/ sábado 1 de diciembre de 2018

Los acuerdos como principio de la democracia

Osorio Chong manifestó que la alternancia en el gobierno y el cambio de preferencias en el electorado son normales en una democracia


La alternancia en el gobierno y el cambio de preferencias en el electorado son normales en una democracia.

En México ha venido sucediendo desde hace años a nivel nacional y también a nivel local: de las últimas 4 elecciones presidenciales, en 3 hubo alternancia (2000, 2012 y 2018); y en el caso de las gubernaturas, sucedió en 21 de las últimas 33 elecciones.

Por ello, no es correcto afirmar que el resultado del pasado proceso electoral sea una novedad en nuestro sistema político. Sí, en efecto, hubo una reconfiguración de fuerzas y se modificaron los porcentajes de votación por partido que habían caracterizado a la sociedad mexicana en los últimos años, pero no se debe perder la perspectiva, ya que no es la primera ni la última vez que vaya a suceder en nuestra vida democrática.

Sigue a detalle la cobertura de El Sol de México en la siguiente liga:
Día histórico para México. En vivo cada detalle de la toma de protesta de AMLO

Por el contrario, es y seguirá siendo normal, siempre y cuando se mantengan las instituciones y procedimientos electorales que garantizan contiendas imparciales, confiables y equitativas, y que a las y los mexicanos nos ha tomado casi 50 años construir.

Habiendo dicho lo anterior, y en términos de la coyuntura, hay dos aspectos inquietantes, y sobre los cuales habremos de actuar como grupo parlamentario.

Primero, la ola de estridencia que se está generando en el debate público: por todos lados se escuchan voces que, aunque pueden diferir en su ideología, coinciden en fomentar la polarización.

Eso no es bueno para el país, porque nadie es dueño de la verdad absoluta, y el que dice que todo está resuelto, miente tanto como el que dice que nada se ha logrado.

Hay que escuchar a todos los sectores, para juntos construir las mejores soluciones. Desde campesinos, obreros y empresarios, hasta estudiantes, feministas o grupos indígenas, por mencionar unos cuantos.

En este contexto, es preciso hacer un llamado a la prudencia y a la mesura. Como país, unidos somos más fuertes, y divididos nos cuesta avanzar.

E insisto: negociar y conciliar entre posturas distintas no es traicionar, es hacer política. Una sociedad plural como la mexicana lo requiere y lo demanda.

Porque escuchar y debatir son verbos indispensables en una democracia. Y sin duda, con la crítica se mejoran las decisiones; y con los acuerdos las decisiones se traducen en nuevas realidades.

En este sentido, se equivocan profundamente quienes plantean que la política es conflicto. Cuando en realidad el conflicto siempre está ahí, y la política es la vía que nos permite evitar que escale y resolverlo por medios pacíficos.

La estridencia y la descalificación hablan mal de quien las profiere. Aquí no debemos ser enemigos, solo adversarios. Sin perder de vista que consensuar y convencer, siempre tendrán mayor legitimidad que mayoritear e imponer.

Segundo asunto, es que en México hay consenso en torno a los qué, pero hay que ponernos de acuerdo en los cómos. Todos coincidimos en la necesidad de menos violencia y más seguridad. Todos queremos que la economía crezca y haya más empleos. Todos sabemos que es indispensable acabar con la pobreza y la desigualdad. Todos deseamos que le vaya bien a México. Reitero: estamos de acuerdo en los qués, ahora hay que definir los cómos.

Y eso se tiene que hacer a partir de la política y la técnica. Es decir, hay que tomar decisiones políticas, pero con base en la evidencia, el conocimiento, y por supuesto, la legalidad. Discutamos, escuchemos todos los puntos de vista, y hagámoslo con seriedad y altura de miras.

Como sociedad plural, negociar nos engrandece, y negar el diálogo nos empequeñece.

México requiere buena política. La que construye y transforma, ofreciendo un horizonte para cambiar lo que no funciona y fortalecer lo que sí sirve, en un contexto de certidumbre y estabilidad, que al final del día, son elementos clave para impulsar el desarrollo.


La alternancia en el gobierno y el cambio de preferencias en el electorado son normales en una democracia.

En México ha venido sucediendo desde hace años a nivel nacional y también a nivel local: de las últimas 4 elecciones presidenciales, en 3 hubo alternancia (2000, 2012 y 2018); y en el caso de las gubernaturas, sucedió en 21 de las últimas 33 elecciones.

Por ello, no es correcto afirmar que el resultado del pasado proceso electoral sea una novedad en nuestro sistema político. Sí, en efecto, hubo una reconfiguración de fuerzas y se modificaron los porcentajes de votación por partido que habían caracterizado a la sociedad mexicana en los últimos años, pero no se debe perder la perspectiva, ya que no es la primera ni la última vez que vaya a suceder en nuestra vida democrática.

Sigue a detalle la cobertura de El Sol de México en la siguiente liga:
Día histórico para México. En vivo cada detalle de la toma de protesta de AMLO

Por el contrario, es y seguirá siendo normal, siempre y cuando se mantengan las instituciones y procedimientos electorales que garantizan contiendas imparciales, confiables y equitativas, y que a las y los mexicanos nos ha tomado casi 50 años construir.

Habiendo dicho lo anterior, y en términos de la coyuntura, hay dos aspectos inquietantes, y sobre los cuales habremos de actuar como grupo parlamentario.

Primero, la ola de estridencia que se está generando en el debate público: por todos lados se escuchan voces que, aunque pueden diferir en su ideología, coinciden en fomentar la polarización.

Eso no es bueno para el país, porque nadie es dueño de la verdad absoluta, y el que dice que todo está resuelto, miente tanto como el que dice que nada se ha logrado.

Hay que escuchar a todos los sectores, para juntos construir las mejores soluciones. Desde campesinos, obreros y empresarios, hasta estudiantes, feministas o grupos indígenas, por mencionar unos cuantos.

En este contexto, es preciso hacer un llamado a la prudencia y a la mesura. Como país, unidos somos más fuertes, y divididos nos cuesta avanzar.

E insisto: negociar y conciliar entre posturas distintas no es traicionar, es hacer política. Una sociedad plural como la mexicana lo requiere y lo demanda.

Porque escuchar y debatir son verbos indispensables en una democracia. Y sin duda, con la crítica se mejoran las decisiones; y con los acuerdos las decisiones se traducen en nuevas realidades.

En este sentido, se equivocan profundamente quienes plantean que la política es conflicto. Cuando en realidad el conflicto siempre está ahí, y la política es la vía que nos permite evitar que escale y resolverlo por medios pacíficos.

La estridencia y la descalificación hablan mal de quien las profiere. Aquí no debemos ser enemigos, solo adversarios. Sin perder de vista que consensuar y convencer, siempre tendrán mayor legitimidad que mayoritear e imponer.

Segundo asunto, es que en México hay consenso en torno a los qué, pero hay que ponernos de acuerdo en los cómos. Todos coincidimos en la necesidad de menos violencia y más seguridad. Todos queremos que la economía crezca y haya más empleos. Todos sabemos que es indispensable acabar con la pobreza y la desigualdad. Todos deseamos que le vaya bien a México. Reitero: estamos de acuerdo en los qués, ahora hay que definir los cómos.

Y eso se tiene que hacer a partir de la política y la técnica. Es decir, hay que tomar decisiones políticas, pero con base en la evidencia, el conocimiento, y por supuesto, la legalidad. Discutamos, escuchemos todos los puntos de vista, y hagámoslo con seriedad y altura de miras.

Como sociedad plural, negociar nos engrandece, y negar el diálogo nos empequeñece.

México requiere buena política. La que construye y transforma, ofreciendo un horizonte para cambiar lo que no funciona y fortalecer lo que sí sirve, en un contexto de certidumbre y estabilidad, que al final del día, son elementos clave para impulsar el desarrollo.

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