/ lunes 19 de diciembre de 2022

De tecnología, recursos humanos y falsos discursos en materia de seguridad.

A raíz de comenzar a escribir la nueva etapa de esta columna en este distinguido semanario, uno de los reencuentros más agradables que he tenido, es ser abordado por policías de dos de las cuatro diferentes corporaciones que “vigilan y resguardan” la capital michoacana, Morelia.

Sin dudarlo, la confianza de platicar sobre las experiencias en campo, las vivencias de su formación en academia y las remembranzas de procesos políticos vividos, nos hacen reflexionar sobre lo grandes problemas que se padecen hoy en día en materia de inseguridad.

Y uno de los temas que siempre llegan a la plática de los primeros funcionarios del estado mexicano, es la motivación de por qué los mandos o quienes por el momento ostentan el control de las corporaciones, únicamente viven del culto personal, de la permanente exposición de redes, de posicionarse de manera política, pero sin importarles de una manera real la problemática de quienes son el sostén real de la corporación: La tropa.

A lo largo de los años, Michoacán y en especial Morelia, han sido inspiradores de políticas acertadas de seguridad, pero también rehenes de personajes que sólo buscan un poder político, por encima de interesarse legítimamente por mejorar los indicadores de seguridad de la ciudad y por ende, como resultado, mejorar las condiciones laborales y de dignidad de los policías.

La principal política de seguridad: el desarrollo del recurso humano.

Hoy, muchos personajes en nuestro estado y municipio, piensan que han descubierto el hilo negro en la materia. Sin duda una situación muy ególatra, engañosa y sólo con el afán de posicionamiento político o mediático.

Las políticas de seguridad tienen un eje de partida que es único e inamovible: es el bienestar del trabajador de la seguridad, quien día con día sale a las calles a arriesgar la vida y que poco ha sido favorecido por el sistema político y laboral mexicano, viéndolo como un trabajador de segundo nivel, sin derechos adquiridos y sin justicia al bolsillo..

Es desde ahí, donde se tiene que tomar este tema como punto de partida para sostener una política de seguridad que implique una mejora sustancial en las condiciones de trabajo de los policías.

Mientras se piense en otros asuntos accesorios, sin tomar en cuenta a los actores principales de la obra, se comienza en un punto equivocado. La seguridad tiene que partir desde el bien común del recurso humano, los policías, y no desde otras aristas.

¿La tecnología es indispensable? ¿Y el humano dónde queda?

Por supuesto, visualizar en esta sociedad posmoderna, hacer las cosas como hace 30 años, es algo impensable. En la seguridad es un tema muy común el tratar de recurrir a la presunción de la tecnología como una forma de impresionar a quienes no tienen conocimientos del tema o han estado empapados en el tema y es un público fácilmente captable. Y más si lo acompañas con un discurso tipo coaching o de venta de infomercial.

Invertir miles de pesos en drones, en patrullas modernas, en cámaras de cuerpo para registrar las acciones del día, en cámaras panorámicas que captaran de una manera periférica es algo normal, nada que impresione o que tenga que celebrarse, siendo una obligación constitucional. Malo si no se hiciera en estos tiempos.

La seguridad con el tema de tecnología, tiene un punto de partida: el ser humano.

El recurso humano que como hemos venido señalando, es lo último en que se piensa, es el que sale a las calles a rifarse la vida, es el que te da nombre como mando o como dirigente de una corporación y paradójicamente, es en el que menos se piensa.

Proyectos políticos van y vienen de todos los colores e ideologías y las condiciones laborales para quienes sostienen las corporaciones no cambian.

Hay mandos con aspiraciones, que falsamente sostienen una “Reforma Policial Ya” como una bandera social, política y como narrativa para vender un “proyecto”, pero jamás han enviado una iniciativa para modificar la constitución y poderles dar estabilidad laboral a sus policías o por lo menos se han bajado a territorio a vivir lo que el elemento diariamente trabaja.

La comodidad del mando tersa en mantener una sobreexposición constante en medios, creando narrativas de resultados altamente cuestionables y volviendo verdades a fuerza de repetición de mentiras, que todo está bien, que hay un orden, que la gente se siente segura, cuando la percepción ciudadana y lo que los propios policías señalan y viven, nada está bien.

¿Cuál es el destino de los trabajadores de la seguridad en México?

Hoy en día, a nivel nacional, hay quienes hablamos, escribimos y sobretodo politizamos el tema de la seguridad.

Se opina desde el privilegio de una oficina, detrás de un monitor en el anonimato de las redes, también siendo mando con un discurso de mercadeo o simplemente hablamos sin conocimiento alguno. Y así es muy fácil ver las cosas, sin el fragor de la batalla y la responsabilidad diaria de cargar con la seguridad de una ciudad.

Los policías merecen un mejor destino en México.

La seguridad ha sido vista desde arriba, cuando todo tiene que ser al revés, desde el territorio, desde los municipios, desde las colonias, desde las cuadras de las mismas y es lo que en este país no se ha entendido.

Desde la Federación, hasta los municipios, no se ha entendido que el policía merece tener sus derechos laborales vigentes como cualquier otro trabajador. Y es complejo creer en proyectos políticos que sostienen que la seguridad es lo primordial e indispensable para atraer inversiones y prosperidad económica a sus territorios, cuando no se han preocupado siquiera por dotar de los elementos indispensables para la labor policial.

Uniformes, armamento, tecnología, vehículos, “estrategias” ( que sinceramente no se ven en ningún nivel, por lo menos en Michoacán, no las hay), podrán ser presumidas en redes, en discursos con narrativa de telemaketing, pero mientras no se beneficie al actor principal, seguiremos padeciendo en las corporaciones policiales.

El Policía es el primer funcionario del estado mexicano.

¿Cuándo le hará justicia el propio estado, si ni sus mandos lo defienden?



José Alberto Guerrero Baena Doctorante en Política de Seguridad Universidad de Sussex, Reino Unido, Analista de Temas de Seguridad Pública, construcción de Policía e Integrante y Coordinador en Michoacán del Observatorio de la Guardia Nacional y Militarización de México.

Facebook: Alberto Guerrero Baena y Alberto Guerrero Baena II

Twitter: @SoyAlbertoBaena

Instagram: @soyalbertoguerrerobaena


A raíz de comenzar a escribir la nueva etapa de esta columna en este distinguido semanario, uno de los reencuentros más agradables que he tenido, es ser abordado por policías de dos de las cuatro diferentes corporaciones que “vigilan y resguardan” la capital michoacana, Morelia.

Sin dudarlo, la confianza de platicar sobre las experiencias en campo, las vivencias de su formación en academia y las remembranzas de procesos políticos vividos, nos hacen reflexionar sobre lo grandes problemas que se padecen hoy en día en materia de inseguridad.

Y uno de los temas que siempre llegan a la plática de los primeros funcionarios del estado mexicano, es la motivación de por qué los mandos o quienes por el momento ostentan el control de las corporaciones, únicamente viven del culto personal, de la permanente exposición de redes, de posicionarse de manera política, pero sin importarles de una manera real la problemática de quienes son el sostén real de la corporación: La tropa.

A lo largo de los años, Michoacán y en especial Morelia, han sido inspiradores de políticas acertadas de seguridad, pero también rehenes de personajes que sólo buscan un poder político, por encima de interesarse legítimamente por mejorar los indicadores de seguridad de la ciudad y por ende, como resultado, mejorar las condiciones laborales y de dignidad de los policías.

La principal política de seguridad: el desarrollo del recurso humano.

Hoy, muchos personajes en nuestro estado y municipio, piensan que han descubierto el hilo negro en la materia. Sin duda una situación muy ególatra, engañosa y sólo con el afán de posicionamiento político o mediático.

Las políticas de seguridad tienen un eje de partida que es único e inamovible: es el bienestar del trabajador de la seguridad, quien día con día sale a las calles a arriesgar la vida y que poco ha sido favorecido por el sistema político y laboral mexicano, viéndolo como un trabajador de segundo nivel, sin derechos adquiridos y sin justicia al bolsillo..

Es desde ahí, donde se tiene que tomar este tema como punto de partida para sostener una política de seguridad que implique una mejora sustancial en las condiciones de trabajo de los policías.

Mientras se piense en otros asuntos accesorios, sin tomar en cuenta a los actores principales de la obra, se comienza en un punto equivocado. La seguridad tiene que partir desde el bien común del recurso humano, los policías, y no desde otras aristas.

¿La tecnología es indispensable? ¿Y el humano dónde queda?

Por supuesto, visualizar en esta sociedad posmoderna, hacer las cosas como hace 30 años, es algo impensable. En la seguridad es un tema muy común el tratar de recurrir a la presunción de la tecnología como una forma de impresionar a quienes no tienen conocimientos del tema o han estado empapados en el tema y es un público fácilmente captable. Y más si lo acompañas con un discurso tipo coaching o de venta de infomercial.

Invertir miles de pesos en drones, en patrullas modernas, en cámaras de cuerpo para registrar las acciones del día, en cámaras panorámicas que captaran de una manera periférica es algo normal, nada que impresione o que tenga que celebrarse, siendo una obligación constitucional. Malo si no se hiciera en estos tiempos.

La seguridad con el tema de tecnología, tiene un punto de partida: el ser humano.

El recurso humano que como hemos venido señalando, es lo último en que se piensa, es el que sale a las calles a rifarse la vida, es el que te da nombre como mando o como dirigente de una corporación y paradójicamente, es en el que menos se piensa.

Proyectos políticos van y vienen de todos los colores e ideologías y las condiciones laborales para quienes sostienen las corporaciones no cambian.

Hay mandos con aspiraciones, que falsamente sostienen una “Reforma Policial Ya” como una bandera social, política y como narrativa para vender un “proyecto”, pero jamás han enviado una iniciativa para modificar la constitución y poderles dar estabilidad laboral a sus policías o por lo menos se han bajado a territorio a vivir lo que el elemento diariamente trabaja.

La comodidad del mando tersa en mantener una sobreexposición constante en medios, creando narrativas de resultados altamente cuestionables y volviendo verdades a fuerza de repetición de mentiras, que todo está bien, que hay un orden, que la gente se siente segura, cuando la percepción ciudadana y lo que los propios policías señalan y viven, nada está bien.

¿Cuál es el destino de los trabajadores de la seguridad en México?

Hoy en día, a nivel nacional, hay quienes hablamos, escribimos y sobretodo politizamos el tema de la seguridad.

Se opina desde el privilegio de una oficina, detrás de un monitor en el anonimato de las redes, también siendo mando con un discurso de mercadeo o simplemente hablamos sin conocimiento alguno. Y así es muy fácil ver las cosas, sin el fragor de la batalla y la responsabilidad diaria de cargar con la seguridad de una ciudad.

Los policías merecen un mejor destino en México.

La seguridad ha sido vista desde arriba, cuando todo tiene que ser al revés, desde el territorio, desde los municipios, desde las colonias, desde las cuadras de las mismas y es lo que en este país no se ha entendido.

Desde la Federación, hasta los municipios, no se ha entendido que el policía merece tener sus derechos laborales vigentes como cualquier otro trabajador. Y es complejo creer en proyectos políticos que sostienen que la seguridad es lo primordial e indispensable para atraer inversiones y prosperidad económica a sus territorios, cuando no se han preocupado siquiera por dotar de los elementos indispensables para la labor policial.

Uniformes, armamento, tecnología, vehículos, “estrategias” ( que sinceramente no se ven en ningún nivel, por lo menos en Michoacán, no las hay), podrán ser presumidas en redes, en discursos con narrativa de telemaketing, pero mientras no se beneficie al actor principal, seguiremos padeciendo en las corporaciones policiales.

El Policía es el primer funcionario del estado mexicano.

¿Cuándo le hará justicia el propio estado, si ni sus mandos lo defienden?



José Alberto Guerrero Baena Doctorante en Política de Seguridad Universidad de Sussex, Reino Unido, Analista de Temas de Seguridad Pública, construcción de Policía e Integrante y Coordinador en Michoacán del Observatorio de la Guardia Nacional y Militarización de México.

Facebook: Alberto Guerrero Baena y Alberto Guerrero Baena II

Twitter: @SoyAlbertoBaena

Instagram: @soyalbertoguerrerobaena