parecía tan solo hace tres décadas que era incorregible, parecía que el presidencialismo absoluto no iba a matizarse jamás. Esas áreas o zonas libres de la influencia decisoria de los poderes públicos tradicionales permiten ponerle contornos al poder y eso, si acontece con certeza y estabilidad es: consolidación democrática.

El INAI, que recogió el legado del IFAI tendrá que superar la etapa de intercambios de escepticismo del nuevo gobierno sobre su naturaleza y razón de ser. Confío en que la inercia de la función pública nos hará compartir cada vez más oportunidades de acompañamiento y comprensión. El INAI, así las cosas, podría ser identificado como un instrumento útil a los lemas de la Cuarta Transformación Nacional: austeridad republicana y anticorrupción. Sin transparencia no podrá haber certidumbre que la nueva manera de hacer gobierno se distinga de las anteriores ni tampoco que eso se hubiera traducido en ahorro y eficacia.




Francisco Acuña Llamas, comisionado presidente del INAI

El INAI y el nuevo gobierno federal. La saludable contención de los poderes públicos.

La nueva administración pública (el nuevo gobierno), y la nueva composición de las cámaras del Congreso de la Unión con una mayoría amplísima están integradas por muchos activistas y líderes que durante largas décadas fueron oposición frente aquel presidencialismo que todo lo tocaba, que todo lo invadía o determinaba hasta con las mejores intenciones, precisamente, para ello surgieron los órganos constitucionales autónomos, para contener los excesos del presidencialismo.

Una de las características de estos órganos es que la gran mayoría son colegiados, es decir, confiados a un colegio plural de personalidades expertas en los campos de su competencia y que, para evitar que el poder Ejecutivo los escoja a su gusto pasan por los filtros del poder Legislativo y, además, su mandato no debe coincidir con el del Presidente de la República, ni con la Legislatura que los nombra: son transexenales, para contar con esa estabilidad que les permita decidir con firmeza los asuntos de su competencia sin verse orillados a comprometer sus decisiones haciendo méritos con el gobierno en turno.

Los órganos constitucionales autónomos, el INAI entre otros, fueron creados para recuperar en favor de la democracia áreas de decisión pública que en el pasado fueron una extensión del poder Ejecutivo (federal y local, respectivamente). Ese cúmulo de potestades y atribuciones abarcaban todo -algunas de esas decisiones, ni siquiera estaban reguladas, eran improvisación del calor gubernativo que todo lo envolvía-. Era urgente e importante arrancar al poder Ejecutivo esos espacios de intervención de la vida nacional capturados por su voluntad y susceptibles de ser caprichos o buenas ideas pero por él tomadas se convertían en una fuente inagotable de control de todo lo que pudiera pasar.

Así se fue desmontando ese presidencialismo omnímodo que todo lo resolvía sin método y sin control alguno. Los órganos constitucionales, poco a poco, bajo la lógica de las aproximaciones sucesivas fueron haciéndose más robustos (jurídicamente); precisamente, para tener un peso institucional suficiente y así modelar aspectos de la gestión pública, no sólo del Ejecutivo federal que por ser la cúspide del presidencialismo se vuelve expansivo en sus alcances e intocable: incontrovertible.

Mientras se recortaban pedazos de esas competencias excesivas que poseía el poder Ejecutivo para encomendárselas a los órganos constitucionales autónomos en proceso de consolidación, se iba configurando un espacio neutral de potestades técnicas para revisar, corregir y complementar las decisiones superiores de los tres poderes clásicos del Estado, el Legislativo y el Judicial además del Ejecutivo.

Ahí radica la clave del nuevo silogismo democrático del Estado mexicano: el edificio público ha de tener zonas o áreas exclusivas para desde ellas contener las energías de los poderes públicos, que parecía tan solo hace tres décadas que era incorregible, parecía que el presidencialismo absoluto no iba a matizarse jamás. Esas áreas o zonas libres de la influencia decisoria de los poderes públicos tradicionales permiten ponerle contornos al poder y eso, si acontece con certeza y estabilidad es: consolidación democrática.

El INAI, que recogió el legado del IFAI tendrá que superar la etapa de intercambios de escepticismo del nuevo gobierno sobre su naturaleza y razón de ser. Confío en que la inercia de la función pública nos hará compartir cada vez más oportunidades de acompañamiento y comprensión. El INAI, así las cosas, podría ser identificado como un instrumento útil a los lemas de la Cuarta Transformación Nacional: austeridad republicana y anticorrupción. Sin transparencia no podrá haber certidumbre que la nueva manera de hacer gobierno se distinga de las anteriores ni tampoco que eso se hubiera traducido en ahorro y eficacia.

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